lunes, 19 de octubre de 2009

Los socialismos residuales.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Nada menos que el gobierno socialista de Chile resucitó en días pasados la lúgubre “ley antiterrorista”, promulgada en tiempos del déspota Augusto Pinochet. La ha vuelto a poner en vigor para sofocar las protestas sociales de los indígenas mapuches de la región de la Araucaria; en tanto que el gobierno de Bachelet ha puesto en evidencia su incapacidad de resolución ante las demandas de esa minoría étnica que busca un mejor tren de vida.

Las repetidas advertencias de la Organización de las Naciones Unidas de disuadir al gobierno chileno a que se abstenga de la aplicación de dicha ley represiva, han sido desatendidas. Como es usual en democracias tuteladas por las Fuerzas Armadas, empeñadas en fabricar enemigos internos, los mapuches son acusados de pretender la desestabilización de las instituciones legales.

Bajo el pretexto de ocultar todavía las tensiones sumergidas de una sociedad restaurada, que, además de encabezar la carrera armamentista en la región, Chile ha sido negligente en distribuir de manera equitativa los ingresos de su floreciente crecimiento económico; pues sigue siendo tan inequitativo como cualquier otro país latinoamericano.

Lo que sí cuesta explicar son los resultados de algunas agencias calificadoras de gobernabilidad y de avance institucional democrático, las cuales colocan a la nación chilena por encima de Costa Rica; al colmo que una de ellas ha ubicado a Venezuela en un rango positivo de desarrollo humano, pisándole los talones a este país. Probablemente, esas entidades están dominadas por cierto sesgo ideológico.

La nueva versión del socialismo internacional es incoherente, ya que hay una enorme distancia entre su retórica y las acciones políticas. El Ecuador es otro caso desatinado. Con los mismos términos ofensivos empleados por el gobierno chileno, los aborígenes tuvieron que soportar la violencia desplegada por el gobierno de Rafael Correa, promotor de leyes de minería y de privatización del agua, a las que se oponen de manera decidida los nativos amazónicos.

Según este mandatario afín a las ideas anacrónicas del “Socialismo del siglo XXl”, esos indígenas, quienes organizaron las manifestaciones en defensa de los recursos naturales, son extremistas, aliados de la derecha, los que solo persiguen desestabilizar su gobierno “de identidad popular”. Todo ello pone en evidencia, una vez más, la naturaleza represiva de los países socios del ALBA, cuyos gobiernos consiguen ser tan autoritarios como las pasadas dictaduras militares, las cuales prolongaron también la situación de marginalidad de las minorías
étnicas.

En la otra orilla del planeta se localiza la China Popular, abanderada del otro esquema residual de “socialismo internacional”, el cual funciona, igualmente, con base en la represión. Los acontecimientos de la región autónoma de Xinjiang (al noroeste de la China continental), donde habita la minoría Uigur, mayoritariamente musulmana y con idioma de origen turco, atestiguan hechos vergonzosos, ya que desde hace rato esa etnia continúa siendo víctima del miserable disfraz de la lucha antiterrorista del régimen totalitario.

Por qué extrañarse. China es experta en el uso de mecanismos sofisticados de discriminación religiosa y cultural, así como de otras acciones típicas de violaciones contra los derechos fundamentales, con los cuales esta vez ha logrado desplazar la etnia Uigur, a fin de favorecer el repoblamiento de la etnia Han, la más numerosa de ese gigante asiático.

Sin duda que los socialismos residuales del siglo XXl reciclaron el recurso del método ideado por José Stalin, Mao Tse-Tung y el dinosauro Fidel Castro, aquel que arremete contra todo tipo de distensión, signada como un peligro letal.

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