lunes, 25 de enero de 2010

Chile: con una derecha depurada.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Dueño de un patrimonio de $2.000 millones, solo en Bolsa, el multimillonario y megaempresario Sebastián Piñera, candidato de la Alianza por Chile, una coalición de fuerzas políticas de centro-derecha, en días recientes acaba de ser elegido nuevo Presidente para los próximos cuatro años, venciendo a la añeja y desgastada coalición de centro-izquierda “Concertación por la Democracia”, la que gobernó en estos últimos 20 años, luego del “No” que el pueblo chileno le recetó, mediante el plebiscito de 1988, a las ambiciones del dictador Augusto Pinochet de mantenerse en el poder.

Los gobiernos de la Concertación, que también rompieron con el socialismo radical de Salvador Allende y de la Unidad Popular, fueron introduciendo reformas en la Constitución Política, heredada del sangriento régimen de Pinochet. En la práctica funcionaba una especie de “democracia tutelada” por el Ejército; hasta que el gobierno de Ricardo Lagos puso fin al control parcial de los militares derechistas en la sociedad política, al eliminar “la mayoría de los rezagos autoritarios”, a través de la profundización de los derechos humanos, incluida la devolución al Presidente de la República del control de las Fuerzas Armadas.

Sin embargo, en la actual democracia consolidada se sembraron las bases institucionales de carácter electoral para el funcionamiento del bipartidismo, lo que ha ido en perjuicio de las minorías políticas, solo superado esta vez con el ascenso sorpresivo de Marco Enríquez – Ominami, fundador del Partido Nueva Mayoría para Chile, disidente de la Concertación al desafiar la candidatura de Eduardo Frei (“el derechista” de la Concertación”) y alineado a la corriente izquierdista del bloque del ALBA, conformado por Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.

Chile es de las naciones latinoamericanas que ha alcanzado envidiables niveles de desarrollo económico y social, al tomar como punto de partida su enfoque de “capitalismo socialmente responsable”, aunque en medio de la carrera armamentista registrada en Suramérica, ha dedicado en gasto militar $17.677 millones entre 1996 y 2008, equivalente al Producto Interno Bruto (PIB) de Costa Rica en el 2008.

Distanciado de la región, se le considera el “tigre latinoamericano”, si bien con la derecha en el poder es de suponer la alianza del gobierno de Piñera con los gobiernos de Colombia y Perú, los cuales se mantienen en conflicto permanente con el ALBA. En razón de su excelente reputación internacional, el país fue invitado el año pasado a formar parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), compuesta por las 30 países más prósperos, hoy 31 con la nación chilena, cuyo PIB se acercó a los $170.000 millones en el 2008.

Los gobiernos de la Concertación firmaron tratados de libre comercio con veinte países, desde Estados Unidos de América y China hasta Nueva Zelanda y México. Algunas de sus compañías, como LAN y Falabella, operan como “gigantes translatinas”. A causa de los mejores precios internacionales de las materias primas, CODELCO, la empresa estatal del cobre, le reportó al fisco chileno más de $25.000 millones en el 2008. Chile con la Concertación logró sortear las crisis mexicana, asiática, rusa, argentina y mundial sin estallidos ni colapsos (José Natanson, 2009). De allí que “la continuidad” de las políticas económicas neoliberales se han constituido en la carta de navegación de la derecha de Piñera, como también lo ha sido de la Concertación en su momento.

Respaldado por la clase media y los grupos sociales menos aventajados, golpeados por el 7.8% de desempleo nacional, deficiencias en los sistemas de educación y salud; en su campaña el candidato-empresario, además de buscar reformas financieras, prometió sostener el modelo de economía de mercado con política social, el mismo que impulsó Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y la admirada Michelle Bachelet.

Quienes por su parte, evitaron arriesgar los grandes ejes del diseño de la dictadura militar de Pinochet, “motor del despegue económico”: un modelo ultraexportador (de productos primarios) y pro-empresarial, basado en un manejo macroeconómico muy riguroso, sin déficit fiscal, disminución de la deuda externa, con una presión impositiva reducida (16,5 por ciento del PIB), además de una estructura fiscal regresiva, mientras que el impuesto a la renta era bajísimo, junto a leyes laborales flexibles, con una de las tasas de sindicalización más bajas de la región (menos del diez por ciento) y servicios públicos costosos (Natanson, ibidem).

En estas elecciones chilenas, la derecha intentó no ser derecha (Patricio Navia, 2009). Calificado como una personalidad estudiosa y culta, metódico en tanto que “la teoría de juegos” lo ha hecho un hombre pragmático, sano psicológicamente, se le compara en el buen sentido con “un animal de trabajo” y de “resultados ya”, pues por naturaleza es ambicioso, desafiante y competitivo (Rodrigo Hinzpeter, 2009); el presidente electo reconoció siempre los éxitos de la Concertación, demostró su distanciamiento de Pinochet al votar en su contra en el plebiscito. Razón por la cual, es injusto igualarlo como un neoliberal “puro y duro” al estilo de Margaret Thatcher, o bien un déspota como Pinochet.

La tesis de un Estado fuerte y eficiente, “con mucho músculo y poca grasa”, que estimule la innovación y los emprendimientos, para distribuir el crecimiento económico viene a ser parte de la columna vertebral de su programa de gobierno, dirigido hacia un país todavía desigual, mayormente en las zonas rurales. Cabe destacar que en Chile, la distancia entre el 20 por ciento más rico y el 20 por ciento más pobre de la población es de 14 veces especialmente en las zonas rurales.

Para destinar recursos frescos a las políticas sociales, en especial, al nuevo Ministerio de Desarrollo Social, a juicio de Piñera se justifica la capitalización de CODELCO, lo que se encuentra dentro de su “ libreta de apuntes”. La quiere ver como empresa estatal, pero modernizada con el aporte de nuevos capitales privados.

A lo cual se oponen la Concertación y los sindicatos, que se resisten a que los premisas básicas de la competitividad, así como el de costos y beneficios, sean los que rijan la estructura gerencial y de producción de la compañía minera, premisas que sí coinciden con el imaginario popular: “en que si este hombre es bueno para dirigir sus empresas, será bueno para dirigir el Estado”.

En cuanto a los privilegios de las Fuerzas Armadas, el Presidente electo anunció su oposición contra la Ley Reservada del Cobre, decretada por Pinochet y mantenida por la Concertación, en particular, aquella disposición que descuenta el 10% de los ingresos brutos de CODELCO, a fin de que sean trasladados a la institución militar. Una decisión, digna de elogios, ya que al recapitular sobre los antecedentes de dicho aparato de poder, de seguro que la reacción inmediata de una persona noble, será la de taparse la nariz.

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