lunes, 14 de diciembre de 2009

Rodrigo Carazo Odio: “Tiempo y marcha”

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La insatisfacción contra las empresas transnacionales que, en el esquema de la división internacional del trabajo, habrían de ser las operadoras de la extracción de materias primas en las economías meridionales , como también de la tradicional estructura productiva, basada en agroexportaciones hacia las metrópolis estadounidenses y europeas, llegó a nutrir las mentes de líderes como Rodrigo Facio Brenes, convencido a la vez del pensamiento económico de modernización de la economía de John M. Keynes.

Facio se propuso reeducar, entre otros, a prominentes jóvenes políticos como Luis Alberto Monge Álvarez, Daniel Oduber, Carlos Monge Alfaro, Gonzalo Facio y a Rodrigo Carazo, tras ellos seguir luego a Raul Prebisch, un economista que propuso la tesis económicas de fortalecer el desarrollo hacia adentro (o capitalismo industrial nacional), con mercados internos protegidos y adjuntos a sistemas integrados, como ocurrió en Centro América, capaces de sustituir importaciones de bienes y servicios, así como de superar la economía agrícola convencional, sustentada en el café, los productos tropicales y los pecuarios.

La campaña impresionante de 1970 contra la transnacional ALCOA, la que había efectuado con el gobierno de Costa Rica un contrato-ley, del tipo “banana republic”, ya de por sí desacreditados, se transformó en el primer reto de esa generación, en especial para Carazo. Dicha compañía iba a explotar la bauxita en el Valle del General, lo cual provocó una resistencia entre los intelectuales, estudiantes, sindicalistas y en varios partidos políticos. A partir de aquí y fungiendo como diputado, Carazo ganó renombre.

La Guerra Fría estaba en su punto culminante, lo que favoreció la coalición entre socialdemócratas criollos y la izquierda nacional, a fin de lidiar contra esa compañía estadounidense. Asimismo, el Partido Comunista se aprestaba a recobrar su legalización, como en efecto ocurrió inmediatamente después, por lo que había razones ideológicas para sumarse a aquellas movilizaciones sociales.

Expresaba un autor, cuyo nombre olvidé, que "la inteligencia es rebelde". Pienso que sobre esta sentencia, adicionada al recuento de los hechos de la ALCOA, hay suficiente material para resumir la fogosa conducta cívica del expresidente Rodrigo Carazo Odio. A la sazón, resulta inexplicable el humanismo y la elevada capacidad espiritual del “Macho” Carazo, sus distintivos, sobre todo, teniendo en cuenta, los ambientes políticos agitados por los que transcurrió buena parte de su vida.

Por supuesto, que esas virtudes estaban lejos de su actuación presidencial de aceptar imposiciones o condicionamientos foráneos, derivados de algún poder ajeno a los intereses de la nación, aunque en ciertos momentos se excedió. Es innegable que incurrió en errores serios, pues con frecuencia se fijaba de manera compulsiva una postura gubernamental, la que ninguno de sus colaboradores inmediatos podía enmendar. De ahí que el presidente Carazo debió soportar un sinnúmero de ataques dirigidos a la yugular.

Lo singular de su personalidad, fue que casi nunca perdió la compostura y la ecuanimidad. Ni siquiera se descontroló en su misión de sujetar las riendas de este país,en momentos aciagos y complicados. Que se recuerde, tampoco miró a sus adversarios como enemigos, ni respondió contra ellos con odio, revanchismos, menos en abordarlos con displicencia o emplear la persecución personal: lo último de la pequeñez de los hombres.

Tal personalidad recia rimaba con su acendrada convicción por los principios de los derechos humanos. Para Carazo, el respeto a la dignidad e integridad del ser humano estaban por encima de cualquier diferencia o antagonismo. Este atributo desembocó en su principal logro diplomático durante su gestión, ya que en San José se estableció la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una institución judicial autónoma de la Organización de los Estados Americanos, cuya finalidad es la aplicación e interpretación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y de otros tratados concernientes a esa disciplina.

Inspirado en esa ética universal, Carazo contribuyó a conformar un bloque latinoamericano, a fin de derrocar en 1979 la dinastía de la familia Somoza en Nicaragua. Desde ese entonces, Venezuela, Colombia, el Ecuador, Panamá y México respaldaron la justa injerencia de Costa Rica durante la guerra sandinista. El propio Presidente de los Estados Unidos de América, Jimmy Carter, observó de reojo la persistencia de Carazo y de ese bloque de países de respaldar a los insurgentes, que buscaban la desaparición de la tiranía somocista que dominó ese país por cuatro décadas. Una dictadura que de por sí daba por sentado que la democracia costarricense era una de sus principales amenazas, como lo fue también para los restantes gobiernos autoritarios de Centro América.

El hilo conductor del gobierno de Carazo descansó en las ideas de “la promoción humana”, las cuales estaban asidas a la misión y responsabilidad de la sociedad civil, como copartícipe del desarrollo político y social de la comunidad nacional. Igual de consecuente y sin ser un “tercermundista” de esos que han reflotado, Carazo se solidarizó con las tendencias regionales y globales, que han proclamado mayor equidad en los términos de intercambios económicos y comerciales. Por eso se acercó al Movimiento de los No Alineados, la UNCTAD y el GATT.

Carazo había nacido en la cuna del Partido Liberación Nacional. La afinidad política con don Pepe Figueres fue inquebrantable, a pesar del divorcio momentáneo, dado que el Macho Carazo enfrentó la candidatura de 1970 de su mentor, por lo que era lógico suponer que saliera derrotado. En 1973 creó su propio partido político. El afecto mutuo, se evidenció en los tiempos críticos de la administración, cuando don Pepe por ningún motivo desamparó a su delfín, incluso juntos disfrutaron la caída de Anastasio Somoza ll. En las lides contra las tiranías latinoamericanas, los dos políticos poseían gruesos expedientes, especialmente Figueres, quien había organizado la Legión de Caribe. Sin embargo, en las colaboraciones a favor de los sandinistas, Costa Rica cargó con responsabilidades y riesgos al contagiarse con la aparición del grupo cuasi terrorista de "La Familia", organizado acá por los sectores más extremistas de la guerrilla centroamericana.

Los liberacionistas le cobraron a Carazo el haber abandonado la agrupación y aliarse con los adversarios históricos, a saber, el calderonismo y en especial con la clase cafetalera, ésta que comenzaba a decaer, y con quien en ese momento el Partido Liberación Nacional sostenía una férrea disputa ideológica. La cual inició, precisamente, Pepe Figueres y Rodrigo Facio Brenes, ya que estos últimos apostaron por la consolidación del Estado intervencionista, que según ellos debía de participar en la asignación de los recursos, además de convertirse en productor directo en las actividades económicas (industria, tecnología, banca, servicios e infraestructura) en las cuales el sector privado local estaba limitado a incursionar.

Las estructuras pluriclasistas del Partido Liberación Nacional, similar composición a las del calderonismo histórico, en el que la clase media (urbana y rural), más los pequeños y medianos empresarios han contado con un peso enorme, presagiaban la posibilidad de una fusión, ya que en realidad ambas formaciones construyeron el Estado protector. En parte, Carazo y su grupo hicieron realidad tal asociación, imposible de concretarse con vigor por los resabios de la guerra de 1948. Siendo de los gobiernos más liberacionista, Carazo defendió el Estado social de derecho, por lo que atrajo al calderonismo, que había andado a la deriva tiempo atrás.

Dentro de la diversidad de sectores políticos que recompusieron la oposición antiliberacionista, dirigida por Rodrigo Carazo, al final se impuso la fracción social que propiciaba la liberalización de los precios de los bienes y servicios. De este modo, la economía experimentaba continuas fluctuaciones hacia arriba en el valor de los productos, en particular los alimentos, cuya carestía fue aliviada con la creación de las Ferias del Agricultor, insuficiente para detener la especulación y el desabastecimiento que tuvieron cabida en aquella desregulación y descontrol.

Por su parte, la moneda costarricense se devaluaba a niveles dramáticos, lo que sostuvo a los cafetaleros exportadores que registraron bajonazos de precios en los mercados internacionales, al tiempo que se reducían los ingresos fiscales para financiar el gasto público y honrar la deuda externa, impagable en aquellas circunstancias. Tras eso, los incrementos en los precios del petróleo aceleraban la inflación interna. Por su lado, los bienes de capital importados se encarecían, todo lo cual desactivaba la producción nacional.

El Presidente Carazo se negó rotundamente a aplicar las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que presionaban por el desmantelamiento de las instituciones sociales del Estado, además que promovían la privatización de los servicios públicos, fundamentales para la vida de los ciudadanos. Ante ello, su gobierno fue objeto de restricciones crediticias por parte de los organismos internacionales. Por esto también, Carazo entró en serios conflictos con el sector empresarial y con su propio partido político, al extremo que su gobierno estuvo a punto de caer, cuestión que se pudo evitar, merced a que don Pepe Figueres y la fracción legislativa del Partido Liberación Nacional lo impidieron.

El panorama político regional era desfavorable. La guerra centroamericana cobraba auge en los tiempos de Carazo. Estaba cerca de arrancar la guerra civil en El Salvador; las masacres de indígenas y campesinos en Guatemala eran repetidas. El régimen militar (blando) en Panamá entraba en una faceta de cuestionamientos. La instalación de los sandinistas en el gobierno de Nicaragua era fuente de incertidumbre y controversia con los Estados Unidos de América, toda vez que la desinversión comenzó a repercutir en la producción y en el ahorro regionales, aunque en el gobierno de Luis Alberto Monge la cooperación y el crédito vinieron a mejorar, al menos en Costa Rica.

Como es usual, la izquierda costarricense realizó una pésima lectura del panorama nacional y regional de la época, a pesar de haber colaborado con Carazo a derrocar la dictadura nicaragüense. Después vino a complotar contra el gobierno, organizando huelgas en el Caribe costarricense, lo cual encendió el malestar contra el gobierno, que, al sentirse amenazado, adoptó como castigo, cerrar el Consulado de Costa Rica en Cuba, lo escaso que había de comunicaciones entre ambas naciones.

En suma, para que un político sea completamente exitoso, la suerte tiene que acompañarlo. Quizá eso fue de lo que careció don Rodrigo Carazo durante su gestión presidencial. Amó a Costa Rica hasta el final de sus vidas, en ello residió su grandeza… incluso él toleraba que en este amor se discrepara.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Las manos de Barack Obama en Honduras y Afganistán

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Así como el caso de Honduras inauguró la diplomacia (multilateral) del Presidente Barack Obama, en especial, sobre la línea de conducta por seguir en el súbito derrocamiento del Presidente Manuel Zelaya, la decisión de la semana pasada de aumentar las tropas estadounidenses en Afganistán, adicionando 30.000 soldados, ha puesto de relieve la coherencia de la Administración, en el sentido de restringir la política de predominio unilateral y del poderío militar en los distintos ciclos de conflicto, que en menor o mayor grado, causan inestabilidad o los que en definitiva amenazan la seguridad nacional de la única superpotencia económica y militar.

La solución hondureña evidencia que Washington continúa siendo influyente en Centroamérica, con todo y que este istmo (y la propia región latinoamericana) es bastante marginal en la cúspide de sus prioridades. A diferencia de las alucinaciones bolivarianas y brasileñas, que se engañaron en que la Casa Blanca lo había relegado, por lo que se podía hacer mesa gallega; al final la diplomacia estadounidense, se deshizo de acciones unilaterales practicadas por George W. Bush, aunque determinó el curso de acción - ajeno de imposiciones -, al reconocer el resultado de las elecciones que dieron como ganador al derechista Porfirio Lobo, donde además participó libremente el 60% de la población, un porcentaje que superó las votaciones generales anteriores.

Hoy Honduras cuenta con tres presidentes (Zelaya, Micheletti y Lobo), un hecho atípico, que origina riesgos residuales, los cuales se encaminan a mantener viva la resistencia contra el golpe, como también frente al próximo gobierno que a inicios del año entrante asumirá el poder. La sociedad hondureña se polarizó, además en los pasados comicios sí hubo “vencedores y vencidos”, por lo que es incierto poder restañar pronto las heridas. Como es incierta también la propuesta de que las Partes envueltas en la confrontación recompongan el diálogo y los Acuerdos de San José/Tegucigalpa, ya que los esterilizaron desde un principio, de ahí la tediosa prolongación de la ruptura del orden institucional.

Múltiples actores intercedieron en Honduras, en cuenta la Organización de los Estados Americanos (OEA), que salió esta vez del letargo e inmovilismo que la han amenazado con consumirla. Sin embargo, como la OEA, tampoco salieron bien librados países solos como el Brasil con su jactanciosa “Doctrina Lula: América para los brasileños” (Sandra Borda Guzmán, 2009), con la cual ambiciona desplazar el predominio de los Estados Unidos de América en el subcontinente, naciendo así el confuso respaldo brasileño a Zelaya, lo que devino en incrementar los temores acerca de la peligrosa injerencia extranacional en medio del conflicto interno, el cual era facultad soberana de la sociedad hondureña solucionar.

Reduciendo el aislamiento de cuatro meses, Washington dotó a Honduras de energía política, apoyando el desenlace de los comicios. Excepto Brasil y las naciones del ALBA que los califican de ilegítimos, siete naciones latinoamericanas se han pronunciado a favor de ellos. Mientras que el resto de la comunidad internacional se mantiene todavía reservada, hasta mejor oportunidad de valorar, tal como quedó expuesto en la XIX Cumbre Iberoamericana, que tuvo lugar en Lisboa, el 1 diciembre 2009.

Por lo visto, la diplomacia estadounidense subsanó las debilidades del multilateralismo, a fin de mitigar parcialmente la crisis política de Honduras, por lo que corresponderá a Porfirio Lobo persuadir a la comunidad internacional a que, en efecto, se ha alcanzado la normalidad institucional, a través de un proceso electoral, que ha estado ayuno de cuestionamientos graves.

La otra asignatura sin solución es todavía Afganistán, cuya guerra , como la prisión de Guantánamo y la otrora intervención unilateral en el Irak, se ha vuelto impopular dentro de la opinión del público estadounidense, quien la tilda como el segundo Viet Nam. Obama dispuso mantener las tropas estadounidenses hasta julio del 2011 con el propósito de vencer la alianza terrorista de Al Qaeda y los Talibanes, la cual ha extendido sus redes y poder de fuego en el Pakistán (nuclear), golpeado fuertemente este año. Asimismo, decidió respaldar las operaciones militares enviando otros 30.000 soldados americanos, suficiente para acabar contra la sociedad terrorista que ambiciona poseer armas destructivas; al mismo tiempo, el mandatario demandó a sus 43 aliados, organizados por la OTAN, mayor compromiso con la guerra antiterrorista, la cual legitima la Organización de las Naciones Unidas.

Con todo, el Presidente Obama rechaza la idea de seguir librando una guerra interminable en esa nación (epicentro del terrorismo fundamentalista), como iría ocurrir en el Irak en tiempos de Bush y sus halcones. Por el contrario, se busca elevar la estatura internacional de los Estados Unidos de América. Entonces, a partir del segundo semestre del 2011, el gobierno de Afganistán deberá asumir sus responsabilidades de garantizarle a su propio pueblo seguridad interna y prosperidad.

A la vez en el orden de la nueva estrategia de Washington se contempla el entrenamiento de las fuerzas armadas afganas y mayores exigencias al Presidente Hamid Karzai a que depure la administración corrupta e ineficaz, en la que descansa su gestión gubernamental. Igualmente, queda abierta la posibilidad de aceptar el diálogo con aquel segmento de los Talibanes, opuestos al radicalismo de Al Qaeda, lo mismo que continuar con los acercamientos y entendimientos con la civilización musulmana.

Todo lo anterior quiere decir que el matonaje verbal y la arrogancia se han ido alejando de los pronunciamientos de la Casa Blanca; en su lugar, dice Obama, se debe recurrir a la persuasión moral como la base del poder de esa nación, lo cual no deja de ser un patrón de comportamiento, digno de ser imitado también en cualesquier ambiente humano.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Las inmigraciones son favorables

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

“Sociedad decente” es la expresión empleada por Alexander Jiménez Matarrita en su libro: “La vida en otra parte. Migraciones y cambios culturales en Costa Rica”. El autor sugiere la imaginación de políticas, modelos educativos, principios morales, vidas familiares que permitan en este país, según él, “ llegar a ser alguna vez una sociedad” así. Lo que significa construir un país que no esté organizado alrededor del miedo, la hostilidad o la desconfianza. Al mismo tiempo concluye que siempre es posible alcanzar formas de vida más equitativas, incluido el trato humano y hospitalario a favor de los inmigrantes y refugiados, tal que sean reconocidos por sus múltiples contribuciones a la nacionalidad costarricense.

Quizás el libro de Jiménez despierte desacuerdos en el sentido de que algunas de sus proposiciones obedecen a una interpretación de la realidad costarricense que contrasta con otros puntos de vista políticos. Sin embargo, el marco ético para abordar un asunto complicadísimo como la migración, nos ofrece líneas maestras para reflexionar y proceder acerca del futuro de los intercambios entre migrantes y nativos, intensificados desde hace más de tres décadas; que es cuando la población comenzó a transformarse acá de modo acelerado. Siendo ahora más numerosa, más plurinacional y plurilingüe, un reto que nos impulsa a la creación de un ambiente positivo para su asimilación, afiliación e integración sociocultural.

Concebir que los extranjeros son los causantes de “la peste de la inseguridad ciudadana” o como el grupo que pone en riesgo las prestaciones sanitarias y educativas, así como las oportunidades de empleo (Jiménez Matarrita, 2009), ello ha constituido parte de las falacias con la cual se han producido en el pasado leyes torpes, como también planteamientos erróneos en las campañas políticas, que lo único que originan es el empobrecimiento de la percepción de los costarricenses contra las personas que ingresan aquí con “un proyecto de vida a cuestas”.

Hay que convencerse en que las migraciones representan un factor de desarrollo y de enriquecimiento cultural; Costa Rica no es ajena a tal dinámica social. Un reporte exhaustivo de la empresa consultora CEFSA, realizado hace 8 años dejó demostrado que en aquel entonces aproximadamente el 10% del Producto Interno Bruto (PIB) de Costa Rica, resultó ser obra solo de la población nicaragüense, lo que pone al descubierto que la migración sigue siendo un componente fundamental de la realidad social y económica, además de un acontecimiento mayor de la historia costarricense.

Más recientemente, el Ministerio Público acaba de aportar cifras relacionadas con el ascenso de los homicidios en Costa Rica, en las cuales se comprueba que en tal tipología de delito es relativamente baja la participación de extranjeros, todo lo cual pone en entredicho las posturas de algunas formaciones políticas, en lo que atañe a las opciones de solución (equivalentes a políticas duras) para enfrentar la criminalidad, insinuándose que los extranjeros representan el enemigo interno.

Dichosamente, en el presente gobierno se ha impuesto el enfoque del imperativo humanitario en el abordaje de la migración. La aprobación de nueva legislación en dicha materia, derogando la anterior ley draconiana, habrá de favorecer las decisiones políticas y la normativa apropiada, tendiente a garantizar los derechos y el desarrollo humano de las personas migrantes (Jiménez, ibídem), en el convencimiento de “habitar un Estado de Derecho” pluralista y respetuoso de la dignidad humana.

Y en esa visión de fortalecer “sociedades decentes”, no nos queda otra alternativa que reconocer con legítimo orgullo la aprobación de la última reforma a la Ley del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), mediante la cual se extendieron los beneficios sociales a los inmigrantes, la cual protege igualmente a los niños, aunque sus padres se encuentren en situación migratoria irregular.

Esto quiere decir, que mientras se siga haciendo la solidaria multiplicación de los panes, a Costa Rica nunca le faltará nada…

martes, 24 de noviembre de 2009

Un reencuentro con Israel

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

En días pasados, Shimon Peres, el presidente de Israel, efectuó una gira de trabajo por América Latina, visitó el Brasil y la Argentina. La misión tuvo como propósito neutralizar la influencia del Irán en esta región, sobre todo, al conocerse la proximidad de la visita oficial a Venezuela y Brasil del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, donde espera cerrar acuerdos de cooperación en materia energética e industrial con el gobierno de Hugo Chávez, el gran aliado de los ayatollahs en este subcontinente.

Naciones como Bolivia y el Ecuador se han acercado a Teherán, al igual que el gobierno sandinista, fiel a su tradición de estrechar sus vínculos con el país persa, con todo y que el gobierno de iraní se ha rehusado a condonarle la deuda. En cambio, con excepción del gobierno del Irak, controlado por musulmanes chiitas, las restantes naciones árabes (en su mayoría sunitas) guardan distancia del régimen teocrático del Irán, el cual ha puesto de relieve sus propósitos subimperialistas en el Medio Oriente, auspiciando allí el terrorismo, como también aquel ataque de Buenos Aires en 1994 contra la Asociación Mutual Israelí Argentina.

La monarquía (despótica) de Arabia Saudita, de raíces musulmanas sunitas, es asediada por Al Qaeda, así como por los rebeldes chiitas que operan en la frontera común con Yemén, estos patrocinados por los ayatollahs iraníes. Los saudíes se han colocado en los últimos años entre los enemigos acérrimos de Teherán, ya que es percibida como una seria amenaza, a causa de sus pretensiones hegemónicas, torpedeadas también por varios de sus vecinos, todo lo cual agudiza la situación de aislamiento internacional de la que es objeto el Irán.

Desde el punto de vista de las sospechas saudíes, los israelíes vienen siendo menos peligrosos para la sobrevivencia de la monarquía, puesto que ambos tienen al frente un enemigo común que es el Irán, cuyos programas nucleares crean gruesas sensibilidades entre los árabes. Más allá de la enemistad entre judíos y árabes, Israel reconoce sus propias limitaciones históricas y étnicas para imitar los pasos (subimperialistas) del Irán, que de alguna manera busca superar el aislamiento al que se ha visto sometido. Por eso la sola alternativa en su haber consiste en alimentar la alianza con Venezuela y las naciones del ALBA, más la comedida aceptación del Brasil y Argentina de asegurarle puertas abiertas.

El principio de la coexistencia ha ido privando en los acercamientos entre las dos culturas semíticas, negativo para el Irán, tal que la construcción de nuevas colonias en la Cisjordania palestina y en el propio Jerusalén Oriental apenas molesta a Egipto, lo mismo que a Arabia Saudita. Los árabes son conscientes que el grupo terrorista de Hamas (proiraní), quien controla Gaza, ha ganado adeptos dentro de la población palestina, por lo tanto Israel actúa como un escudo contra la influencia del Irán en el Levante. Razón por la cual, los severos golpes militares a principios de este año contra Hamas por manos de Israel, representaron un alivio, particularmente para los egipcios y los sauditas, ya que en el fondo eso significó la reducción de los planes expansionistas de los ayatollahs iraníes.

Por su parte, en la concepción occidental, el pueblo judío constituye la hermandad superior de la cristiandad, valorado como la única comunidad en el Oriente Medio que abriga los principios de la democracia pluralista; por lo mismo esta búsqueda de alianzas con los latinoamericanos es coherente con la historia y la razón. Justamente, hay que reconocer los pocos réditos que se pueden derivar al fortalecer asociaciones con el Irán, cuyo régimen es un calco de la Edad Media.

Los israelíes poseen atributos éticos para incursionar en América Latina, aunque tienen pendiente el compromiso de volver a ganar confianza acà, cuanto más expliquen sus intereses de política exterior, así como los alcances de su estrategia de defensa militar, pocas veces comprendidos. Al mismo tiempo, el Estado judío, bajo los principios de cooperatividad, están en capacidad de compartir sus notorios avances científicos y técnicos, al igual que sus desarrollos culturales y académicos. Los entendimientos mutuos en cuanto a contribuir con la solución de las limitaciones estructurales del mundo en desarrollo, puede trascender al respaldo de las tesis de estas naciones en los ámbitos de la asociación multilateral, en especial en la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.

Las colonias judías podrían servir de base de apoyo de la política extranjera de Israel, proclive a focalizarse en las naciones septentrionales. Falta por ello una mayor coordinación entre el Estado de Israel con los judíos de ultramar, a fin de beneficiar la estrategia de acercamiento hacia las naciones meridionales, particularmente las latinoamericanas; cuestión difícil de reproducir entre las colonias persas y árabes, quienes en su gran mayoría adversa los sistemas políticos opresivos de sus países de origen.

El influyente lobby judío en Washington, brazo de las políticas israelíes, debería de identificarse con América Latina (y el Tercer Mundo) en sus planteamientos vitales, sean la equidad y la liberalización del comercio agrícola, la práctica de la “política blanda” inherente con la cooperación, la suavización de las medidas migratorias, al igual que en el mejoramiento de las cancelaciones de la deuda financiera regional, con la cual Costa Rica una vez fue favorecida décadas atrás ante la mediación del lobby judío, al serle condonada parte de sus obligaciones con las entidades financieras.

Es diferente de esto, la repugnante cooperación militar proporcionada por Israel a las dictaduras militares latinoamericanas, las que asaltaron el poder en los años de la Guerra Fría. Tales tácticas de la promoción de acuerdos militares merecen ser borradas de las relaciones renovadas entre Israel y América Latina, de manera tal que pueda distanciarse de Francia, Suecia y de su enemigo el Irán, que se han dedicado hoy a insuflar la carrera armamentista.

Los gestos convincentes a favor de la creación del Estado Palestino han estado ayunos de realizaciones, lo cual debilita la imagen de Israel dentro de la comunidad internacional. En tanto que las tesituras irreconciliables de los partidos políticos israelíes imposibilitan la visión unificada, siendo ello aprovechado por los sectores radicales y fundamentalistas árabes, en cuenta la desfachatez de los ayatollahs, como también por los ortodoxos judíos, todos ellos responsables de minar cualquier tratativa de paz, que al final desacreditan a Israel y los sectores árabes moderados.

La real afinidad entre las culturas judías y latinoamericanas, además de los vínculos indisolubles, compromete a los habitantes del Nuevo Mundo a multiplicar nuestros deseos y esfuerzos por que dos milenarias civilizaciones puedan cohabitar en paz. Si los fanáticos demenciales como Ahmadinejad, vienen a esta región a fomentar el odio y la intolerancia, entonces frente a tal aberraciòn, el mejor antídoto es estar presente en Tierra Santa para inculcar lo mejor de los valores de la convivencia, como es el sentido de la protección de la vida y el de la fraternidad humanas.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Alternativas de solución para prevenir el crimen.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La inseguridad ciudadana plantea profundas consecuencias éticas, psicológicas y culturales, lo que obliga a centrarse en cómo las distintas instituciones públicas y áreas del conocimiento pueden conjugarse para explorar las causas del fenómeno, identificar el problema verdadero, así como en medir los múltiples efectos sociales que se correlacionan con el reciente indicador de criminalidad, expuesto en este mes por el Estado de la Nación, el cual apunta en que se alcanzó la cifra de 11 homicidios por cada cien mil habitantes en Costa Rica.

Con base en lo demostrado por dicho indicador, además de lo que reflejan otros países latinoamericanos en cuestiones de creciente criminalidad, cabe inferir que todavía las cifras de los homicidios se ubican en niveles “controlables” de riesgo, es decir, falta demasiado para llegar a niveles patológicos, menos a equipararlas con grados preocupantes, que hagan suponer una fase de descomposición de la sociedad costarricense, como sí viene a suceder en el resto de Centroamérica, valorada como una de las regiones violentas del planeta.

La cantidad de homicidios pasó de 8 a 11 por cada cien mil personas. Antes del 2007 eran como máximo 5 por la misma cantidad de gente. Lo que significaba que la criminalidad se hallaba en los registros de normalidad histórica. Principalmente, el ascenso del crimen en las provincias de Limón y San José, en cuenta los asesinatos contra los propios delincuentes, son los casos que han movido los números.

Hasta ahora los argumentos de los partidos políticos en abordar la cuestión de la seguridad ciudadana son insuficientes, han privado las intervenciones de carácter institucional y funcionalistas, a saber, el énfasis en las acciones o los mecanismos judiciales, legales y policiales, cuando en verdad ello representan soluciones a medias. Sin convencer, por ahí se asoma lo tocante a la prevención primaria, a sabiendas de que ésta es incapaz de llegar a las raíces del origen del delito, o a dar respuesta a la interrogante de si en realidad son los deterioros en el ser y la identidad nacional (la sociedad ideológica), lo que ha comenzado a elevar los índices de criminalidad.

En décadas pasadas, la población en general manifestaba poseer menores ingresos, con todo y ello casi nadie perdía su vida a causa de un crimen. Mientras que en estos años, el índice de pobreza ha decrecido, la movilidad y el sistema de protección social han evolucionado de manera favorable, la criminalidad corre en dirección opuesta, en medio de una sociedad que prospera y abre oportunidades a todos los ciudadanos, en especial a la juventud. Esto quiere decir que el asunto de la desigualdad social ha ido perdiendo vigor como el principal factor que incide en la delincuencia.

La hipótesis que comienza a ser tomada con seriedad ante el incremento de la delincuencia, reside en la vulnerabilidad a que están sometidos los fundamentos de la convivencia humana que modelaron la cultura y las costumbres nacionales: el fenómeno precedido por el esquema de desarrollo económico, elegido a partir de la década de 1980, cuando este país decide integrar su economía al proceso de la globalización de los mercados internacionales. Al tiempo que esto último propició la estandarización global de valores (o antivalores), mediante un ilimitado peso mediático y publicitario, inculcados subliminalmente, en especial a la gente del mundo occidental.

Los nuevos dioses: el poder, el dinero, el consumismo desenfrenado, el culto a la violencia, las corrientes como el relativismo moral, así como el hedonismo permisivo, contribuyen a hacer mayormente complejo la sofisticación del delito y la criminalidad, además de que se internacionalizan. Todo ello se entrelaza, al extremo de permear las psicologías y los sistemas de valores nacionales, contra lo cual las familias, las instituciones educativas y los restantes componentes de la sociedad ideológica ponen de relieve su debilidad.

Tampoco es que a través de tal hipótesis de trabajo sea menospreciada esta nueva era de las interconexiones culturales, aceleradas por las tecnologías de la información y el perfeccionamiento de los medios de transporte, responsables de haber empequeñecido la Tierra. Lo cuestionado es la basura de la que el crimen se alimenta, la producida, a manera de escuela, por tales poderosos recursos electrónicos o aparatos de difusión, que ponen en una posición precaria la dignidad y la integridad del ser humano.

A decir verdad, sería conveniente retomar los fallidos proyectos de ley que, en su momento, formularon el presidente Daniel Oduber y Carmen Naranjo, Ministra de Cultura, Juventud y Deportes, con los cuales se intentaba, bajo criterios interdisciplinarios, poner límites a la difusión de ciertos programas televisivos y radiales (abusivos), que deforman la consciencia de la ciudadanía, los que sin lugar a dudas promueven la violencia y la criminalidad; de ser así, no estaríamos rasgándonos las vestiduras, acariciando imprudentemente la ley del Talión.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Costa Rica: cambios orgánicos en la política electoral.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

El bicameralismo llegó a ser una tesis que en las pasadas décadas rondaba por las instancias políticas de Costa Rica. En síntesis, el bicameralismo es aquel sistema político en el que existen dos cámaras o asambleas parlamentarias, en la que una representa a las provincias nacionales o Estados locales (según sean las circunstancias) con igualdad de representantes, y la otra al conjunto de la Nación y a los ciudadanos individualmente, en función de su número.

En los regímenes de tendencia corporativa la segunda cámara (el Senado) aspira a ser una representación orgánica de los factores políticos, económicos y sociales. En ella se supone que el debate es de mayor calidad que en el de la primera cámara, pues aquí son abordadas las necesidades particulares de cada provincia, o bien de un Estado miembro de una Federación, llámese, los Estados Unidos de América, México, etcétera. En pequeños Estados como República Dominicana opera el sistema bicameral, lo mismo que en algunos de desarrollo medio. De manera tal, que ni la extensión del territorio ni las condiciones económicas son condicionantes para la instauración de cámaras altas o Senados.

Sacar a relucir tal alternativa, se debe a la incertidumbre de que el Poder Legislativo costarricense está en deuda desde hace tiempo con la ciudadanía. Ello se pone de relieve en el descenso de la excelencia del debate político, en gran medida por el mecanismo de circunscripciones, en extremo electoralista, empleado en la escogencia de los diputados, el que obedece en parte, a criterios clientelistas, regionalistas, o bien a lealtades partidistas, como lo es la distribución de cuotas de poder, asignadas a los líderes de las cúpulas de los partidos.

Todo lo dicho anteriormente, ahuyenta de la política a los intelectuales, expertos y notables, quienes encuentran como un obstáculo infranqueable contra sus motivaciones, al propio sistema electoral de carácter piramidal, que da forma a las leyes electorales costarricenses. En palabras simples: para que una personalidad reconocida por sus aportes científicos, políticos y culturales, pueda alcanzar una curul en el Congreso, deberá enfrentarse en un escrutinio activo, a un gamonal de una región o a un militante habilidoso en cazar votos en las estructuras de base comunitarias o sectoriales.

Una limitante que pone en desventaja a gente desacostumbrada a realizar tareas relacionadas con el activismo electoral, tiene como origen el predominio de las asambleas distritales, cantonales, nacionales, es decir el “carrerismo político”, el que “certifica” la capacidad de los aspirantes a los puestos de elección popular, y de igual modo expresa los juegos de poder, frecuentemente personalistas, corporativos y localistas.

Por esta última razón, se le atribuye al Poder Legislativo el haber entrado a una fase de “municipalización”, desde luego que en esto tiene una enorme responsabilidad el debilitamiento de los partidos políticos, más entregados, como se dijo, a la competencia electoral y a responder a los apetitos de poder de determinadas élites y cacicazgos. Justamente, esta enfermedad la registran tanto las formaciones minoritarias como las mayoritarias, la cual se acentúa por toda América Latina.

La Cámara Alta podría constituirse en un paliativo para frenar el fenómeno de “la municipalización” de los parlamentos, pues consiste en ofrecer márgenes de participación más amplios a “la inteligencia nacional”, evitando que sea el político profesional, quien monopolice el proceso de producción de las leyes, obligado a depurarse. Valdría la pena que tal tesis del establecimiento del Senado, se adicione a la tendencia de la reforma parcial de la Constitución Política, dado que la convocatoria a una constituyente carece del consenso nacional. Asimismo, la Carta Magna de 1949 es sinónimo de cohesión ideológica, con la cual los diversos sectores políticos se encuentran identificados.

Además de la propuesta de un sistema político bicameral, hay otro planteamiento que ha quedado rezagado de la discusión interna: el que se encamina a establecer dos provincias nuevas, una al norte y la otra al sur del territorio nacional. Está asociado a la necesidad de aplicar cambios en la división político y administrativa. Resulta inconcebible que los cantones de Los Chiles, Upala, Ciudad Quesada y San Rafael de Guatuso, tan distantes del núcleo central de Alajuela, continúen formando parte de esa provincia. Por eso no es de extrañar, que excepto Ciudad Quesada, los demás ocupen posiciones inferiores en los índices de desarrollo cantonal.

Así como Golfito, Corredores, Buenos Aires, Osa y Pérez Zeledón se ven afectados por su lejanía de Puntarenas y San José, es obvio que su reducida influencia en los procesos de elección de diputados y de las autoridades burocráticas, restringe sus oportunidades de crecimiento y desarrollo, por cuanto en los principales centros urbanos de dichas provincias descansan las decisiones mayúsculas, las cuales en múltiples ocasiones marginan las necesidades de las zonas periféricas y rurales.

Cabe preguntarse entonces acerca de la disposición de las formaciones en realizar grandes innovaciones en el sistema electoral, lo que incluye la división territorial; tal vez esto contribuya a que se regrese a la política de las ideas, así como a la construcción de oportunidades de todo tipo, a las que habrán de seguir teniendo acceso los habitantes de este país.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Dos casos de virajes en la política latinoamericana.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Treinta años atrás América Latina era controlada por gobiernos autoritarios. A pesar del reciente “campanazo” en Honduras, el último fraude en los comicios regionales de Nicaragua y el ascenso de “un rey” en Venezuela, la región posee un mejor panorama político que en aquel entonces.

En países como El Salvador y el Uruguay, la derecha ultraconservadora y la izquierda intransigente han puesto de relieve ciertas tendencias que conducen a la sensatez, lo cual representa un alivio para el desarrollo democrático de la región. Si bien están lejos de ser cumplidos los objetivos de fortalecer la seguridad ciudadana, así como reducir la inequidad social, consecuencia de las desigualdades estructurales, lo mismo que la contención de los gastos militares.

Los resultados de los comicios generales en el Uruguay celebrados en octubre pasado, “reflejan una sociedad polarizada, pero no enemistada” (Ignacio Coló, 2009).

Tampoco es percibido como un país amenazado por las Fuerzas Armadas, de manera tal que se pensara en que dicha institución pudiera atreverse a interrumpir un eventual triunfo del candidato izquierdista y exguerrillero tupamaro José “el Pepe” Mujica, ganador en la primera ronda con el oficialista Partido Frente Amplio, que por cierto llevó a la presidencia en el 2004 al exitoso Tabaré Vázquez.

La derecha tradicional, ahora encabezada por el expresidentes Luis Lacalle, tampoco está apegada al neoliberalismo económico a ultranza de la década de 1980 y 1990. Por el contrario, se negó a atacar en esta campaña los positivos indicadores sociales del gobierno de Vázquez, cuyo programa político y realizaciones gubernamentales están volcados al pensamiento socialdemócrata europeizante.

En realidad, esa doctrina es compatible con la historia uruguaya. Desde principios del Siglo XX, la nación charrúa construyó el esquema de Estado protector, el que sentó las bases de la modernización social; lo que significó el establecimiento de una clase media fuerte, como también el comienzo de la industria orientada hacia el consumo interno, acompañada del incremento de la productividad del sector agropecuario.

Dicho legado lo ha reconstruido Vázquez y el Frente Amplio; de ahí que sea irreversible para Mujica, quien por demás estuvo a punto de conquistar la presidencia en la primera ronda. Las posturas moderadas que lo distinguieron, más la compañía de Danilo Astori como el candidato a vicepresidente, un economista que favorece las tesis de los mercados abiertos y los acuerdos comerciales del Uruguay con los Estados Unidos de América, hicieron reducir las incertidumbres de radicalización, que rodeaban antes la figura del candidato extupamaro y senador.

El Frente Amplio se ha ido transformando en centroizquierda; las alternativas de derecha representadas por el Partido Nacional y el Partido Colorado, se vienen transformando en centroderecha (Ignacio Coló). A veces pareciera ser débil la línea divisoria entre esa nueva derecha y la izquierda reformada uruguayas. Lo puede atestiguar el propio Presidente, quien salió casi ileso de las disputas electorales, particularmente por su orientación racional de la política macroeconómica.

Apenas hubo de ser cuestionado por la oposición por sus tesis a favor del polémico MERCOSUR. De todo esto se infiere, que el culto Uruguay será incapaz de buscar alianzas con el bloque de la izquierda anacrónica (el ALBA), aún en un segundo y consecutivo eventual gobierno del Frente Amplio, quien ha abandonado las recetas dogmáticas del socialismo de la revolución cubana.

Por lo visto “el fenómeno charrúa” ha permeado también la política en El Salvador, pues allí la derecha atraviesa “horas bajas”, sobre todo con la escisión de 12 de los 32 diputados del ultraderechista Partido Arena, que en estos días hicieron casa aparte.

Incluso pactaron con el izquierdista Partido FMLN la futura conformación del directorio del Congreso de la República (Juan José Dalton,2009); al igual, los disidentes se han puesto de acuerdo con la bancada ex insurgente en otras resoluciones que benefician al gobierno de Mauricio Funes.

La otrora monolítica Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), la fundó el militar Roberto D'Aubuisson, acusado nacional e internacionalmente de haber organizado los temidos escuadrones de la muerte y de ordenar el asesinato en 1980 del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero. Asimismo, gobernó durante veinte años con “mano dura en el terreno político y social”. Dicha formación fue una de las principales exponentes del "neoliberalismo ortodoxo" en el continente, tras las privatizaciones, la desmedida apertura comercial y la dolarización nacional.

A la extrema derecha salvadoreña (y centroamericana) le ha sido difícil digerir el fracaso electoral del pasado 15 de marzo, que condujo al poder al Presidente Funes que encabezó la papeleta del FMLN, su rival acérrimo. Esta vez, la conciliación pareciera estar muy distante, porque el grupo desertor, que atrae más adeptos, había comenzado a replicar las posiciones férreas del liderazgo tradicional de su partido, en especial las de Alfredo Cristiani, expresidente y banquero. Es decir, en el seno de ARENA surgió un bloque de centro derecha, encaminado a la moderación, el cual intenta refundar un partido, que sea menos autoritario, más democrático y amplio (Alberto Arene, 2009).

Por otra parte, el Presidente Mauricio Funes tampoco las tiene todas consigo. El grupo intrasigente del FMLN le cobra su acercamiento con la empresa privada local, un sector económico que está actuando con pragmatismo frente al nuevo Gobierno de izquierda, quien está gobernando de forma sopesada, evitando alianzas políticas en el extranjero (por ejemplo con el ALBA) y trabajando con relativa independencia del FMLN. Tanto es así, que Funes ha reprobado el discurso antiestadounidense de su Vicepresidente Salvador Sánchez, representante de la línea dura. La que además se opone a que sea empleada la institución del Ejército, para que refuerce la Policía Nacional en las misiones contra la delincuencia y el crimen organizado.

El Uruguay y El Salvador ponen de manifiesto en que sí es posible inyectar a la política latinoamericana dosis de realismo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Perfeccionar el discurso político.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las políticas públicas son una disciplina que busca dar solución a las necesidades de la sociedad desde la perspectiva de la escasez de los recursos. En su diseño e implementación técnica confluyen otras disciplinas como el derecho, la economía, las ciencias sociales y la ingeniería. Las políticas públicas dan respuesta a los requerimientos sociales, por eso se preguntan ¿en qué invertir los recursos públicos, para lograr qué resultados, a través de qué medios?

En un Estado de derecho, las políticas públicas se esfuerzan por conjugar con la realidad las leyes y normativas de una determinada materia, sea que se trate de regulación, educación, desarrollo social, salud, seguridad ciudadana, infraestructura, comunicaciones, energía, o agricultura; y con todo ello, perseguir el logro de los objetivos planteados en los planes gubernamentales y los documentos de proyectos.

Asimismo, entran en esta disciplina los tratados internacionales y las declaraciones de principios de los Estados individuales o bien vinculados con organizaciones multilaterales, entre ellas, las Naciones Unidas, la OEA y la Unión Europea, las cuales ponen énfasis en la cohesión social y la gobernabilidad hacia desarrollos globales e integradores.

El uso y la asignación eficiente y eficaz de los recursos representan las vértebras de las políticas públicas. En buena teoría, la formulación, evaluación y gerencia de proyectos de inversión del gobierno, se ven comprometidas a enlazarse con ellas, y viceversa. El punto de partida de tal reciprocidad, se localiza en la acertada identificación de los problemas y las necesidades nacionales, toda vez que allí descansa el exitoso y racional aprovechamiento de los limitados factores de la producción.

Los programas de los partidos políticos en este período electoral, deberían de superar la retórica tradicional, a cambio de que sus ideas se concentren en la búsqueda de las alternativas de solución de los asuntos sensibles de la realidad costarricense, proponiendo en el discurso el orden de prioridades en pos de alcanzar el desarrollo generalizado; éste sustentado en esquemas de participación de la sociedad civil. Tal que asignaturas como el agotamiento de la infraestructura rural, a saber, los puentes y las carreteras rurales, guarden un equilibrio con el desempeño de objetivos macroeconómicos, relacionados con el mejoramiento de la infraestructura compleja, llámese puertos, aeropuertos, zonas francas y telecomunicaciones.

Las políticas públicas, lo mismo que la formulación y evaluación de proyectos de inversión gubernamental tienen que correr parejo, a fin de prevenir el riesgo del desperdicio y la ligereza con que suelen ser identificadas las vulnerabilidades, a causa de la carencia de diagnósticos, decisiones equivocadas, o insuficientemente planeadas, lo que es desde todo punto de vista deleznable en naciones que acumulan amplio criterio experto y que se aproximan a alcanzar el desarrollo.

Las guías metodológicas sobre preinversión, las que diversas entidades como MIDEPLAN, el Instituto Centroamericano de Administración Pública (ICAP), así como algunos institutos de investigación académica, ofrecen conceptos y técnicas novedosas, que los propios partidos podrían aprovechar en su oferta política, particularmente en la misión de elevar el nivel del mensaje de esta campaña electoral, en medio del escenario de una nación que posee el potencial de disminuir la pobreza, pues ha quedado demostrado su potencial humano, el cual le ha permitido convertirse en asiento de empresas transnacionales destacadísimas como INTEL, y a la vez contar con el talento humano para construir el motor de plasma, diseñado para viajes espaciales.

lunes, 19 de octubre de 2009

Los socialismos residuales.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Nada menos que el gobierno socialista de Chile resucitó en días pasados la lúgubre “ley antiterrorista”, promulgada en tiempos del déspota Augusto Pinochet. La ha vuelto a poner en vigor para sofocar las protestas sociales de los indígenas mapuches de la región de la Araucaria; en tanto que el gobierno de Bachelet ha puesto en evidencia su incapacidad de resolución ante las demandas de esa minoría étnica que busca un mejor tren de vida.

Las repetidas advertencias de la Organización de las Naciones Unidas de disuadir al gobierno chileno a que se abstenga de la aplicación de dicha ley represiva, han sido desatendidas. Como es usual en democracias tuteladas por las Fuerzas Armadas, empeñadas en fabricar enemigos internos, los mapuches son acusados de pretender la desestabilización de las instituciones legales.

Bajo el pretexto de ocultar todavía las tensiones sumergidas de una sociedad restaurada, que, además de encabezar la carrera armamentista en la región, Chile ha sido negligente en distribuir de manera equitativa los ingresos de su floreciente crecimiento económico; pues sigue siendo tan inequitativo como cualquier otro país latinoamericano.

Lo que sí cuesta explicar son los resultados de algunas agencias calificadoras de gobernabilidad y de avance institucional democrático, las cuales colocan a la nación chilena por encima de Costa Rica; al colmo que una de ellas ha ubicado a Venezuela en un rango positivo de desarrollo humano, pisándole los talones a este país. Probablemente, esas entidades están dominadas por cierto sesgo ideológico.

La nueva versión del socialismo internacional es incoherente, ya que hay una enorme distancia entre su retórica y las acciones políticas. El Ecuador es otro caso desatinado. Con los mismos términos ofensivos empleados por el gobierno chileno, los aborígenes tuvieron que soportar la violencia desplegada por el gobierno de Rafael Correa, promotor de leyes de minería y de privatización del agua, a las que se oponen de manera decidida los nativos amazónicos.

Según este mandatario afín a las ideas anacrónicas del “Socialismo del siglo XXl”, esos indígenas, quienes organizaron las manifestaciones en defensa de los recursos naturales, son extremistas, aliados de la derecha, los que solo persiguen desestabilizar su gobierno “de identidad popular”. Todo ello pone en evidencia, una vez más, la naturaleza represiva de los países socios del ALBA, cuyos gobiernos consiguen ser tan autoritarios como las pasadas dictaduras militares, las cuales prolongaron también la situación de marginalidad de las minorías
étnicas.

En la otra orilla del planeta se localiza la China Popular, abanderada del otro esquema residual de “socialismo internacional”, el cual funciona, igualmente, con base en la represión. Los acontecimientos de la región autónoma de Xinjiang (al noroeste de la China continental), donde habita la minoría Uigur, mayoritariamente musulmana y con idioma de origen turco, atestiguan hechos vergonzosos, ya que desde hace rato esa etnia continúa siendo víctima del miserable disfraz de la lucha antiterrorista del régimen totalitario.

Por qué extrañarse. China es experta en el uso de mecanismos sofisticados de discriminación religiosa y cultural, así como de otras acciones típicas de violaciones contra los derechos fundamentales, con los cuales esta vez ha logrado desplazar la etnia Uigur, a fin de favorecer el repoblamiento de la etnia Han, la más numerosa de ese gigante asiático.

Sin duda que los socialismos residuales del siglo XXl reciclaron el recurso del método ideado por José Stalin, Mao Tse-Tung y el dinosauro Fidel Castro, aquel que arremete contra todo tipo de distensión, signada como un peligro letal.

martes, 13 de octubre de 2009

La política internacional: un testigo en las elecciones de Costa Rica.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

El proceso electoral de Costa Rica acaba de arrancar, finalizará con los comicios del 7 de febrero del 2010. La libertad y el pluralismo político dominarán el ambiente de esta campaña, distintivos de la historia republicana de un país pequeño, ubicado en el grupo de democracias sólidas y maduras.

Por esto mismo, cae bien hacer un repaso del clima político internacional, susceptible de condicionar en buena parte el debate nacional, en virtud de la naturaleza abierta y adaptable de la sociedad costarricense frente a los cambios sustanciales o bien circunstanciales, derivados del entorno global; lo que equivale a lo denominado por las ciencias sociales estadounidenses como “resiliencia”.

La recesión y los momentos críticos de las finanzas mundiales son fenómenos que pudieron haber deteriorado de manera pronunciada la economía local. Con la habilidad del gobierno y del sector privado de este país se consiguió administrar, de manera correcta, los impactos de tal inestabilidad, aunado a que en los pasados dos meses han comenzado a percibirse leves recuperaciones en los mercados y las instituciones bursátiles.

Sin embargo, continúan siendo riesgos inherentes el desempleo en los países industrializados, la débil reactivación del consumo interno, las transacciones de materias primas, al igual que la resequedad en la facilitación del crédito, lo que es de prever la exigencia de los partidos políticos de exponer ante los ciudadanos sus acciones programáticas y las propias capacidades, con vistas a mitigar los efectos domésticos causados por los deterioros en la economía mundial.

Corre parejo a lo antes dicho, la tendencia ascendente a favor de la producción de energías renovables y la reducción de las emisiones de gases, que provocan el efecto de invernadero. Estas disciplinas adquieren amplio margen en la agenda multilateral, particularmente ante las preocupaciones acerca del cambio climático, así como la volatilidad de los precios del petróleo y de otros combustibles fósiles, lo cual arrastra graves implicaciones contra la sostenibilidad global.

En el caso preciso de las compras del petróleo, dos años atrás Costa Rica había experimentado déficit en su balanza comercial, lo mismo que lograron elevar la inflación. Razón por la cual, la producción de energías renovables o alternativas tampoco se escapará de los planteamientos de los partidos.

La visión multilateralista del Presidente Barack Obama, laureado con el Premio Nobel de la Paz, supone, esta vez, la continuación de una “política blanda”, por parte de los Estados Unidos de América. Esta parece ser la ruta con la cual Obama encarará las múltiples cuestiones sensibles de la comunidad internacional, reflejándose en las posturas hacia América Latina, sustentadas en el rechazo a la intromisión de Washington en los asuntos internos de los países del Hemisferio Occidental; con la excepción de recetar al Brasil como el líder de la región.

Con todo y esa política “benigna”, hay que evitar las ilusiones acerca de un acercamiento estrecho de la Administración Obama hacia América Latina, por cuanto el interés de la Casa Blanca se inclina en resolver las disputas entre judíos y palestinos en el Medio Oriente, principal proveedor de los recursos energéticos. En el orden de prioridades, destacan también las frustraciones de la guerra en Afganistán de casi ocho años, enquistada en Pakistán, la única potencia nuclear musulmana , amenazada por los golpes terroristas, patrocinados por los Talibanes, socios de Al Qaeda.

El Irán y Corea del Norte, que ceden poco en cuanto a retroceder en sus ambiciones nucleares, comprometen a Washington en concentrar sus esfuerzos en dichas regiones neurálgicas, las cuales representan un inminente factor de riesgo para la paz y la seguridad internacionales.

En cambio, otros ámbitos de la política internacional se ubican en posiciones periféricas. Sino, obsérvese las principales acciones de Washington hacia América Latina, las que apenas se han orientado a fortalecer la cooperación con México, en el objetivo de enfrentar el ascenso de la criminalidad, provocada por los cárteles del narcotráfico, quienes comenzaron a perfeccionar sus redes en Centroamérica, bajo el peligro de que la provincia costarricense de Limón reúna condiciones de vulnerabilidad.

En este capítulo ha cobrado vigor el establecimiento de las siete bases militares estadounidenses en Colombia, acompañado de ambiguos pronunciamientos en torno a la carrera armamentista en América Latina. En tanto que la Administración Obama manifiesta una asombrosa pasividad ante la ofensiva de Francia, Rusia, el Irán y la China Popular en forjar acuerdos militares con varias naciones latinoamericanas.

Todavía están ausentes en los discursos de Washington, como los de varios países industrializados, sus políticas tangibles para con la cooperación y la ayuda para el desarrollo, enmarcados en los Objetivos del Desarrollo del Milenio, lo cual habría de favorecer a las naciones más pobres como las de Centroamérica y de Suramérica. La discriminación practicada contra las naciones de renta media, categoría en que se ubica Costa Rica, entra en tal episodio de las indiferencias.

Por otra parte, sería un error garrafal que en esta campaña electoral, los partidos políticos le den la espalda al golpe de Estado en Honduras, que además de la reaparición de los militares, asumiendo la posición de árbitros en medio de las discrepancias que resultan de la sociedad política, el resquebrajamiento puede inflamarse más al figurar en adelante grupos de paramilitares colombianos.

Si bien la nación hondureña ha poseído una relevancia mínima en la política internacional, lo cierto es que atrajo la atención a raíz del golpe, por cuanto ha hecho retroceder la endeble institucionalidad e integración democrática del istmo. Hay que tomar en consideración que Centroamérica representa un destino primordial de la producción nacional, donde a su vez se ha construido un espacio económico común, al punto de haberse negociado como bloque una serie de acuerdos comerciales, entre ellos, con los Estados Unidos de América y el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea.

Por lo pronto, los apetitos de poder regional del Presidente Hugo Chávez alcanzarán poca repercusión en las elecciones costarricenses, a menos que la hilaridad que produce acá el Embajador venezolano, sea convertible por algunos grupúsculos locales en fragmento del “Libro rojo bolivariano”.

lunes, 5 de octubre de 2009

Añadir exigencias de política a la cooperación de la Unión Europea.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las autoridades de la Unión Europea (UE) anunciaron en estos días la propuesta de “una asociación de actores globales”, mediante la cual ponen de manifiesto su aspiración de redoblar, en los siguientes cinco años, la cooperación y los acercamientos con América Latina, elevando el financiamiento en euros de los programas, así como enfatizando en la conclusión de los acuerdos de asociación económicos y comerciales que se negocian con el MERCOSUR, el bloque Andino y Centroamérica.

Eso sí, en el modelo revelado por el bloque comunitario se desvía la cuestión de los subsidios agrícolas, en lo cual es responsable de haber creado incentivos viciosos e ineficiencia en la economía, al poner a su vez en desventaja las economías en vías de desarrollo, productoras de materias primas.

Por ahora, hay que aprovechar ese interés de la UE de traer debajo del brazo una agenda de cooperación renovada a favor de este subcontinente. Después intentaremos abordar lo relacionado con los subsidios: un asunto por demás sensitivo, que ni siquiera en el seno de la Ronda de Doha se han logrado avances significativos.

Con todo, resulta positivo que las relaciones de cooperación entre Europa y América Latina abriguen, además de las ya reconocidas en el ámbito político y de la integración birregional, otras distintas disciplinas relacionadas con la prevención de las inestabilidades económicas y financieras, el calentamiento global y el cambio climático, al igual que la producción de energías renovables; dentro de lo que ha de ser útil el “mecanismo de inversión en América Latina (MIAL).

De acuerdo con la exposición europea, dicho mecanismo tendrá "un efecto de palanca" para movilizar recursos de las instituciones financieras, a fin de respaldar proyectos de inversión en infraestructura energética, esto en compañía de respetar el medio ambiente, toda vez que se propiciará el desarrollo económico y la creación de nuevos puestos de trabajo (propongo aquí la idea de crear “empleos verdes”).

Al estudiar tales planteamientos, me nace la preocupación sobre un error recurrente por parte de la UE y del propio Estados Unidos de América, consistente en obviar las realidades políticas internas de cada uno de los países en desarrollo, entre ellos, los latinoamericanos, particularmente, en el tiempo en que se define la visión de las acciones cooperativas, derivadas de sus estrategias asociadas con la ayuda al desarrollo.

La Alianza para el Progreso de John F. Kennedy fracasó en aquel entonces, porque se descartó el rol obstruccionista de las élites políticas, económicas y militares, quienes se resistieron a acompañar un desarrollo institucional, fundamentado en los principios de la justicia distributiva. Al final, el elemento de la asistencia financiera fue lo único aprovechado de dicho plan del Presidente estadounidense, ya que las rígidas estructuras de poder social, así como la alta tenencia de la tierra, fueron fenómenos que permanecieron casi inalterados.

De allí las frustraciones tanto de los propios cooperantes como de los grupos más vulnerables de la región, a quienes son enfocados los proyectos, dado que en un principio la ayuda al desarrollo se visualiza con el cambio en las sociedades, aunque la experiencia demuestra lo opuesto.

Puede ser la ligereza con que el Norte rico actúa en sus múltiples planes de cooperación internacional, como también en la asignación de la ayuda humanitaria, al poseer insuficiente comprensión de la “lógica política”, o bien sobre la psicología de las élites tradicionales que en América Latina concentran el poder.

No es raro que estas últimas clases sociales, a igual que el clan emergente de populistas de la región, se apropien de modo delictivo de estos recursos externos. Lo cierto es que se empeñan además en cerrarle a los sectores sociales subordinados los accesos de participación, obstaculizando la construcción de sociedades prósperas y democráticas; justo en lo cual la distribución del componente de la asistencia internacional debería de transformarse en medida de presión para seguir impidiendo tales retrocesos.

Así por ejemplo, las naciones desarrolladas podrían condicionar la cooperación y las inversiones transferidas, exigiendo a los países receptores que, a efecto de generar mayor riqueza, procedan a mejorar sus sistemas tributarios de recaudación fiscal. Dicha política implicará “que los ricos paguen como ricos”; se podrá enfrentar mejor la pobreza, habida cuenta de la precariedad de los ingresos obtenidos por los Estados nacionales en tal fuente de financiamiento de sus gastos.

De la forma correcta en que lo practicará Costa Rica con la entrada en vigencia de la ley de las zonas francas; los cooperantes podrían disuadir a los países receptores de ayuda y de recursos de capitales externos, acerca de la conveniencia de la reducción de las desigualdades entre las regiones urbanas avanzadas y las rurales agrícolas (comúnmente postergadas), a través del mejoramiento de la infraestructura y la transferencia de una porción de la inversión extranjera hacia las zonas de menor desarrollo, lo que favorecerá el empleo y la calidad de vida.

Todo lo anterior conducirá a que las cooperaciones internacionales estarían lejos de concebirse de un modo aislado de las realidades del poder político, tal como ha sido la norma. Por el contrario, ellas se convertirían en genuina herramienta de los países desarrollados, en aras de promover el cambio y la modernización en las naciones pobres; sería como una especie de condicionalidad democrática que se institucionalizará en las relaciones políticas y de cooperación entre los Estados desarrollados y los más necesitados.

Lo advierten algunos científicos sociales estadounidenses, quienes aseguran que “en no pocas naciones de América Latina es imposible estimular las transformaciones sociales desde adentro, sino que éstas hay que alentarlas desde afuera, bajo la colaboración solidaria de las potencias democráticas.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La Cumbre de Pittsburg: un experimento en las relaciones del poder internacional.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Durante la semana que pasó, la ciudad de Pittsburgh albergó la Cumbre de Jefes de Estados de países, que conforman el G.20, el principal foro de la cooperación económica mundial, autodenominado así por las naciones más poderosas, esta vez acompañadas de once países con “economías emergentes”, entre las que cabe destacar aquí a Argentina, Brasil y México, en representación de América Latina.

El grupo de naciones del G-8 se transformó ahora en G-20, a petición del Presidente Barack Obama, sustentado en su enfoque multilateralista, ya que el primer esquema era visualizado como una asociación antidemocrática, la cual tomaba decisiones a “puertas cerradas”.

Las negociaciones hacia la reforma del sistema financiero concentraron la atención de los Jefes de Estado, de suerte tal que el acuerdo medular de la Cumbre consigna la tarea, que se impone dicho Grupo, de convertirse en el contralor de la economía internacional, a causa de la negativa experiencia de los excesos del sector bancario que, al carecer de regulación, consiguió desestabilizar la economía global.

El compromiso de fortalecer las bases del crecimiento sostenido, venido a menos quince meses atrás, resalta entre los acuerdos relevantes del G-20, así como la voluntad de resolución demostrada por dichos líderes alrededor de las debilidades que condujeron a la presente recesión.

Sin embargo, al ser escuchado ese pronunciamiento a favor del crecimiento continuo, hay que hacer mención de las preocupaciones del economista y Premio Nobel, Joseph Stiglitz, quien confirma el paralelismo existente entre el crecimiento de la producción y la sobreexplotación de los recursos naturales, lo mismo que la degradación del medio ambiente, en especial los efectos perniciosos sobre el cambio climático.

Así entonces y por más buenas intenciones de respaldar la reunión de Copenhague en diciembre de este año, en la que será abordado el asunto (lleno de desacuerdos) de la reducción de nuevas metas de disminución de emisiones contaminantes, habrá de ponerse en tela de juicio que la reactivación productiva (el incremento del PIB de los países), por iniciativa de dicho grupo, sea sinónimo de sostenibilidad y bienestar, o bien, que la recuperación traiga consigo la reducción de las disparidades y las desigualdades entre las grandes y las pequeñas economías.

Ninguna simpatía debería de originar que el G-20 se constituya “en el consejo de administración de la economía mundial”, dado que una buena parte de los miembros, que conforma dicho club selectivo, ostenta modestas estadísticas en cuanto a desempeño macroeconómico, al igual que varios de ellos han insuflado las tensiones políticas regionales, ya sea porque ponen por encima sus intereses estratégicos, intensificando la carrera armamentista en diferentes escenarios de conflicto.

A decir verdad, la responsabilidad de la crisis financiera ha descansado en las economías poderosas, entre ellas, los Estados Unidos de América, Canadá y la propia Europa. En cambio, casi la mayoría de los países en desarrollo hubieron de alcanzar un mejoramiento de sus cuentas nacionales por presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La cooperación entre el Norte y el Sur, como lo proclama el G-77 (compuesto por países del Tercer Mundo) seguirá siendo materia endeble en el caso de las declaraciones diplomáticas, originadas en el seno de las potencias globales. Es decir, esta asignatura está distante del orden de prioridades de las naciones altamente industrializadas; de la cual las naciones con economías emergentes parecieran que se han desentendido también.

Las ambiciones de estas últimas se perfilan más que todo a entronizarse, de modo activo, en los centros de las decisiones globales, construyendo con las grandes potencias un “condominio del poder”, lo que les facilitará la defensa de sus propios objetivos políticos, económicos y militares. Específicamente, uno de ellos fue ya cumplido, de manera parcial, en la Cumbre de Pittsburgh, dado que en el reparto de los votos, el G-20 se apresta a proponer en Estambul un traspaso de al menos un 5% de los votos del FMI a los países emergentes.

No es de extrañar que en repetidas oportunidades las visiones de las nuevas potencias riñan con las de las economías débiles, incluso con las de Estados nacionales de renta media. El mejor ejemplo de lo que acaba de citarse, viene a serlo el MERCOSUR, que, entre otros aspectos, ha puesto de manifiesto las fuertes contradicciones entre el Brasil y Paraguay, a causa del mercado hidroeléctrico, como también las de Argentina y el Uruguay, a raíz de la construcción de industrias fronterizas de celulosa.

Asimismo, en lo que respecta al rezago energético que manifiestan tener una mayoría de sus probables (ex) socios del Sur, bien se puede afirmar que son casi a cuentagotas los planes cooperativos dentro del esquema Sur - Sur, promovidos por las potencias emergentes, a pesar de sus grandes reservas de recursos fósiles, además de los conocimientos tecnológicos, poseídos en este sector crucial de la economía internacional.

De allí, como lo subraya el chileno Luis Maira, de lo indispensable que es desarrollar eficientes políticas exteriores en los segmentos social, energético, agrícola, medio ambiental, etcétera, a fin de evitar que las economías pequeñas se transformen en “Estados clientes” (A.W. Singham, 1992) de ese condominio, que, en adelante, pudiera ser que modifique la estructura del poder político y económico mundiales.

lunes, 21 de septiembre de 2009

"Señales de esperanza" en las relaciones entre Rusia y los Estados Unidos de América.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La crisis de los misiles a comienzos de la década de 1960, cuyo epicentro fue Cuba, reveló la madurez de los Estados Unidos de América y de la desaparecida Unión Soviética, quienes hicieron todo lo posible por evitar una verdadera hecatombe nuclear. A partir de aquí florecieron negociaciones entre los dos gigantes, concentrados en la sobrevivencia del planeta y de la especie humana, hasta avanzar a la siguiente etapa del apaciguamiento y la distensión, en la cual se apuntó con especial preocupación la carrera armamentista y la proliferación de las armas atómicas.


El monopolio de la fuerza de las armas de destrucción total debía quedar en manos sensatas. En medio de la Guerra Fría, Washington y Moscú hicieron esfuerzos por difundir una cultura de paz, la cual caló por todo el orbe. El beneficio agregado a ello tuvo como significado que la sociedad civil rusa evitara desarraigarse de la ética de la civilización occidental. Ni la persecución por parte del dogmatismo, tampoco los Gulag de la Siberia pudieron borrarlos. Eso era imposible, pues sobre la base de ellos descansaron los innumerables aportes a la humanidad, ofrendados por
la “Gran Madre Rusia”.

La doctrina del perfil poco visible aminoró el peligro de la guerra absoluta; la crisis de los misiles fue una pesadilla. Por eso, estuvo lejos en las mentes de los líderes americanos y rusos la repetición de una circunstancia de alta tensión, con todo y las guerras anticolonialistas en el África, la guerrilla latinoamericana, el panarabismo en el Medio Oriente, los movimientos de liberación nacional en el Asia, particularmente en Indochina, las cuales eran secundadas por los juegos de poder de ambas superpotencias y sus virtuales ingredientes : los intereses ideológicos (el capitalismo versus el comunismo) y estratégico militares (la OTAN y el Pacto de Varsovia), de naturaleza expansionista.

El multilateralismo recobró relevancia, la Organización de las Naciones Unidas llevó a cabo un despliegue intenso en tal dirección. Sin embargo, el unilateralismo, traducido en la iniciativa de defensa estratégica (Guerra de las Galaxias) de los Estados Unidos de América, impulsado por Ronald Reagan en la década de 1980, puso fin al poder hegemónico de la Unión Soviética en Europa del Este, cuyo proyecto de “planificación centralizada de la economía” venía desplomándose a causa de la voluminosa burocracia, el despilfarro, la ineficiencia tecnológica, como también por el alto costo y riesgo inherentes y elevados de financiar sus satélites europeos, incluso la propia Cuba. En ese entonces, la perestroika y el glásnot revelaron su impotencia en evitar la caída libre del imperio comunista.

1989 como punto culminante y los acontecimientos de los años que siguieron, terminaron de quitarle el velo del engaño al totalitarismo comunista ateo; ya el diplomático estadounidense George Kennan décadas atrás había pronosticado el colapso del aparato soviético, al que le fue insoportable mantener el ritmo que lo acercara a la velocidad que implantó Reagan en los programas de defensa e innovación científica. El riesgo de la guerra nuclear perdió mucho más vigor, a raíz de la extinción del sistema comunista internacional. El resultado final de esta historia lo dictó el triunfo del capitalismo y de los valores de la democracia liberal, que acabaron de vulnerar las naciones de la Cortina de Hierro y lo hará en cualquier oportunidad con los regímenes represivos de la China Popular, Corea del Norte y Cuba, aunque esto llevará algún tiempo todavía.

Con el arribo de Vladimir Putin a Rusia se suscitaron unas cuantas réplicas de la Guerra Fría, que se suponía superada totalmente, particularmente ante la cuestión de los escudos antimisiles. Esta vez bajo la sombra de la amenaza del Irán y su programa nuclear subimperialista, que al desvelar a la Casa Blanca, puso en alerta al presidente George W. Bush, quien se decidió en su momento a fijar radares e interceptores de misiles balísticos de largo alcance en Checa y Polonia.

Tajante ha sido la oposición rusa frente a dicho programa, el cual originó serios desacuerdos con Bush, al punto que el Kremlin declaró su disposición de emplazar un proyecto de igual magnitud en su territorio, porque valoró siempre el proyecto antibalístico estadounidense, como una grave provocación de la OTAN, en tanto que, al concretarlo, utilizaría a ex aliados soviéticos (hoy inamistosos), situados cerca de sus fronteras.

Realmente se desconocía si estaba presupuestado que el Presidente Barack Obama determinara abandonar, tan pronto, el proyecto estadounidense de implantar el escudo antimisiles en Europa Central, incluido el cambio de enfoque en torno al Irán, a quien se le ha minimizado como “peligro inmediato”, tal como consta en las versiones difundidas el pasado fin de semana.

Mientras hubo de ser candidato, los pronunciamientos de Obama fueron difusos frente a dicho programa de seguridad defensiva. Lo cierto es que el Presidente dio un paso que ha originado alivio y satisfacción en Europa y en la propia OTAN, la que se dispone a recuperar ahora los mecanismos cooperativos con Moscú, los cuales han venido a menos, sobre todo por el malestar que generó la invasión de Rusia contra Georgia en el Cáucaso.

Vistas así las cosas, esta última réplica de la Guerra Fría, o sea los escudos defensivos, tiende a desaparecer del mapa internacional. Asimismo, Rusia echará marcha atrás con su proyecto antibalístico. Por lo tanto, sería preferible que el conflicto de Georgia, en cuenta las separaciones de su territorio de Abjasia y Osetia del Sur, posean en adelante una baja intensidad por su carácter marginal, al igual que la desatención de las rabietas de Checa y Polonia, las que rechazan el giro radical positivo del Presidente Obama alrededor de los escudos.

El uso de la fórmula del costo-beneficio es bastante clave en la valoración y el control de las fuentes de riesgo de la política internacional. En razón de esto último, lo que prosigue tiene que ver con el fortalecimiento de la confianza, con miras a facilitar las coordinaciones y cooperaciones entre Rusia y la OTAN, en las misiones de enfrentar el terrorismo y el tráfico de narcóticos, ambos sembrados en Afganistán, lo mismo que la proliferación de las armas de destrucción masiva, entre ellas las armas químicas y biológicas. Y de haber conclusiones exitosas, los beneficios habrán de alcanzar a toda la sociedad internacional, sin importar los sacrificios.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Suramérica: con rumbo equivocado

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las naciones suramericanas han puesto en evidencia su desánimo frente a sus propios esquemas de integración regional, ya que en esta década la constante son los desacuerdos internos en los distintos renglones. Estos se exteriorizan en las relaciones económicas y comerciales, en los diferendos limítrofes y las visiones disímiles de cada gobierno, en lo corresponde a mitigar la producción y el tráfico de drogas, al igual que en el modo de enfrentar la criminalidad transnacional.

Las pruebas salen sobrando, a saber, lo publicado por diversas fuentes noticiosas, acerca de los movimientos diplomáticos hechos de manera independiente por el Brasil, Venezuela y Chile, destinados a ir construyendo “sociedades obligatorias” con potencias extrarregionales, en las cuales se pone mayor énfasis en la aprobación de alianzas militares y las compras de armamentos, representando ello la última “invención y generación” de mecanismos cooperativos de carácter internacional fijados por los diez países suramericanos.

El riesgo que entraña tal comportamiento de política exterior consiste en “la peligrosa carrera armamentista” (La Nación, 13-lX-09) resultante, en parte, de dichas vinculaciones extracontinentales. Las nuevas asociaciones, basadas en este tipo de acuerdos militares, exponen la combinación de sistemas políticos que en teoría se contradicen entre sí, lo que se suponía eran escasamente predecibles años atrás.

Francia, dirigida hoy por el gobierno de derecha de Nicolás Sarkozi, ha puesto su olfato a trabajar, por eso ha hecho cálculos minuciosos, a fin de ocupar un lugar en los malabares de la política suramericana. Tampoco es de extrañar esta ofensiva, dado que la antecede su tradicional e inigualable política extranjera zigzagueante.

Tanto fue así que en tiempos de Felipe Petain se humilló, aliándose con el fascismo hitleriano, luego en la reconstrucción apostó por la ayuda de posguerra del Plan Marshall estadounidense; sin importarle luego golpear duramente a Argelia y el Vietcong; en medio de la Guerra Fría condescendió con el imperialismo soviético, ya que era una forma de aliviar su frustración (imborrable) ante la pérdida de poder de su liderazgo en Europa, a causa de la influencia de los Estados Unidos de América en el viejo continente, la que los franceses siempre han tratado de aplacar en América Latina y en otros rincones del planeta.

Ni más ni menos que París ha hecho “una excelente lectura” acerca del nacionalismo militar brasileño y de las tendencias políticas antiestadounidenses que corren en el sur del hemisferio, al concretar con ese gigante ofertas de ventas de submarinos propulsados con energía nuclear, adicionadas a transacciones de cazabombarderos, todas por un valor de $12.000 millones. El monto supera en “tres veces el costo de la cooperación del Plan Colombia”, patrocinado por Washington.

En consecuencia, el izquierdista presidente Luis Ignacio Lula da Silva pretende montar una industria bélica propia a partir “del know how” francés” (Darío Pignotti, 2009). Lo cual ha puesto a la defensiva a su rival la Argentina, que se muestra impotente en igualar los objetivos estratégicos de su vecino, en vista de que arrastra una economía bien debilitada. En cambio, Lula sigue hechizado en proteger con maquinaria de guerra los hallazgos de las reservas petroleras submarinas del océano Atlántico, como también en preservar la gran masa selvática de la Amazonia, que dicho sea de paso la han dañado sus propios compatriotas.

Dentro de los cálculos de Lula yace la expectativa de que su país llegará a contar con la mayor reserva de uranio del planeta, lo que incentiva el “imaginario” nacionalista, obsesionándose en que su país podría sentarse en un escaño permanente del Consejo Permanente de la Organización de las Naciones Unidas, a pesar de apartarse, con frecuencia, de sus antecedentes revolucionarios de ocuparse exclusivamente en cómo superar el flagelo de la monumental pobreza que desafía a su gobierno.

Máximo ahora, el mandatario brasileño sigue alucinando, por cuanto en la última visita oficial, Sarkozi le anunció el respaldo de su gobierno en torno al objetivo de transformar al Brasil en potencia global, contribuyendo a convertirlo en miembro permanente del máximo órgano de la Organización.

Por su parte, las empresas francesas, respaldadas por Sarkozi, construirán una central nuclear en Río Janeiro. Aunque se ha negado a practicarlo con el mundo en desarrollo en los rubros de la cooperación técnica y científica convencional; al parecer París sí estaría liberando conocimiento tecnológico (sin restricciones de patentes) en pos de que los brasileños desarrollen sus programas atómicos para fines pacíficos. El temor radica en que dichas buenas intenciones evolucionen hacia una plataforma de objetivos subimperialistas, que simultáneamente le otorgan poderes supremos a las Fuerzas Armadas, que principalmente en el Brasil acumulan un grueso expediente antidemocrático.

Obviamente, que la carrera armamentista en América del Sur acompaña los anhelos de los militares por recobrar el poder, lo cuales resultarían imparables. Posiblemente, el gobierno de Chile ha olvidado esa lección, porque imita igualmente a Venezuela y al Brasil con la compra intercontinental de equipos bélicos, al tiempo que ha intuido la necesidad de atraer “socios obligatorios extranjeros”, como en Europa, la que se presta lamentablemente a estas andanzas de comercializar armamentos con democracias en riesgo, traumadas por los despotismos.

Adversarios acérrimos de Chile, como Bolivia, signada por complejidades sociales y étnicas de origen estructural acaba de presupuestar $100 millones para renovar su armamento, es posible que lo adquiera de Europa o de Rusia. Tampoco Perú quiere rezagarse, dado que prevé el peligro de una hostilidad con Chile y con Evo Morales, en razón de las viejas disputas fronterizas, que en cualquier oportunidad podrían comenzar a echar llamas.

La fascinación suramericana en torno a incrementar proyectos militares bajo la colaboración de potencias extrarregionales, tenía que tocar a su vez las venas del “ Mussolini tropical”, a decir del escritor Carlos Fuentes. Tras celebrar ejercicios navales con Moscú, así como llegar a acuerdos militares y energéticos con el Irán y la China Porpular, etcétera, el mandatario venezolano se jacta de “los cohetitos” de fabricación rusa que el ejército de su país habrá de disponer pronto, en caso de enfrentar la supuesta agresión estadounidense, que se “fraguaría desde las siete bases militares que se instalarán en Colombia” o, quizás, a través del espionaje estadounidense lanzado desde la reactivada lV flota atlántica, situada en el Hemisferio.

Nuevamente, quiere decir que América Latina anda extraviada. Se olvidó de su visión de construir Estados nacionales justos, modernos y prósperos. La región cambia sus derroteros al optar por una competencia armamentista en miniatura.

martes, 8 de septiembre de 2009

Las organizaciones internacionales, perdiendo prestigio e influencia.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La Embajadora de Noruega ante la Organización de las Naciones Unidas, Mona Juul, acaba de transmitir a su gobierno un memorándum "confidencial", en el que pone en mal predicado a Ban Ki – moon, el (deslucido) Secretario General de las Naciones Unidas. En su reporte le achaca debilidad en su proceder, lo mismo que escaso brillo. Leyendo la crónica del periódico, se interpreta que la Embajadora noruega estuvo cerca de tildarlo de inepto, o sea, que para ella, Ban carece de las calificaciones mínimas que le permitan su reelección.

Unido a las versiones similares de los funcionarios de las Naciones Unidas, ese memorándum de la diplomática, infiltrado al periódico Washington Post, subraya explícitamente la inocuidad de “la diplomacia silenciosa” que dice practicar Ban Ki- mon.

Con las atrocidades de los déspotas de la talla de Than Shwe en Birmania y de Omar Hassan al – Bashir en Sudán, el Secretario General se ha caracterizado en ser indulgente, lo que le resta autoridad moral y credibilidad a la propia Organización, en tanto que con esos gobernantes ha alcanzado apenas “mugrientos compromisos”.

El Washington Post recoge otras opiniones de los detractores de Ban. Cita la disconformidad reinante en un grupo numeroso de oficiales de la Organización, cuyo origen se centra en el pobre desempeño del alto diplomático. Las ácidas críticas llegan al extremo de advertir que el diplomático surcoreano se rehúsa a emprender iniciativas que favorezcan los roles de la Naciones Unidas, dado que a su vez es un pésimo gerente.

Los críticos "colaboradores" suyos mencionan abiertamente que los miles de muertos en Sri Lanka, fue en parte el resultado de confundir “la inacción por prudencia”, lo típico en el estilo de dirección de Ban; por lo que se ha hecho de la ONU un convidado de piedra en los eventos geopolíticos y en las fuentes de conflicto internacionales. Entonces, no es de extrañar que apenas se hubiera levantado una solución parcial e irregular en la pasada guerra civil de Sri Lanka. Lo grave es que se supone que hubo complicidad suya en ocultar reportes sobre las matanzas protagonizadas por el gobierno dominado por los cingaleses.

Por más que el Secretario General ha tratado de persuadir a sus colegas de sus buenos oficios en la isla sudasiática, en las esferas diplomáticas se sospecha de su actitud timorata en abordar al presidente Mahinda Rajapaksa, quien rechazaba las presiones de la comunidad internacional a desistir de los ataques aéreos que causaron masacres contra la población civil, la cual servía de escudo humano a la agresiva guerrilla de los Tigres Tamiles.

De ahí, las reacciones negativas de funcionarios de las Naciones Unidas, como también de varios diplomáticos como la Embajadora Juul, que golpean, de manera sistemática, la imagen del Secretario. Otros encienden igualmente la pólvora. Algunos asesores de Barack Obama siembran dudas acerca de las capacidades ejecutivas de Ban, en cuanto a revigorizar las Naciones Unidas, aún ahora que la Casa Blanca anda en búsqueda de elevar su prestigio con todos los Estados, apostando por la tesis del multilateralismo y cambiando la visión de su predecesor, destinada a ejecutar intervenciones preventivas contra otros Estados sospechosos de promover el terrorismo.

Como precedente, se añade el hecho de que tampoco se pueden omitir las voces tradicionales del Departamento de Estado y del Pentágono que continúan menoscabando la labor de las Naciones Unidas en el ámbito global y regional. No rara vez la han señalado de ser ineficaz y burocrática, lo que se refleja en su incapacidad de sosegar las tensiones políticas y militares y los factores desencadenantes. La violencia en el Medio Oriente es un caso de ellos, habida consideración que la Organización ha sido desplazada, a causa del compromiso decidido de las potencias globales, las cuales se han ido ocupando de las tratativas de paz.

A decir verdad, desde una década atrás las organizaciones internacionales han entrado en una etapa de bancarrota. El fenómeno ha salpicado al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al propio Banco Mundial. Difícilmente, se puede ignorar la responsabilidad que ellos manifiestan tener en el derrumbe financiero, originado en las transacciones riesgosas del tipo Subprime, vinculadas con las hipotecas de viviendas.

Les faltó determinación y correcta previsión, puesto que eludieron la obligación de llamar la atención a las grandes economías acerca de tales “piruetas” financieras, las cuales descansaron en los extremos de la liberalización, especialmente a los Estados Unidos de América, donde estuvieron ausentes los mecanismos de regulación del sistema bancario. En cambio con las naciones en desarrollo, que en casi nada poseen responsabilidad en la presente inestabilidad y recesión económicas, el FMI se comportó en su momento de manera rígida: el patrón fue la constante intolerancia en la suavización de los ajustes estructurales en las políticas fiscales y monetarias.

Nuevamente, las calamidades en aras de concluir la Ronda de Doha, viene a ser otra de las debilidades que se han puesto al descubierto en las organizaciones multilaterales, tal como la Organización Mundial del Comercio (OMC). La elevada sensibilidad alrededor de la liberalización del comercio agrícola ha entorpecido los progresos esperados, ya que ha sido complejísimo el proceso de conciliar las posturas de las naciones desarrolladas, quienes subsidian a sus productores de alimentos, con las de los Estados del sur del planeta: estos exportadores de alimentos y de productos tropicales; los que luchan por sobrevivir frente a los $350.000 millones anuales que reciben en protección los agricultores ineficientes de los países altamente industrializados.

El estancamiento de la diplomacia multilateral está lejos de supeditarse de manera exclusiva a las organizaciones internacionales. Los diferentes esquemas de integración han experimentado tropiezos. Los rezagos ocurren en la Unión Europea, a causa de la reticencia británica de sumarse al sistema de la única moneda, como también las contradicciones entre Estados frente a las políticas energéticas y la estrategia de la defensa militar comunitaria, todo lo cual no ha dejado de representar dentro del bloque un cúmulo de desacuerdos, a veces sin vías de solución.

Por acá, los espectáculos de UNASUR en torno al acuerdo de cooperación militar de los Estados Unidos de América y de Colombia, el que permitirá la instalación de siete bases norteamericanas en esta última nación, a efecto de combatir el narcotráfico y el terrorismo, han venido resquebrajando la frágil unidad suramericana, especialmente por los delirios de persecución, albergados en la mente del presidente Hugo Chávez y de sus corifeos, opuestos a tal acuerdo, en cuenta además el presidente Luis Ignacio “Lula” da Silva, que sabe leer bastante bien el libreto del “juego de cintura” de la diplomacia brasileña, consistente en “saber de que lado situarse en el momento adecuado”.

Por supuesto, que la gritería chavista trae algún rédito al Brasil, pues de ella se alimentan también el Irán, Libia, Zimbabwe, Bielorrusia, etcétera, al cabo que representan votos que podrían favorecer sus clarividentes ambiciones (aunque inmerecidas) de ocupar un puesto permanente ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Con todo, las incertidumbres derivadas del multilateralismo, significan una señal a favor de los pequeños Estados y economías, debido a que la balanza puede inclinarse, en adelante, a prestar mayor jerarquía a las políticas públicas domésticas, articuladas de manera efectiva con las políticas exteriores, logrando que sean relativamente independientes y robustas, ya que a estas alturas de la globalización, resulta que es un riesgo potencial otorgarle una chequera en blanco a tales sociedades plurinacionales, separadas del fracaso por una línea demasiado débil.

lunes, 31 de agosto de 2009

Y más sobre Centroamérica

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las naciones del istmo, como Guatemala, El Salvador y Honduras, están azotadas por la violencia, la que a su vez constituye un factor de estancamiento económico y de profundización de la pobreza. Las cifras de homicidios son dramáticas en esos países, por eso se dice que esa falta de temor a la muerte se ha transformado en una versión de guerra actualizada.

Las redes del narcotráfico han enquistado a esas tres naciones. Las organizaciones criminales han instituido, incluso, un Estado paralelo en la capital de la antigua Federación Centroamericana, acelerando las bases frágiles de su institucionalidad cuasi democrática.

Solo para poner un ligero ejemplo: los homicidios en Guatemala de tres personalidades políticas salvadoreñas dejó entrever la coordinación eficaz de las sofisticadas organizaciones que entraña dicha actividad delictiva transnacional. Por su lado, la inmunidad de algunos diputados del PARLACEN no en pocas ocasiones ha entrado en escena en el fenómeno delictivo

El tráfico ilegal de armas acompaña tal tipología de sociedad oscura, lo mismo que el lavado de dinero y las interconexiones de capitales opacos. Hace poco hubo temor de una posible infiltración de la mafia rusa particularmente en Honduras, o bien que las pandillas de “las maras” pudieran ser un terreno fértil de las organizaciones terroristas del Medio Oriente.

Lo cierto es que los cárteles mexicanos, que dominan los mercados de la droga en los Estados Unidos de América, fortalecen los tentáculos en el norte del istmo, lo que significa que se ha ampliado la sociedad criminal, emprendida en un inicio por las bandas colombianas.

La complicidad de un sector del Poder Judicial, la policía y de las Fuerzas Armadas con el negocio de la narcoactividad se ha ido repitiendo de manera alarmante, especialmente en las instituciones guatemaltecas y hondureñas. La campante impunidad ha sido la respuesta, de ahí la frustración de la sociedad civil por contener el desencadenamiento del crimen organizado. En Nicaragua la impunidad es tal que don Ortega y don Alemán (con sus camarillas), son los grandes líderes de un Estado ya descompuesto al extremo.

En otros ámbitos, la discriminación racial contra los indígenas es un fenómeno irreversible en la tierra del quetzal. Honduras adolece de ese apartheid, aunque es menos impactante en comparación con su vecino del norte. Ahora nos enteramos que las poblaciones indígenas de varias regiones guatemaltecas están sumidas en la hambruna y la desnutrición; en la zona norte de Nicaragua ocurrió lo mismo hace cinco años. Lo que denota el escaso convencimiento que se tiene de aquel postulado que expresa que “la democracia significa también comer como lo hacen los demás”.

De ahí que naciones que registren hambrunas y agua insalubre son incapaces de ser llamadas democráticas; ya que ello solo suele suceder en muchas aldeas afganas y en casi toda África (Ramón Lobo, 2009), esta última conformada por Estados fallidos. Resulta vergonzoso reconocerlo, pero en medio de la globalización, Centroamérica continúa girando en torno a la pobreza, la violencia y la exclusión.

Tanto ha sido el tiempo perdido en declaraciones políticas nacionales y regionales altisonantes, para llegar a desembocar hacia una realidad curtida de retrocesos sociales, a la que se añaden las vendettas de los politicastros hondureños, como un hecho súbito, las que han puesto a renquear, mayormente, la integración centroamericana.

lunes, 24 de agosto de 2009

AMERICA DEL NORTE DIALOGA

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

El presidente estadounidense Barack Obama, el presidente mexicano Felipe Calderón y el primer ministro canadiense Stephen Harper se reunieron en Guadalajara en agosto de este año en el ámbito de la Cumbre de los líderes de América del Norte, por cierto uno de los tres poderosos bloques regionales, junto con la Unión Europea y el Asia Pacífico.

De dicha cita emitieron una declaración conjunta en la que resaltaron como fundamentos la competitividad global, la promoción del bienestar de los ciudadanos de esas tres grandes naciones, lo mismo que el compromiso de conceder mayor seguridad a esa área del hemisferio.

En el texto se deja sentada la interdependencia existente entre ellos: “…nuestros lazos cada vez más profundos, son una fuente de fortaleza…los retos y oportunidades en uno de los países de América del Norte nos impactan a todos”.

Con menos controversias económicas, ese bloque de naciones norteamericanas ofrece un ejemplo diferente que el del polémico MERCOSUR y el de la propia Unión Europea (UE), cuyo comportamiento monolítico es a veces puesto en duda. Continúa evocando dicha declaración: “La cooperación en Norteamérica se fundamenta en valores compartidos, la complementariedad de nuestras fortalezas y en el dinamismo de nuestros pueblos… trabajando juntos podemos ayudar a nuestras sociedades a prosperar en el desafiante, competitivo y promisorio siglo que tenemos por delante”.

Y en esto último, Obama y sus socios citan la lección siguiente: “La respuesta coordinada de América del Norte al brote inicial del virus de Influenza H1N1 ha demostrado ser un ejemplo global de cooperación. Establecimos un ejemplo de respuesta conjunta, responsable y transparente, permitiendo a otras regiones reaccionar con rapidez para proteger a sus poblaciones”. Esto es un hecho cierto, en el caso de México hay que abonarle su capacidad de haber reaccionado sin demoras en la aplicación de medidas sanitarias acertadas.

Sin embargo, estos esquemas de integración incurren a veces en una retórica que los impulsa a orillarse de la globalización. En cuanto a sus éxitos de haber enfrentado el virus del H1N1, los tres gigantes reafirman su voluntad de trabajar “juntos para aprender de experiencias recientes y preparar a América del Norte para la próxima temporada de influenza, lo que incluye incrementar nuestras capacidades de salud pública y facilitar el intercambio eficiente de información entre nuestros países”. ¿Entonces el resto del planeta que se la juegue como pueda?

En relación con los desequilibrios que estremecen al sistema económico internacional, la declaración omite la necesidad de tomar en consideración las políticas anticícilicas (o preventivas), en especial el sostenimiento de presupuestos estructurales con superávit, como curso de acción de enfrentar futuros deterioros financieros, como correctamente lo ha planteado el expresidente chileno Ricardo Lagos. En cambio, los tres países norteamericanos hacen hincapié solo en la recuperación de la actual crisis global como prioridad, así como “en la creación de respuestas eficaces…incluyendo el fortalecimiento de las instituciones financieras internacionales”. A pesar de que tales organizaciones eludieron hacer advertencias sobre el riesgo que significaban las burbujas liberadas en Wall Street, como también del peligroso déficit presupuestario de los Estados Unidos de América.

“Nuestras economías integradas son un motor de crecimiento”, agrega la declaración norteamericana. Dicha aseveración peca de haberse librado de dar lecciones a varias naciones ubicadas al centro y sur del hemisferio, pues se olvidó de manifestar que la democracia funcionará siempre que exista una base material que es el crecimiento económico con equidad social.

Una asignatura calificada como marginal en América Latina, a saber, el desarrollo de las fronteras comunes, en esta ocasión de la cumbre resulta ser bien delineada por los gobernantes Obama, Harper y Calderón: “Estamos invirtiendo en infraestructura fronteriza, incluyendo tecnología de punta, para crear verdaderas fronteras modernas que faciliten el comercio y la operación ágil de las cadenas de suministro, protegiendo nuestra seguridad. A partir de estas inversiones, trabajaremos juntos para fortalecer la preeminencia de nuestra infraestructura transfronteriza, la cual sustenta el bienestar de nuestras sociedades y economías”.

Siguiendo con la declaración, me pregunto que pensarán los sindicatos estadounidenses proclives a Obama con el contenido de este párrafo: “El comercio de América del Norte es un componente vital de nuestro bienestar económico, y respetaremos nuestras responsabilidades internacionales y evitaremos medidas proteccionistas”. Está presente acá la sombra de George W. Bush; a diferencia de Obama, él se expuso como adalid del libre comercio.

Tanto es así que la cuestión de los derechos laborales y las medidas ambientales dejarán de ser elementos bastante incómodos en las relaciones comerciales en América del Norte, ya que sus gobernantes proclamaron en Guadalajara que buscarán “promover el respeto de los derechos laborales y la protección del medio ambiente, a través de un diálogo continuo para abordar el funcionamiento de los acuerdos paralelos laboral y ambiental”. Esto quiere decir, que aquello se contrapone al término “condicionalidad” al que en extremo apuestan los sindicatos estadounidenses, o bien, que fue suavizado con la introducción del “diálogo continuo” en la declaración, con miras a concretar los acuerdos comerciales que restan.

No es para menos, los pronunciamientos sobre la complejidad del conflicto hondureño encontraron también cabida en dicha cumbre de Guadalajara, repitiendo las buenas intenciones, como al abordarse las sensibilidades del cambio climático. Lo que sucede es que “el tremendismo” se está apoderando de las reacciones de la opinión pública, algunos dicen por allí que Haití en estos momentos se ubica en mejor posición política que Honduras, ello si nos dejamos llevar por las declaraciones de Micheletti de este fin de semana. De cualquier forma, hay que guardar la esperanza en que la sordera se haya rehusado a encontrar su cauce.