lunes, 11 de octubre de 2010

Actores emergentes nocivos

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Actores irregulares sobre cuyo origen hay escasa certeza. Lo cierto es que ahora se transformaron en un sujeto poderoso y violento de la aldea global. En la cúspide de los poderes del mercado del Wall Street, son capaces de colapsar los sistemas económicos. Otra casta de esos actores acaparó el monopolio de la droga. Una élite trafica armas en Pakistán, el Medio Oriente, África y la frontera entre Estados Unidos de América y México; hay mafias dedicadas al negocio de la trata de personas.

Con el llamado a la venganza y la prepotencia, los fanáticos integristas son capaces de provocar pánico y muerte en las grandes ciudades del norte y el sur global. En su conjunto protagonizan conflictos divisivos sustancialmente diferentes a los que nacieron durante las conquistas territoriales de la Baja Edad Media, en manos de las grandes potencias coloniales, que subyugaron los nuevos mundos.

Ni las encrucijadas que arrastró el Renacimiento y la Iluminación hubieron de provocar tanto trauma, a pesar de encarar en extremo las bases del absolutismo y del poder teocrático, al proponer al ser humano otra concepción del mundo, cuya génesis se encuentra en la tradición judía y en el pensamiento greco-romano, los padres fundadores de la civilización occidental, de todo lo cual nace un universal pensamiento religioso y filosófico, el cual sitúa al ser humano libre y digno, como la medida de todas las cosas.

Tampoco la revolución industrial (siglos XVll y XVlll) se percibió como la amenaza mayor, a pesar de los desplazamientos de éxodos humanos en el viejo continente, efecto inmediato de la moderna división nacional e internacional del trabajo, extendida por todo el planeta. Ésta que supuso la ruptura dolorosa con el feudalismo y el régimen de servidumbre, para dar paso a la construcción del orden social, basado en el modo de producción capitalista, con el cual se transformó el régimen de propiedad y relaciones sociales de producción, bajo los postulados del lucro y la ganancia, adherido al valor del trabajo de grandes contingentes humanos, éste medido dentro del emergente sistema racional de producción, como el factor socialmente necesario que les permite a los que ofrecen sus habilidades formar parte del controvertido ciclo de producción de bienes y servicios.

Las dos grandes guerras mundiales del Siglo XX y sus impactos destructivos sirvieron de enseñanzas a la sociedad internacional, lo que despertó la consciencia de los peligros del totalitarismo fascista, así como la imperiosa necesidad de la construcción de “un estándar mínimo” de derechos humanos de trascendencia universal.
Lo siguiente consistió en poner límites racionales a la confrontación ideológica entre el comunismo y el capitalismo y la división bloquista del planeta, complementada con la proliferación de armas de destrucción masiva, expuestas como amenazas globales, concluidas con la caída del muro del Berlín, en la fe y la esperanza por la eliminación de ataduras ideológicas, un mal que pudo devorarnos.

Dicho sea verdad, el apocalipsis contemporáneo lo conforman otros dragones: el narcotráfico, las armas para el crimen, el terrorismo (intolerante) y los estafadores, lo que hacen cierto la maldición de “que el hombre es el enemigo del hombre”. En su transición de lo oscuro a lo objetivo, ese conjunto de enemigos con rasgos distintos asolan al mundo y la persona humana, se comportan como los actores contestatarios, responsables del proceso descivilizatorio del Siglo XXl, creando un tipo de peligros, que van en detrimento de los derechos civiles y las libertades individuales.

Por su lado, las respuestas de la diplomacia internacional, como también de los sistemas policiales y de inteligencia se muestran ineficaces en cuanto a erradicarlos, a diferencia de los horrores y agravamientos del siglo anterior que fueron realmente superados bajo el imperio de la razón y por la velocidad de la ciencia y el
conocimiento. En cambio, las naciones revelan incapacidad y agotamiento político
frente a tales fuerzas del odio y del mal.

Frente a esa impotencia como tal, todavía cabe la solución de construir en este milenio “una gran filosofía y espiritualización de la humanidad” (Benedicto XVl), sobre la base de un ejercicio de la consciencia que resulta bastante simple: sugiero regresar al mensaje generoso del Salmo 23 de David y al del Padrenuestro.

Ronald Obaldía González (opinión personal)

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