martes, 12 de enero de 2010

Barack Obama: a revisar la percepción frente al terrorismo, tarea incumplida.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Dick Cheney, ex vicepresidente de los Estados Unidos de América, en el ciclo de George W. Bush, lanza severas críticas contra el Presidente Barack Obama, ya que para el líder de “los halcones”, el mandatario minimiza de manera errónea la gravedad de las implicaciones del terrorismo islámico, tanto en el ámbito de la seguridad doméstica como a nivel global. La mejor evidencia son las deficiencias de los servicios de inteligencia que ignoraron datos confiables, acerca de los últimos planes de los terroristas. Cheney destacó que la palabra “jihadist” (la jihad o “guerra santa”) ha sido borrada del léxico de Obama, quien a su vez ha descartado que la superpotencia esté en “guerra contra esta nueva especie de terror”.

La secuencia de asesinatos protagonizados, primero, por el médico de origen árabe, que masacró a varios soldados en la base militar estadounidense de Fort Hood; el asesinato en Afganistán de otros agentes de la CIA, por parte de un doble espía jordano; además del fallido intento en los días de Navidad del joven nigeriano musulmán de provocar el estallido en el aeropuerto de Detroit del avión que transportaba más de 280 pasajeros, confirman que tales eventos están lejos de ser “hechos aislados” como Obama lo supuso, para escaparse de las soluciones militares, o desafiarlas: al pedir que se procesen los supuestos terroristas (combatientes enemigos) ante tribunales civiles, en vez de los tribunales militares.

Para los Republicanos y la derecha estadounidense resultan erráticos los retiros parciales de las tropas del Irak o la decisión del presidente de cerrar Guantánamo. Lo que ha significado la liberación de otros presos, que se integraron a la célula de Al Qaeda en la quebrada Yemén, una nación situada en la península arábiga, la cual renace como posible frente bélico, por cuanto se ha convertido en refugio y campo de entrenamiento de los terroristas, escogida a la vez como punto de partida de sus operaciones hacia el África. De ahí que el grupo islamita de Somalia, Al-Shabab, anunciara su compromiso de apoyar la filial de Al Qaeda, que opera en territorio yemenita, a fin de contrarrestar la presión occidental, la cual produjo ya resultados favorables en Pakistán y Afganistán.

Los esfuerzos de Occidente han sido en vano por apaciguar, con base en la diplomacia y el diálogo intercultural, las arremetidas del terrorismo, a pesar de la oferta de la Alianza de las Civilizaciones del español Rodríguez Zapatero, así como la misión al Medio Oriente del mandatario estadounidense, cuando definió su tesitura conciliadora con respecto al Islam, lo cual mereció la aceptación de múltiples líderes de esa región. Más acá, el Papa Benedicto XVl en su periplo por las Tierras Santas, intentó superar cualquier contradicción teológica entre el cristianismo y el Islam. Sin embargo, después de ello la respuesta violenta de los terroristas se ha intensificado tras esos llamados de su Santidad y de los líderes occidentales.

La indiscriminación por parte de los terroristas de Al Qaeda contra una diversidad de centros geopolíticos, o bien en zonas de conflicto como el Medio Oriente y el África, es el fenómeno novedoso al que habrá de anotarle a la reacción expansiva del terrorismo islámico, desde su reaparición explícita en el siglo XXl. Las víctimas de sus operaciones son tanto las potencias tradicionales, entre ellas, los Estados Unidos de América, Europa y Rusia (esta última por la cuestión de Chechenia), como las naciones emergentes, a saber, la India, Indonesia, Egipto y la China Popular, quien plantea el serio detonante de la etnia musulmana Uigur de la provincia de Xinjiang, enfrentada contra la etnia Han, mayoritaria en China, con la que el gobierno comunista busca desplazar a los uigures, en aquella región autónoma occidental. Incluso, el Irán de los ayatolas es objeto de amenazas por la organización terrorista más peligrosa del mundo; los sunitas del Irak, que están a su lado, le reclaman a Teherán su beligerancia a favor de sus enemigos los chiitas (Mariano César Bartolomé, 2009).

El terrorismo toma forma de riesgo intrínseco para todas las civilizaciones contemporáneas. Podrá ser reducido, pero como amenaza tiene toda la inclinación a perpetuarse. En principio, porque el propio Islam es susceptible a interpretaciones falsas, por un numeroso sector de sus adeptos. Millones de seres humanos practican esta religión, que ha migrado a todos los continentes, con la excepción de América. El odio histórico de los árabes islamitas contra los “infieles” occidentales es creciente, dado que es difícil borrarles de la memoria acontecimientos humillantes.

Como sea, la experiencia reciente en Suiza de poner freno a la presencia del Islam, tiende a ser imitada en Alemana, Francia, Inglaterra y Holanda, lo que exacerba los resentimientos de esa minoría. Más ahora, que los cacheos y el uso de los escáneres corporales, dirigidos hacia los ciudadanos de los países árabes, se universalizarán en los aeropuertos europeos y estadounidenses.

Lo cierto es que el Presidente de Rusia, Dmitri Medvedev, le ha dado consejos a Obama de formar un frente unitario internacional contra el terrorismo, pues esta estirpe tiene una vocación sangrienta en común, “una crueldad e indiferencia sin límites” sobre la integridad de las personas. De seguro que Medvedev se preocupa de la tibieza de su colega, que ha expuesto más en peligro a los Estados Unidos de América que George W. Bush, ya que él se ha hecho creer que Bin Laden y su organización hubieron de declinar y disminuir la capacidad operativa. Por eso, en su estrategia de inicios de año se observa a un presidente (que aspira a la reelección), decidido a perseguir a los terroristas, sea sus redes en Afganistán, Somalia, el Yemén, o en cualquier parte, actualizando también las listas de ellos; Obama ha reiterado que tampoco permitirá nuevos desaciertos en los sistemas de seguridad y de inteligencia.

En estos días se ha notado a un presidente que trata de disipar dudas frente al público sobre su firmeza contra el terrorismo, en el fondo lo tambalearon los ataques de Cheney. Asimismo, ha expresado su disposición de tapar los agujeros detectados en los servicios de espionaje, empantanados por la burocracia. Es de prever que el Presidente se incline por emplear los superpoderes de su nación para derrotar a Al Qaeda, la que ha multiplicado su agresividad, que además del terror, utiliza la propaganda, la subversión, la guerra, recursos básicos hacia la posesión en el futuro de armas de destrucción masiva (Ibidem, César Bartolomé). Le corresponde a Barack Obama hacer realidad lo pronunciado por él al recibir el Premio Nobel: “Los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario