lunes, 25 de octubre de 2010

Al Gobierno de Nicaragua: con sabiduría y firmeza.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

A ningún Gobierno de Costa Rica se le ha hecho sencillo lidiar con Nicaragua. Tal vez al Presidente Daniel Oduber, experto en el arte de la táctica y la negociación al estilo de la política realista, se le facilitaron las cosas en las relaciones de su Administración con la dictadura de Anastasio Somoza lll, así como con en el resto de las satrapías militares de Centroamérica, que se situaban en el climax de su mejor
ciclo, dado que los sistemas económicos funcionaban. El sagaz mandatario tico
reconocía que ellos eran los socios inmediatos, siendo imprescindible evitar el debilitamiento del mercado común centroamericano, al cual estas naciones apostaban, a fin de completar el esquema de “desarrollo hacia adentro”, escogido en su proceso de acumulación de capital.

Sin embargo, Oduber se vio en apuros al ser su Ministro de Seguridad Pública, Mario Charpentier, objeto de bombardeos por parte de la Guardia Nacional somocista, justamente en las aguas del río San Juan, ya que el brillante funcionario llevaba a cabo labores de supervisión por esa inhóspita zona, donde se suponía estaban escondidos los guerrilleros sandinistas, quienes ya se organizaban en su propósito de derrocar al somozato. La llamada de atención del Presidente para con su colaborador inmediato provocó enorme revuelo en la opinión pública.

Al Presidente costarricense, como intelectual humanista y demócrata, le desagradaba mantener prudencia alrededor de la dinastía, pero era también un riesgo permitir el colapso de las economías de la región, asediadas por la disminución de la inversión extranjera, favorecedora de la planta industrial, las fluctuaciones de los precios de los combustibles, como también los descensos vertiginosos en los precios de la producción agroexportadora. Había altos intereses difíciles de sacrificar, esas eran las condiciones objetivas, necesarias de comprender.

Mario Sancho, distinguido pensador cartaginés, expresaba que Costa Rica tenía tres
estaciones: invierno, verano y los problemas con Nicaragua. Ciertamente, administrar la última estación ha sido un hecho extremadamente sensible, a causa de la constante repetición de gobiernos conflictivos, guiados por políticos que en su mayoría han sido una completa desgracia para el pueblo nicaragüense; éste noble, honrado y laborioso.
En cambio, de buena fe, los Cancilleres y Vicecancilleres que han ocupado los escritorios de la Casa Amarilla costarricense, al igual que los Presidentes, nunca se han reservado las mejores intenciones por consolidar relaciones saludables y constructivas con el Gobierno de Managua, de ello soy testigo.

El obstáculo mayor lo ha representado, en su momento, la conducta litigiosa y dúctil del gobierno nicaragüense, sometido ya sea a graves acusaciones por mala gestión y administración por parte de los grupos opositores, en especial, los casos particulares de Arnoldo Alemán y Daniel Ortega, o bien a presiones de la comunidad internacional, la cual sigue con atención los pactos antidemocráticos y las violaciones a la endeble institucionalidad en que han incurrido dichos gobernantes.

Con contrapartes de tal naturaleza, se torna inseguro el principio de legalidad internacional, a sabiendas de que ni las sentencias de la Corte Internacional de Justicia o cualesquiera instancia jurídica global, puede surtir efectos deseados en los ámbitos de las decisiones y comportamientos oficiales, en los que, de manera olímpica, se preceptúa en la Carta Magna, que las leyes nacionales están por encima de cualquier convenio bilateral o multilateral.

Cítese por su parte, el último comentario del periódico “The Washington Post” en el que se pone en pésimo predicado la conducta condescendiente de los gobiernos de la región, así como de la Organización de los Estados Americanos (OEA), quienes se han negado a denunciar la manipulación fraudulenta del Poder Judicial y de los órganos electorales, dispuestos ahora a allanarle el camino a las ambiciones del actual mandatario por perpetuarse en el poder, al lado de su familia y “los compas” de la fallida revolución de 1979. A diferencia con el golpe contra el histriónico Mel Zelaya, el que hubo de originar un aluvión de condenas regionales, que todavía continúan impactando la sociedad hondureña, que eligió un Presidente a través de comicios aceptables.

Nicaragua está lejos de ser los exabruptos y la ingobernabilidad, causada por sus dirigentes irresponsables, dedicados a “sanjuanizar” sus lazos con su vecina del sur, que de manera maliciosa desvían la atención de sus descaros, poniendo como estandarte el nacionalismo morboso, jugarreta de sobra identificada, e incapaz de detener la defensa de la soberanía nacional, tal como ha procedido de manera magistral la Presidenta Laura Chinchilla, acompañada en su gestión por un Canciller y dos Vicecancilleres decentes y capaces.

Asimismo, pensemos en que parte de los tesoros del país de Rubén Darío y de Augusto César Sandino se integró a nuestra Patria. De ahí la generosa expresión del Embajador Edgar Ugalde: “no existe un solo costarricense que no posea una gota de sangre nicaragüense”, a su vez fuente de una cultura para forjar un destino de cooperación y respeto mutuos.

Ronald Obaldía González (opinión personal)

martes, 19 de octubre de 2010

Los gestos generosos de los pueblos.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

No alcanzan las palabras para celebrar con profunda alegría el impresionante rescate de los treinta y tres mineros chilenos, atrapados durante 69 días en las profundidades de la mina de San José de la región de Atacama de Chile. Al apreciar las imágenes por televisión e internet, el mundo tomó consciencia que el planeta es habitado por la obra perfecta de Dios y la naturaleza: el ser humano, ese “nosotros”, capaz de hacer acciones de “bondad salvadora” (Benedicto XVl), como misión medular y permanente, de los mensajeros que aman la vida y la caridad; el preciado don que nos hace trascender y nos inmortaliza también.

Esplendor de Fe y solidaridad, que supera hasta lo infinito aquel pensamiento escéptico, materialista - existencialista, que reduce “el nosotros” a la nada, que admite de manera simplista que la perfecta creación (el ser obra del ágape) consiste en apenas una especie de arrojo, origen de leyes objetivas que arriba a la naturaleza
como un acontecimiento más, obligado a sobrevivir en medio de otras criaturas. Los
mineros, el grupo de rescatistas y sus familias, quienes todos juntos mantuvieron siempre la fe y la unidad en los días más críticos de la emergencia, han conseguido que la humanidad se encontrara con “el nosotros”. Esa palabra de vida y acción, sinónimo de la familia humana, agotada de injusticias, violencia y perversidades, pero que esta vez ha tenido frente a sus ojos la realidad de que es posible superar cualquier escollo, a través de la fuerza del amor y del servicio al prójimo.

Lo observado nos llena de alivio y felicidad, como también nos devuelve la confianza en los gobiernos y los políticos latinoamericanos. Era conmovedor presenciar el compromiso y los gestos auténticos del Presidente Sebastián Piñera durante las tareas de salvamento. Redimido de ideologías, de poses teatrales y demogógicas, el mandatario estuvo a la altura de las circunstancias: lúcido e informado de las labores
operativas; valorando el trabajo de su equipo de rescate, generó desde un principio
confianza en el pueblo chileno.

Atrás la atención de la emergencia, el Presidente Piñera se apresta a sentar las responsabilidades legales; inició los estudios que permitan identificar las fallas que produjeron el accidente, ello en aras de la prevención y anticipación de eventuales riesgos. Asimismo, está obligando a los empresarios a aplicar, lo más pronto, medidas
de seguridad y salud ocupacional en torno a la peligrosa actividad minera. De este
modo, reacciona un líder sensato, pues que le sirva de lección a más de un gobernante en América del Sur.

La semana que pasó ha sido gloriosa para América Latina, acostumbrada a no defraudar en múltiples campos del saber, a pesar de todo. Mario Vargas Llosa, el grande y
auténtico, laureado con el Premio Nobel de Literatura; razón tenía un diplomático
japonés que conocí, quien no se cansaba de repetir que del español nacen las más extraordinarias novelas, poesías y canciones. Su exquisito ritmo es tal, que hasta ha iniciado el camino de la conquista de toda Norteamérica. Con el generoso episodio de las minas, los hermanos chilenos, que dicho sea verdad, viven orgullosos del idioma español, vinieron a ratificar las palabras de ese gentil ciudadano nipón. Si lo hubiera vivido Gabriela Mistral, aquello lo hubiera transformado en versos.

Escenas casi heroicas en estos tiempos del poder del narcotráfico. Un humilde policía en la zona norte de Costa Rica rechazó las mordidas de dos capos mexicanos. No se dejó seducir por el mal de la codicia. Otro pequeño héroe de la humanidad, defensor de los niños y de los jóvenes, quien apegado a la ética del servicio al prójimo, ni siguiera dudó en cumplir con la misión que le ha encomendado la Patria. Las soluciones no son solamente las teorías y los planteamientos en lo concerniente a combatir el flagelo de las drogas y crímenes conexos. El conflicto va más al fondo. Quizás este buen policía nacional pueda ofrecerlas con un español sencillo.

Ronald Obaldía González (opinión personal)

lunes, 11 de octubre de 2010

Actores emergentes nocivos

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Actores irregulares sobre cuyo origen hay escasa certeza. Lo cierto es que ahora se transformaron en un sujeto poderoso y violento de la aldea global. En la cúspide de los poderes del mercado del Wall Street, son capaces de colapsar los sistemas económicos. Otra casta de esos actores acaparó el monopolio de la droga. Una élite trafica armas en Pakistán, el Medio Oriente, África y la frontera entre Estados Unidos de América y México; hay mafias dedicadas al negocio de la trata de personas.

Con el llamado a la venganza y la prepotencia, los fanáticos integristas son capaces de provocar pánico y muerte en las grandes ciudades del norte y el sur global. En su conjunto protagonizan conflictos divisivos sustancialmente diferentes a los que nacieron durante las conquistas territoriales de la Baja Edad Media, en manos de las grandes potencias coloniales, que subyugaron los nuevos mundos.

Ni las encrucijadas que arrastró el Renacimiento y la Iluminación hubieron de provocar tanto trauma, a pesar de encarar en extremo las bases del absolutismo y del poder teocrático, al proponer al ser humano otra concepción del mundo, cuya génesis se encuentra en la tradición judía y en el pensamiento greco-romano, los padres fundadores de la civilización occidental, de todo lo cual nace un universal pensamiento religioso y filosófico, el cual sitúa al ser humano libre y digno, como la medida de todas las cosas.

Tampoco la revolución industrial (siglos XVll y XVlll) se percibió como la amenaza mayor, a pesar de los desplazamientos de éxodos humanos en el viejo continente, efecto inmediato de la moderna división nacional e internacional del trabajo, extendida por todo el planeta. Ésta que supuso la ruptura dolorosa con el feudalismo y el régimen de servidumbre, para dar paso a la construcción del orden social, basado en el modo de producción capitalista, con el cual se transformó el régimen de propiedad y relaciones sociales de producción, bajo los postulados del lucro y la ganancia, adherido al valor del trabajo de grandes contingentes humanos, éste medido dentro del emergente sistema racional de producción, como el factor socialmente necesario que les permite a los que ofrecen sus habilidades formar parte del controvertido ciclo de producción de bienes y servicios.

Las dos grandes guerras mundiales del Siglo XX y sus impactos destructivos sirvieron de enseñanzas a la sociedad internacional, lo que despertó la consciencia de los peligros del totalitarismo fascista, así como la imperiosa necesidad de la construcción de “un estándar mínimo” de derechos humanos de trascendencia universal.
Lo siguiente consistió en poner límites racionales a la confrontación ideológica entre el comunismo y el capitalismo y la división bloquista del planeta, complementada con la proliferación de armas de destrucción masiva, expuestas como amenazas globales, concluidas con la caída del muro del Berlín, en la fe y la esperanza por la eliminación de ataduras ideológicas, un mal que pudo devorarnos.

Dicho sea verdad, el apocalipsis contemporáneo lo conforman otros dragones: el narcotráfico, las armas para el crimen, el terrorismo (intolerante) y los estafadores, lo que hacen cierto la maldición de “que el hombre es el enemigo del hombre”. En su transición de lo oscuro a lo objetivo, ese conjunto de enemigos con rasgos distintos asolan al mundo y la persona humana, se comportan como los actores contestatarios, responsables del proceso descivilizatorio del Siglo XXl, creando un tipo de peligros, que van en detrimento de los derechos civiles y las libertades individuales.

Por su lado, las respuestas de la diplomacia internacional, como también de los sistemas policiales y de inteligencia se muestran ineficaces en cuanto a erradicarlos, a diferencia de los horrores y agravamientos del siglo anterior que fueron realmente superados bajo el imperio de la razón y por la velocidad de la ciencia y el
conocimiento. En cambio, las naciones revelan incapacidad y agotamiento político
frente a tales fuerzas del odio y del mal.

Frente a esa impotencia como tal, todavía cabe la solución de construir en este milenio “una gran filosofía y espiritualización de la humanidad” (Benedicto XVl), sobre la base de un ejercicio de la consciencia que resulta bastante simple: sugiero regresar al mensaje generoso del Salmo 23 de David y al del Padrenuestro.

Ronald Obaldía González (opinión personal)

lunes, 4 de octubre de 2010

Preavisos a lo latinoamericano.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Otra vez el caos político, sigue siendo la pesadilla latinoamericana. Dos años atrás, Honduras revivió otro de sus episodios, bastante comunes en su historia: los golpes de Estado. Al cabo, que varias naciones de la región, entre ellas el Ecuador, ponen en evidencia que están lejos de quedar esterilizadas de tales cataclismos o interrupciones al frágil Estado de Derecho, que apenas sobrevive, a causa de las aspiraciones y presiones democráticas de la sociedad civil, mientras que las clases gobernantes son un completo desacierto.

Naciones que subsisten dentro de un círculo vicioso, que a sus anchas deben coexistir o con caudillos mesiánicos, politicastros, gobiernos mediocres, el populismo demagógico, la corrupción, los cuartelazos, dictaduras oscurantistas, así como de manera ilimitada con el espanto de la pobreza y la desigualdad social, aceleradores de “traspatios” sociales domésticos y de la desintegración social.

En esos Estados nacionales, como diría Carlos Marx al referirse a las leyes del cambio histórico, éste llega a ser apenas una fantasía, dado que allí la historia retrocede o bien se asemeja a un círculo repetitivo, factor determinante de la reaparición de los mismos males sociales; desgraciadamente, por lapsos hay una combinación de todos ellos.

A diferencia de los países que se encuentran en un callejón sin salida, resulta alarmante la profundización de la brecha entre éstos y las naciones industrializadas como los Estados Unidos de América, Europa, o las nuevas potencias del Asia Oriental, incluyendo la China Popular, que revolucionan sus sistemas políticos y transforman sus modos y relaciones sociales de producción.

Así como Chile, Uruguay, Trinidad y Tobago, Costa Rica, Finlandia, Estonia, etcétera, que en la forma de pequeñas economías desarrolladas, ávidas de alcanzar en pocas décadas niveles superiores de competitividad y distribución social de la riqueza, manifiestan tener proyectos de democracias prósperas, basadas en el crecimiento económico de base amplia.

De las grandes limitaciones de los países rezagados, es la carencia de habilidades para producir gobernabilidad democrática de calidad, como también el desconocimiento de sus reglas fundamentales. Ese vacío lo puede suplir cualquiera, aunque la tendencia en ciertas partes de América Latina es el salto del cesarismo y mesianismo, acompañado de postulados ideológicos anacrónicos, que por falta de racionalidad y metodología, contrastan con las realidades nacionales particulares. La consecuencia de todo ello, son los desvaríos y los gobiernos disparatados, incapaces de construir una consciencia cívica colectiva, ligada a desterrar la corrupción, la pobreza extrema y la exclusión social.

Las enfermedades de la ingobernabilidad y de la desestabilización acumuladas, hubieron de realimentar el caos de esas sociedades nacionales. Otrora dieron origen a la elección de “mandatarios chiflados”, así como presidentes gansteriles que tuvieron que salir huyendo, pero con los bolsillos llenos. El peor de los males siempre en escena, ese actor, dueño de las armas y los tanques, que se autoproclama todavía como árbitro mediador frente a las disputas políticas, y que en el Ecuador demostró aplicar, esta vez, maniobras y tretas menos visibles, de manera tal que se distanciaran de las estupideces del Ejército de Honduras.

La Policía hizo el trabajo sucio, así el negocio del golpe resultaba barato: la excusa de los motivos de la eliminación de las prebendas por la que los efectivos de
este cuerpo protestaron. De modo sospechoso, el Ejército ecuatoriano reaccionó hasta
el final de la revuelta; antes había cerrado el Aeropuerto de Quito, síntoma de lo planificado, porque también, su socio momentáneo, ese Presidente bolivariano, colaborador además del ALBA de Hugo Chávez, éste en el ocaso, lo ha puesto en aprietos políticos, lo cual rompe los protocolos pactados.

Luego del control de la rebelión de los policías, acto seguido, quedó en la sombra el “lenguaje simbólico y oscuro”, que si acaso le servirá de bálsamo al Presidente Rafael Correa: “POR AHORA, TODO EN CALMA.”

Ronald Obaldía González (opinión personal).