jueves, 17 de septiembre de 2009

Suramérica: con rumbo equivocado

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las naciones suramericanas han puesto en evidencia su desánimo frente a sus propios esquemas de integración regional, ya que en esta década la constante son los desacuerdos internos en los distintos renglones. Estos se exteriorizan en las relaciones económicas y comerciales, en los diferendos limítrofes y las visiones disímiles de cada gobierno, en lo corresponde a mitigar la producción y el tráfico de drogas, al igual que en el modo de enfrentar la criminalidad transnacional.

Las pruebas salen sobrando, a saber, lo publicado por diversas fuentes noticiosas, acerca de los movimientos diplomáticos hechos de manera independiente por el Brasil, Venezuela y Chile, destinados a ir construyendo “sociedades obligatorias” con potencias extrarregionales, en las cuales se pone mayor énfasis en la aprobación de alianzas militares y las compras de armamentos, representando ello la última “invención y generación” de mecanismos cooperativos de carácter internacional fijados por los diez países suramericanos.

El riesgo que entraña tal comportamiento de política exterior consiste en “la peligrosa carrera armamentista” (La Nación, 13-lX-09) resultante, en parte, de dichas vinculaciones extracontinentales. Las nuevas asociaciones, basadas en este tipo de acuerdos militares, exponen la combinación de sistemas políticos que en teoría se contradicen entre sí, lo que se suponía eran escasamente predecibles años atrás.

Francia, dirigida hoy por el gobierno de derecha de Nicolás Sarkozi, ha puesto su olfato a trabajar, por eso ha hecho cálculos minuciosos, a fin de ocupar un lugar en los malabares de la política suramericana. Tampoco es de extrañar esta ofensiva, dado que la antecede su tradicional e inigualable política extranjera zigzagueante.

Tanto fue así que en tiempos de Felipe Petain se humilló, aliándose con el fascismo hitleriano, luego en la reconstrucción apostó por la ayuda de posguerra del Plan Marshall estadounidense; sin importarle luego golpear duramente a Argelia y el Vietcong; en medio de la Guerra Fría condescendió con el imperialismo soviético, ya que era una forma de aliviar su frustración (imborrable) ante la pérdida de poder de su liderazgo en Europa, a causa de la influencia de los Estados Unidos de América en el viejo continente, la que los franceses siempre han tratado de aplacar en América Latina y en otros rincones del planeta.

Ni más ni menos que París ha hecho “una excelente lectura” acerca del nacionalismo militar brasileño y de las tendencias políticas antiestadounidenses que corren en el sur del hemisferio, al concretar con ese gigante ofertas de ventas de submarinos propulsados con energía nuclear, adicionadas a transacciones de cazabombarderos, todas por un valor de $12.000 millones. El monto supera en “tres veces el costo de la cooperación del Plan Colombia”, patrocinado por Washington.

En consecuencia, el izquierdista presidente Luis Ignacio Lula da Silva pretende montar una industria bélica propia a partir “del know how” francés” (Darío Pignotti, 2009). Lo cual ha puesto a la defensiva a su rival la Argentina, que se muestra impotente en igualar los objetivos estratégicos de su vecino, en vista de que arrastra una economía bien debilitada. En cambio, Lula sigue hechizado en proteger con maquinaria de guerra los hallazgos de las reservas petroleras submarinas del océano Atlántico, como también en preservar la gran masa selvática de la Amazonia, que dicho sea de paso la han dañado sus propios compatriotas.

Dentro de los cálculos de Lula yace la expectativa de que su país llegará a contar con la mayor reserva de uranio del planeta, lo que incentiva el “imaginario” nacionalista, obsesionándose en que su país podría sentarse en un escaño permanente del Consejo Permanente de la Organización de las Naciones Unidas, a pesar de apartarse, con frecuencia, de sus antecedentes revolucionarios de ocuparse exclusivamente en cómo superar el flagelo de la monumental pobreza que desafía a su gobierno.

Máximo ahora, el mandatario brasileño sigue alucinando, por cuanto en la última visita oficial, Sarkozi le anunció el respaldo de su gobierno en torno al objetivo de transformar al Brasil en potencia global, contribuyendo a convertirlo en miembro permanente del máximo órgano de la Organización.

Por su parte, las empresas francesas, respaldadas por Sarkozi, construirán una central nuclear en Río Janeiro. Aunque se ha negado a practicarlo con el mundo en desarrollo en los rubros de la cooperación técnica y científica convencional; al parecer París sí estaría liberando conocimiento tecnológico (sin restricciones de patentes) en pos de que los brasileños desarrollen sus programas atómicos para fines pacíficos. El temor radica en que dichas buenas intenciones evolucionen hacia una plataforma de objetivos subimperialistas, que simultáneamente le otorgan poderes supremos a las Fuerzas Armadas, que principalmente en el Brasil acumulan un grueso expediente antidemocrático.

Obviamente, que la carrera armamentista en América del Sur acompaña los anhelos de los militares por recobrar el poder, lo cuales resultarían imparables. Posiblemente, el gobierno de Chile ha olvidado esa lección, porque imita igualmente a Venezuela y al Brasil con la compra intercontinental de equipos bélicos, al tiempo que ha intuido la necesidad de atraer “socios obligatorios extranjeros”, como en Europa, la que se presta lamentablemente a estas andanzas de comercializar armamentos con democracias en riesgo, traumadas por los despotismos.

Adversarios acérrimos de Chile, como Bolivia, signada por complejidades sociales y étnicas de origen estructural acaba de presupuestar $100 millones para renovar su armamento, es posible que lo adquiera de Europa o de Rusia. Tampoco Perú quiere rezagarse, dado que prevé el peligro de una hostilidad con Chile y con Evo Morales, en razón de las viejas disputas fronterizas, que en cualquier oportunidad podrían comenzar a echar llamas.

La fascinación suramericana en torno a incrementar proyectos militares bajo la colaboración de potencias extrarregionales, tenía que tocar a su vez las venas del “ Mussolini tropical”, a decir del escritor Carlos Fuentes. Tras celebrar ejercicios navales con Moscú, así como llegar a acuerdos militares y energéticos con el Irán y la China Porpular, etcétera, el mandatario venezolano se jacta de “los cohetitos” de fabricación rusa que el ejército de su país habrá de disponer pronto, en caso de enfrentar la supuesta agresión estadounidense, que se “fraguaría desde las siete bases militares que se instalarán en Colombia” o, quizás, a través del espionaje estadounidense lanzado desde la reactivada lV flota atlántica, situada en el Hemisferio.

Nuevamente, quiere decir que América Latina anda extraviada. Se olvidó de su visión de construir Estados nacionales justos, modernos y prósperos. La región cambia sus derroteros al optar por una competencia armamentista en miniatura.

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