martes, 19 de octubre de 2010

Los gestos generosos de los pueblos.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

No alcanzan las palabras para celebrar con profunda alegría el impresionante rescate de los treinta y tres mineros chilenos, atrapados durante 69 días en las profundidades de la mina de San José de la región de Atacama de Chile. Al apreciar las imágenes por televisión e internet, el mundo tomó consciencia que el planeta es habitado por la obra perfecta de Dios y la naturaleza: el ser humano, ese “nosotros”, capaz de hacer acciones de “bondad salvadora” (Benedicto XVl), como misión medular y permanente, de los mensajeros que aman la vida y la caridad; el preciado don que nos hace trascender y nos inmortaliza también.

Esplendor de Fe y solidaridad, que supera hasta lo infinito aquel pensamiento escéptico, materialista - existencialista, que reduce “el nosotros” a la nada, que admite de manera simplista que la perfecta creación (el ser obra del ágape) consiste en apenas una especie de arrojo, origen de leyes objetivas que arriba a la naturaleza
como un acontecimiento más, obligado a sobrevivir en medio de otras criaturas. Los
mineros, el grupo de rescatistas y sus familias, quienes todos juntos mantuvieron siempre la fe y la unidad en los días más críticos de la emergencia, han conseguido que la humanidad se encontrara con “el nosotros”. Esa palabra de vida y acción, sinónimo de la familia humana, agotada de injusticias, violencia y perversidades, pero que esta vez ha tenido frente a sus ojos la realidad de que es posible superar cualquier escollo, a través de la fuerza del amor y del servicio al prójimo.

Lo observado nos llena de alivio y felicidad, como también nos devuelve la confianza en los gobiernos y los políticos latinoamericanos. Era conmovedor presenciar el compromiso y los gestos auténticos del Presidente Sebastián Piñera durante las tareas de salvamento. Redimido de ideologías, de poses teatrales y demogógicas, el mandatario estuvo a la altura de las circunstancias: lúcido e informado de las labores
operativas; valorando el trabajo de su equipo de rescate, generó desde un principio
confianza en el pueblo chileno.

Atrás la atención de la emergencia, el Presidente Piñera se apresta a sentar las responsabilidades legales; inició los estudios que permitan identificar las fallas que produjeron el accidente, ello en aras de la prevención y anticipación de eventuales riesgos. Asimismo, está obligando a los empresarios a aplicar, lo más pronto, medidas
de seguridad y salud ocupacional en torno a la peligrosa actividad minera. De este
modo, reacciona un líder sensato, pues que le sirva de lección a más de un gobernante en América del Sur.

La semana que pasó ha sido gloriosa para América Latina, acostumbrada a no defraudar en múltiples campos del saber, a pesar de todo. Mario Vargas Llosa, el grande y
auténtico, laureado con el Premio Nobel de Literatura; razón tenía un diplomático
japonés que conocí, quien no se cansaba de repetir que del español nacen las más extraordinarias novelas, poesías y canciones. Su exquisito ritmo es tal, que hasta ha iniciado el camino de la conquista de toda Norteamérica. Con el generoso episodio de las minas, los hermanos chilenos, que dicho sea verdad, viven orgullosos del idioma español, vinieron a ratificar las palabras de ese gentil ciudadano nipón. Si lo hubiera vivido Gabriela Mistral, aquello lo hubiera transformado en versos.

Escenas casi heroicas en estos tiempos del poder del narcotráfico. Un humilde policía en la zona norte de Costa Rica rechazó las mordidas de dos capos mexicanos. No se dejó seducir por el mal de la codicia. Otro pequeño héroe de la humanidad, defensor de los niños y de los jóvenes, quien apegado a la ética del servicio al prójimo, ni siguiera dudó en cumplir con la misión que le ha encomendado la Patria. Las soluciones no son solamente las teorías y los planteamientos en lo concerniente a combatir el flagelo de las drogas y crímenes conexos. El conflicto va más al fondo. Quizás este buen policía nacional pueda ofrecerlas con un español sencillo.

Ronald Obaldía González (opinión personal)

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