lunes, 22 de marzo de 2010

Grandes potencias y la nueva versión de países satélites

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Observando las reacciones de las tres potencias globales, a saber, los Estados Unidos de América, Rusia y la China Popular frente a determinados comportamientos de ciertas naciones, con las cuales, de manera particular, cada una de ellas manifiestan tener intereses estrechos y múltiples, podría ser correcto hacer mención ahora de un pequeño grupo de ”Estados neo-satélites”, diferentes en ideología y organización de aquel alineamiento conformado por el bloque de la Europea del Este, en los tiempos de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

La base real de dicha conjetura descansa en las irritaciones diplomáticas de Washington frente a Israel, su aliado en el Medio Oriente, habida cuenta de su política de colonización en Cisjordania y Jerusalén del Este. La política pendular de Ucrania ha sido fuente de desasosiego en Rusia, de quien se independizó tras el desplome del comunismo soviético y de la Cortina de Hierro. Una pesadilla constante es Taiwán a la China Popular, “su provincia rebelde”, cuyo rearme y amenazas de independencia ocultan una combinación de sentimientos de amor y de odio.

El nuevo satélite (o potencia menor) funciona con márgenes viables de autonomía, sea Israel, Ucrania o Taiwán, por lo que en lo específico es una prioridad dentro de la política exterior de una potencia global, con quien uno de aquellos guarda a la vez una relación de interdependencia continua. En determinada esfera de los vínculos mutuos, se registran contradicciones entre la potencia mayor y la menor; sin embargo, el nivel de riesgo es reducido, hacia una ruptura total entre las Partes. Las declaraciones de aversión de alguna de las contrapartes poseen límites, evitan llegar demasiado lejos. Si hay desencuentros, tanto la potencia mayor como la menor, buscan la manera de restaurar las influencias recíprocas. Todo da a entender, que este será el hilo conductor que unirá sus intereses de diferente alcance; lo ha venido siendo en las últimas décadas.

Pasemos a las realidades. La Administración de Barack Obama y el cuarteto conformado por Rusia, las Naciones Unidas y la Unión Europea han ejercido fuertes presiones diplomáticas contra el Primer Ministro, el ultraordoxo Benjamín Netanyahu, incluido el jefe de la diplomacia israelí, Avigdor Lieberman, a causa de la construcción de 1.600 colonias en Jerusalén Este. Con tales asentamientos se frustran las esperanzas hacia el establecimiento del Estado Palestino, con Jerusalén Oriental como capital, la tesis que sostiene la comunidad internacional. Es imposible que los nuevos colonos judíos acepten vivir, como minoría, dentro de un eventual Estado Palestino, más cuando consideran a toda la Ciudad Santa “como capital indivisible y eterna de Israel”.

La infiltración de Al Qaeda en Gaza, a través del grupo islamista Ansar al – Suna, así como la radicalización de Hamás, financiada por el Irán, quien cuestiona la corrupción y la debilidad de la Autoridad Palestina en Cisjordania, que encabezada el presidente palestino, Mahmud Abbas, cierra cualquier opción de contener las colonizaciones judías en los territorios palestinos, especialmente al percibir Israel la influencia gradual de los terroristas dentro de la comunidad palestina.

Con estos atestados, la Casa Blanca habrá de dar marcha atrás en sus censuras contra su aliado clave en el Medio Oriente. Asimismo, debe de haber calculado que los representantes y senadores demócratas y republicanos pro-judíos harán peligrar las reformas sanitarias de Obama, en caso de irritar al satélite estadounidense. A decir verdad, las aguas volverán a su cauce, lo que se pondrá al descubierto en la próxima visita de Netanyahu a Washington. Antes de este encuentro, Obama desmintió que haya una crisis entre su país e Israel.

En la asimetría Rusia – Ucrania, ni la antirusa “Revolución Naranja” del 2004 le puso freno a la influencia de Moscú en lo que fue la segunda nación poderosa de la antigua URSS. Por el contrario, Yulia Tymoshenko, la Presidenta ucraniana, derrotada esta vez en las pasadas elecciones, se acercó al Kremlin, a pesar de haber sostenido antes un discurso poco amistoso como candidata presidencial. Era de prever esta conducta de la mujer presidenta, por cuanto su país depende del abastecimiento del gas proveniente de Rusia, además que el gaseoducto ruso atraviesa el territorio ucraniano con tal de proveer de gas a Europa. Así entonces, los intereses entre ambas naciones son gigantescos. Ha habido discrepancias por los aumentos en los precios del gas entre la Gran Rusia y la potencia menor, las que se han resuelto sin mayores incidentes.
Ellos están lejos de producirse, dado que por su parte, Ucrania es uno de los principales proveedores de alimentos de los rusos, “es su canasta de pan”.

La misma “Revolución Naranja” recibió un fuerte golpe en los recientes comicios presidenciales de febrero del año en curso, al triunfar Victor Yanukovich, amigo de Rusia y una de las víctimas de aquella revuelta popular. Lo que quiere decir que las propias contradicciones diplomáticas, en cuenta el probable ingreso de Ucrania a la OTAN, distan de debilitar las sólidas líneas de cooperación existentes entre la gran potencia y el neo-satélite, las que comprenden los ámbitos energéticos y económicos, aparte del legado ideológico y cultural de la asociación política que en su tiempo envolvió las dos naciones excomunistas.

Con todo y las veleidades independentistas de Taiwán, agregadas al respaldo militar de Washington y los complots diplomáticos de Pekín, el peso extraordinario de las relaciones económicas y comerciales, lo mismo que el alto rango de las inversiones de “la isla rebelde” en el sur de la China continental, hacen casi imposible la absoluta disolución corporativa entre la potencia global, que es China Popular y el neo – satélite taiwanés. Ambos países se muestran satisfechos de sus progresos y evoluciones sociales y económicas, de lo cual han sido copartícipes.

Con excepción de las batallas en la década de 1950 en el Estrecho de Taiwán, principalmente en las islas del Quemoy, “la enemistad” entre las dos Chinas se ha enmarcado solo al ámbito de la guerra psicológica. Rara vez, se han registrado escaramuzas militares que pongan en peligro la integridad territorial y seguridad de las Partes, a pesar de los cientos de misiles de la China comunista que apuntan contra Taipei.

Vínculos saludables con la China continental ha originado el regreso al poder del Kuomintang en el 2008 y, en especial, el ascenso de Ma Ying – jeou como Presidente de Taiwán, quien se declara amigo de Pekín. Era de esperarlo, pues los chinos nacionalistas que huyeron del comunismo y se alojaron en la isla de Formosa a partir de 1949 eran de la etnia Han, la mayoritaria en el territorio continental; por eso, la tesis de la reunificación ha ido ganando algún espacio, luego de haberse disipado en los ocho años del mandato del líder independentista Chen Shui – bian.

Dicho lo anterior, se deduce que subyace otra categoría de Estados Nacionales (neo-satélites) que ejercen un relativo predominio en la agenda mundial. En cierto instante, ellos son medidos como fuerza desestabilizadora: el caso de Israel en estos días, o bien como actores de un elevado progreso económico, bien lo ilustran las cooperaciones entre China Popular y Taiwán. Igualmente, por su auge de pequeñas potencias, son capaces de pedir respeto a sus posturas ya definidas en su política exterior, sino es así, que haga el Presidente Luis Ignacio Lula da Silva un recuento de su fallida misión a Israel.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cristianismo e islamismo: historia áspera

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Nigeria, Turquía e Irán descartan la reconciliación, lo mismo que una tolerante convivencia “multicivilizacional” (Ivan Witker). Con lo percibido en esas tres regiones, se esfuman las esperanzas de atenuar “el choque de las civilizaciones”, la hipótesis de Samuel Huntington, que se complementa con su sentencia: “los musulmanes dividen el mundo en dar-el-islam y dar-el-harb; tierra de paz y tierra de guerra”.

Hasta los intentos del psicoanálisis social se tornan inútiles en resolver los traumas políticos de las ocho “Cruzadas” que dejaron huella profunda en tal antagonismo; las expediciones militares de los cristianos de Europa occidental, normalmente a petición del Papa, que comenzaron en 1095 y cuyo objetivo era rescatar Jerusalén y otros lugares santos de peregrinación en Palestina, en el territorio concebido por los cristianos como Tierra Santa, que estaban bajo dominio de los musulmanes.

Más acá la expulsión de los musulmanes de España en los siglos a finales del siglo XV hasta principios del XVll, justamente en tiempos de la Inquisición, lo que agrietó todavía más los resentimientos entre ambas civilizaciones. En la modernidad, los abusos de la colonización europea en el Medio Oriente, concluida a mediados del siglo XX, inclusive, inundó de odio las mentes de los árabes musulmanes, incluida la aversión contra el cristianismo, predominante en Europa. Atrás, en el siglo Vlll, la expansión musulmana por África, iniciada a través de la región del Magreb, arrastraba consigo los mismos negativos ingredientes de la guerra contra las tierras de los infieles.

Más adelante, la influencia de los Mahometanos corre hacia el este y sur del continente africano. Frente a los abusos de los blancos europeos (cristianos), las florecientes naciones negras se sintieron más atraídos por las relaciones comerciales con los países árabes musulmanes del Magreb, antes que con los colonizadores blancos occidentales. El éxito de la difusión del islam en África encontró sentido por el hecho que fueron los países africanos vecinos del Magreb árabe los que aportaron la religión, la que justificaba la progresiva la enemistad contra los colonizadores blancos, acompañados de evangelizadores cristianos. Los mecanismos de contención política y cultural de los europeos impidieron que el Islam se multiplicara excesivamente hacia el sur y el oeste del África, en parte fueron efectivos en retenerla para evitar que se apoderara ampliamente de Nigeria, donde con todo varias tribus han anhelado desde tiempo atrás imponer la Ley Sharia.

Lo que transmite la prensa internacional está concatenado a lo anterior, esto es, el drama de los cristianos en la ciudad de Jos en Nigeria, víctimas de repetidas masacres o limpiezas étnicas practicadas por los musulmanes, con la solapada indiferencia del gobierno. La agudización de las diferencias religiosas y políticas entre los cristianos (los aborígenes) y los musulmanes (colonos) forma parte de las fragmentaciones de la nación nigeriana, próspera en recursos petroleros. Sudán es otro caso vivo del odio religioso, o de la jihad, propiciada allí también por los mahometanos, fenómeno similar que carcome la nación nigeriana, la más poblada del continente negro.

La violencia de los musulmanes africanos contra los cristianos nigerianos y sudaneses es solo el corolario del odio religioso que profesan los mahometanos del mundo contra todo lo que suene a Occidente. A pesar de su naturaleza de confrontación, el rechazo de los islamitas es menor frente a otros religiones nacidas en el Oriente como el budismo y el propio hinduismo, la religión tradicional de la India. Sus baterías las tiene apuntadas contra Occidente e Israel.

De ahí que desde todo punto de vista ha sido positivo el dictamen de un panel del Congreso de los Estados Unidos de América en el sentido de reconocer en estos días como genocidio la masacre de los Otomanos musulmanes contra los armenios cristianos, en medio de la Primera Guerra Mundial; estos expedientes deben revelarse para extraer conclusiones. Principalmente, cuando el gobierno del Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, de tendencia musulmana y reacio a la aprobación de convenios que favorecen los derechos humanos, ha ido paulatinamente sembrando serias dudas sobre su conducta internacional.

Es un hecho cierto que los sospechosos acercamientos recientes del gobierno turco hacia el Irán y Siria, lo mismo que los ataques verbales contra Israel, le restan también opciones de adherirse a la Unión Europea, lo que Ankara viene negociando desde 2005. No es de extrañar que, hace unos años, un grupo de militares (ahora encarcelados), proclives al Estado secular, tuviera dentro de sus planes el derrocamiento de Erdogan, que una vez había proclamado el odio religioso frente al cristianismo.

El otro capítulo es el Irán, un actor que “desafía el sistema mundial” a causa de la contumacia de sus ambiciones nucleares. Sus conexiones con grupos terroristas como Hezbollah, Hamas (palestino) y organizaciones similares, alcanzaron el suelo de Argentina en la década de 1990, al ser atacados allí intereses judíos, en cuenta la Embajada de Israel. La negación del holocausto judío por parte del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad hiere además la sensibilidad de Occidente. La falsedad de los Ayatolahs llega al extremo de proveer armas a los insurgentes Talibanes en Afganistán, sus enemigos ideológicos, en ellos priva más el odio contra los Estados Unidos de América y la OTAN (occidental y cristiana).

En el mundo islámico (espiritual y político) predominan “elementos perturbadores”, que realimentan los principales ciclos de violencia del nuevo milenio. Resulta iluso que se presagie que Occidente encontrará en las naciones árabes moderadas un mejor porvenir y mayores perspectivas de cooperación, en el que las cuestiones de política estratégica y energética ocupen el orden inferior de las prioridades. Además de ser sociedades estancadas en axiomas y costumbres de la Edad Media, las alianzas con los países del Medio Oriente son frágiles poco confiables. Tómese en cuenta que Al Qaeda terminó mordiéndole las manos a la monarquía absoluta de Arabia Saudita.

martes, 9 de marzo de 2010

América Latina: a la búsqueda de un pensamiento propio

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Lo cierto es que la visita a América Latina de un alto funcionario del gobierno de los Estados Unidos de América origina crecientes expectativas. La combinación de criterios generados alrededor de la misión de la semana anterior de la Secretaria de Estado, señora Hillary Clinton, confirma tal valoración. Por supuesto, que a la par del impulso al "diálogo franco y ameno'', en el que se compartieran "ideas de forma respetuosa'' (como en efecto ocurrió), se esperaba que Washington "dictara cátedra'' en sus líneas de cooperación, orientadas a fomentar dentro de sus socios latinoamericanos la competitividad, el desarrollo económico y la equidad social, mejorar la seguridad y fortalecer la democracia en la región. Algunos se ilusionaron en vano, pues en un principio el temario de la señora Clinton se acercaba al de la “Alianza para el Progreso” del Presidente John F. Kennedy.

Era demasiado pedir. Estados Unidos se siente agobiado por una crisis económica de dimensiones planetarias (Carlos Mesa Gisbert, 2010). El escabroso camino de las reformas a la seguridad social, al igual que los embates del movimiento conservador de la clase media “Tea Party”, han sido sopesados incorrectamente por Obama, lo cual pone en riesgo sus aspiraciones hacia la reelección presidencial. La política extranjera estadounidense se ha concentrado en el Asia Oriental y la India, al igual que en la guerra contra el terrorismo (Afganistán – Pakistán), percibiéndose un desgano hacia este subcontinente. A diferencia de la intensidad de sus intereses y “sus excesos” de décadas pasadas, cuando se sentía asediado por el imperialismo soviético y las organizaciones guerrilleras marxistas que le servían de herramienta.

Por eso, en parte le asiste la razón a la Presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, al afirmar que la política exterior del Gobierno del presidente Barack Obama hacia Latinoamérica, "no cumplió las expectativas'' que había despertado en la región. En otras palabras, Obama ha ido perdiendo “el aura”.

Lo corroboró la Secretaria de Estado en la razón de su gira, pues solo vino a “escuchar” a sus socios latinoamericanos. Ni siquiera hizo mención de los constantes deterioros que experimenta aquí la democracia; Obama los ha estado dejando a un lado, continúa considerando que esta región puede gobernarse sola. Asimismo, el gobierno estadounidense tiene deudas pendientes, registradas en anteriores foros birregionales como la pasada Cumbre de las Américas, a saber, en seguridad, integración regional, cambio climático, inmigración y la cooperación para el desarrollo humano.

El narcotráfico representó la asignatura mayúscula en la agenda de la misión. La señora Clinton se supeditó a mencionar que su país es parte de tales complicaciones, al admitir que es un consumidor grande. Fue apenas parcial su compromiso de respaldar a Centroamérica en el combate a los cárteles de la droga, asentados en México y Colombia, ya que a la propia superpotencia le ha faltado contundencia en su estrategia de reducir la demanda de drogas, como también perseguir las redes criminales de los grandes traficantes de estupefacientes que operan como corporaciones en sus grandes ciudades. Con la narcoactividad corre parejo el negocio del tráfico de armas, aquel que nace en los Estados Unidos de América, desde allí se provee a los cárteles, quienes a su vez cuentan con armas más sofisticadas que las poseídas por las Fuerzas Armadas mexicanas, esto a manera de ilustración.

De algún modo, tenía razón un senador dominicano al referirse en una ocasión a las famosas “descertificaciones” dictadas por Washington, las cuales venían precedidas de rigurosas exigencias contra las naciones productoras de drogas y a las utilizadas como tránsito y bodega. Para él, representa un costo económico elevado a los pequeños países latinoamericanos “cuidarle las espaldas” a los estadounidenses en materia de narcotráfico. El reforzamiento del gasto presupuestario a favor de las policías nacionales y de las Fuerzas Armadas para dicho objetivo de seguridad, significa la desatención política de las necesidades vitales de estos pueblos, entre ellas la superación de la pobreza.

En cambio, los Estados Unidos de América, cuya población es de las mayores consumidoras, ofrece pobres resultados en disminuir la demanda de estupefacientes; por otra parte se ahorra recursos, dado que el mayor peso del combate contra la droga en los mares y las fronteras lo ejecutan los países vecinos, a pesar de sus limitados recursos. La cooperación financiera de la Casa Blanca frente a esta modalidad del crimen organizado ha sido siempre insuficiente, según el político dominicano.

Dicho lo anterior, Washington le ha dedicado más pensamiento estratégico y recursos a la guerra contra el terrorismo que a las complejidades globales derivadas del narcotráfico y a los efectos del calentamiento global. Sobre la base de este supuesto, convendría el replanteamiento hemisférico de la visión y de los objetivos en la lucha contra el delito transnacional de la droga, de manera tal que las obligaciones y responsabilidades realmente sean compartidas, o bien, que los grandes países consumidores sean los que paguen el alto coste de las facturas, porque son quienes alientan la oferta.

Con todo y que se acentúe “el indiferentismo” de Washington por América Latina, tampoco quiere decir que el panorama sea acá la ausencia de alternativas políticas. La región puede ser protagonista en construir su propio futuro de “modo soberano”, prescindiendo del latinoamericanismo demogógico y descartando también el aislamiento (Mesa Gisbert, ibídem). La variedad de sus recursos naturales, la amplitud de sus rutas marítimas comerciales, lo mismo que su riqueza étnica y cultural hacen posible también la construcción de sociedades prósperas, competitivas y pluralistas, las cuales apuesten por verdaderas políticas públicas, fundamentadas en la historia y en las realidades particulares.

Los latinoamericanos saben pensar con su propia cabeza, ya son conscientes que los dogmatismos del Consenso de Washington, lo mismo que el populismo o el izquierdismo arcaicos han sido inútiles en transformar la vida de 235 millones de pobres. Por lo tanto, la región tiene su potencial para lidiar de manera imaginativa contra el eje de confrontación de la droga, a la que hasta ahora sus sociedades civiles y Estados han ido mitigando.

martes, 2 de marzo de 2010

El interamericanismo, en lugar de otros mecanismos infructuosos

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La Cumbre de Río realizada esta semana en Cancún, México, hubiera sido irrelevante. La rescataron el extraordinario mensaje de denuncia del lúcido y virtuoso Presidente Oscar Arias Sánchez contra las tendencias autoritarias y el excesivo gasto militar en América Latina; la atinada tesis de la inteligente Presidenta chilena Michelle Bachelet de defender la existencia de la Organización de los Estados Americanos (OEA) ante la propuesta de crear un nuevo ente regional (con la Comunidad de América Latina y el Caribe), que excluya a Canadá y los Estados Unidos de América; así como el “ambiente de show” que rodeó la controversia entre el “paranoico” (Sáez-Llorens y Arguedas Mohs, 2010) mandatario venezolano Hugo Chávez y el líder colombiano Álvaro Uribe. Ambos se necesitan mutuamente en su afán de elevar su credibilidad y popularidad nacionales; a Uribe el show de poco le servirá, dado que los Tribunales colombianos le negaron la tercera reelección consecutiva.

El mandatario Felipe Calderón, quien desea proyectar ahora su imagen personal y la de México, de liderazgo latinoamericano, cuya violenta realidad de su país le desfavorece, en la Cumbre propuso la creación de una nueva instancia de concertación de América Latina y el Caribe (Olga Pellicer, 2010), así captado por los medios, como la alternativa de la OEA; iniciativa que es respaldada por las naciones del ALBA y el Brasil. Esta vez, hubo participación de Cuba, cuyo régimen sucio y cobarde que desprecia la vida humana, portaba el monumento de la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata, disidente y prisionero político, posiblemente seguirán las de otros cinco prisioneros. Y hasta ahora ninguna cancillería de la región se ha pronunciado contra ese crimen de lesa humanidad (La Nación, Editorial del 28 de febrero del 2010).

Todo lo contrario, Lula da Silva, el líder brasileño, obsesionado por igualar la fama mundial de la selección de fútbol de su país y la de Pelé, “el rey del fútbol”, le rinde pleitesía “al fetichismo cubano”, incluido el trasfondo de sus crímenes; lo mismo había hecho ya con los programas nucleares del Irán, a los que calificó de “pacíficos”. Con este peregrino comportamiento de ciertos líderes, qué se puede esperar de entes regionales de tal naturaleza, que además de redundantes y asfixiados de retóricos manifiestos diplomáticos, son incapaces de generar beneficios, menos de funcionar adecuadamente o tener un mínimo de trascendencia, llámense la Asociación de Estados Caribeños, UNASUR, MERCOSUR y el propio Grupo de Río.

Incapacitar los principios del interamericanismo, inherentes en la OEA, pareciera que resultó ser el despropósito de algunos gobernantes en esa Cumbre, en lo cual hicieron gala de la corriente del latinoamericanismo ideológico y demagógico, que parte de la falacia de liberar la región del imperio estadounidense (Pellicer, ibídem), lo mismo que de “su coloniaje”. Sin embargo, tal desviacionismo oculta el ambiente de polarización y las tensiones políticas que afloran entre los propios Estados, actores de desencuentros y rivalidades, entre las que están en medio las disputas económicas y comerciales o más recientemente la carrera armamentista condenada por el Presidente costarricense en Cancún.

Con dicho panorama conflictivo, más la desintegración doméstica (étnica y cultural) que golpea a otras naciones latinoamericanas , ningún beneficio simultáneo puede aportar un bloque como el ALBA, compuesto por países con economías destrozadas, que han encontrado en el autoritarismo político la mejor fórmula para silenciar la oposición. Asimismo, Evo Morales y su gobierno racista en Bolivia, quien aleja cada vez más a los habitantes de Santa Cruz de la Sierra de sus aberraciones chavistas, desintegrando al país en varias “Bolivias”. Igual de interesante es mencionar a Argentina, cuyo gobierno desacreditado por las denuncias de corrupción y sus pésimas calificaciones en cuanto a gestión económica, encuentra bastante fácil revivir el conflicto de las Malvinas, a efecto de desviar la atención del malestar de los ciudadanos contra el matrimonio gobernante de los Kirchner y su ola de desaciertos.

Aquí no acaba el cuento. A ello se suma la vileza de Hugo Chávez al responder a las acusaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), órgano autónomo de la Organización de los Estados Americanos, el que hizo anotaciones acerca de los abusos y desviaciones en dicha asignatura, antes de la celebración del encuentro de Cancún, lo que viene a ser una señal adicional sobre las dudas que sobre el buen juicio arrastra la conformación de un bloque regional, sin Estados Unidos de América y el Canadá.

En cambio, Chile, Costa Rica y el Uruguay, como Colombia y Perú demuestran tener una inquebrantable vocación interamericana, anexo de los valores de la civilización occidental. Por esa razón, son las que conforman el grupo de las naciones exitosas, en prosperidad y seguridad humana. Sus Estados y sociedades civiles se han lanzado a la aventura de tener acceso a los mercados globales, al tener certeza de las capacidades de sus instituciones republicanas y el espíritu emprendedor de sus ciudadanos.

Así entonces, en Costa Rica sigamos recibiendo con los brazos abiertos a Joe Biden, Hillary Clinton, a la Gobernadora General del Canadá, Señora Michaelle Jean, porque son genuinos portadores del mensaje de los valores de la libertad, la prosperidad y del respeto a los derechos humanos en el Hemisferio, la ética en la que descansa nuestro destino. Aprovechemos cada estancia de ellos para honrar el interamericanismo, de cuya construcción el pueblo costarricense es pionero.