martes, 24 de noviembre de 2009

Un reencuentro con Israel

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

En días pasados, Shimon Peres, el presidente de Israel, efectuó una gira de trabajo por América Latina, visitó el Brasil y la Argentina. La misión tuvo como propósito neutralizar la influencia del Irán en esta región, sobre todo, al conocerse la proximidad de la visita oficial a Venezuela y Brasil del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, donde espera cerrar acuerdos de cooperación en materia energética e industrial con el gobierno de Hugo Chávez, el gran aliado de los ayatollahs en este subcontinente.

Naciones como Bolivia y el Ecuador se han acercado a Teherán, al igual que el gobierno sandinista, fiel a su tradición de estrechar sus vínculos con el país persa, con todo y que el gobierno de iraní se ha rehusado a condonarle la deuda. En cambio, con excepción del gobierno del Irak, controlado por musulmanes chiitas, las restantes naciones árabes (en su mayoría sunitas) guardan distancia del régimen teocrático del Irán, el cual ha puesto de relieve sus propósitos subimperialistas en el Medio Oriente, auspiciando allí el terrorismo, como también aquel ataque de Buenos Aires en 1994 contra la Asociación Mutual Israelí Argentina.

La monarquía (despótica) de Arabia Saudita, de raíces musulmanas sunitas, es asediada por Al Qaeda, así como por los rebeldes chiitas que operan en la frontera común con Yemén, estos patrocinados por los ayatollahs iraníes. Los saudíes se han colocado en los últimos años entre los enemigos acérrimos de Teherán, ya que es percibida como una seria amenaza, a causa de sus pretensiones hegemónicas, torpedeadas también por varios de sus vecinos, todo lo cual agudiza la situación de aislamiento internacional de la que es objeto el Irán.

Desde el punto de vista de las sospechas saudíes, los israelíes vienen siendo menos peligrosos para la sobrevivencia de la monarquía, puesto que ambos tienen al frente un enemigo común que es el Irán, cuyos programas nucleares crean gruesas sensibilidades entre los árabes. Más allá de la enemistad entre judíos y árabes, Israel reconoce sus propias limitaciones históricas y étnicas para imitar los pasos (subimperialistas) del Irán, que de alguna manera busca superar el aislamiento al que se ha visto sometido. Por eso la sola alternativa en su haber consiste en alimentar la alianza con Venezuela y las naciones del ALBA, más la comedida aceptación del Brasil y Argentina de asegurarle puertas abiertas.

El principio de la coexistencia ha ido privando en los acercamientos entre las dos culturas semíticas, negativo para el Irán, tal que la construcción de nuevas colonias en la Cisjordania palestina y en el propio Jerusalén Oriental apenas molesta a Egipto, lo mismo que a Arabia Saudita. Los árabes son conscientes que el grupo terrorista de Hamas (proiraní), quien controla Gaza, ha ganado adeptos dentro de la población palestina, por lo tanto Israel actúa como un escudo contra la influencia del Irán en el Levante. Razón por la cual, los severos golpes militares a principios de este año contra Hamas por manos de Israel, representaron un alivio, particularmente para los egipcios y los sauditas, ya que en el fondo eso significó la reducción de los planes expansionistas de los ayatollahs iraníes.

Por su parte, en la concepción occidental, el pueblo judío constituye la hermandad superior de la cristiandad, valorado como la única comunidad en el Oriente Medio que abriga los principios de la democracia pluralista; por lo mismo esta búsqueda de alianzas con los latinoamericanos es coherente con la historia y la razón. Justamente, hay que reconocer los pocos réditos que se pueden derivar al fortalecer asociaciones con el Irán, cuyo régimen es un calco de la Edad Media.

Los israelíes poseen atributos éticos para incursionar en América Latina, aunque tienen pendiente el compromiso de volver a ganar confianza acà, cuanto más expliquen sus intereses de política exterior, así como los alcances de su estrategia de defensa militar, pocas veces comprendidos. Al mismo tiempo, el Estado judío, bajo los principios de cooperatividad, están en capacidad de compartir sus notorios avances científicos y técnicos, al igual que sus desarrollos culturales y académicos. Los entendimientos mutuos en cuanto a contribuir con la solución de las limitaciones estructurales del mundo en desarrollo, puede trascender al respaldo de las tesis de estas naciones en los ámbitos de la asociación multilateral, en especial en la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio.

Las colonias judías podrían servir de base de apoyo de la política extranjera de Israel, proclive a focalizarse en las naciones septentrionales. Falta por ello una mayor coordinación entre el Estado de Israel con los judíos de ultramar, a fin de beneficiar la estrategia de acercamiento hacia las naciones meridionales, particularmente las latinoamericanas; cuestión difícil de reproducir entre las colonias persas y árabes, quienes en su gran mayoría adversa los sistemas políticos opresivos de sus países de origen.

El influyente lobby judío en Washington, brazo de las políticas israelíes, debería de identificarse con América Latina (y el Tercer Mundo) en sus planteamientos vitales, sean la equidad y la liberalización del comercio agrícola, la práctica de la “política blanda” inherente con la cooperación, la suavización de las medidas migratorias, al igual que en el mejoramiento de las cancelaciones de la deuda financiera regional, con la cual Costa Rica una vez fue favorecida décadas atrás ante la mediación del lobby judío, al serle condonada parte de sus obligaciones con las entidades financieras.

Es diferente de esto, la repugnante cooperación militar proporcionada por Israel a las dictaduras militares latinoamericanas, las que asaltaron el poder en los años de la Guerra Fría. Tales tácticas de la promoción de acuerdos militares merecen ser borradas de las relaciones renovadas entre Israel y América Latina, de manera tal que pueda distanciarse de Francia, Suecia y de su enemigo el Irán, que se han dedicado hoy a insuflar la carrera armamentista.

Los gestos convincentes a favor de la creación del Estado Palestino han estado ayunos de realizaciones, lo cual debilita la imagen de Israel dentro de la comunidad internacional. En tanto que las tesituras irreconciliables de los partidos políticos israelíes imposibilitan la visión unificada, siendo ello aprovechado por los sectores radicales y fundamentalistas árabes, en cuenta la desfachatez de los ayatollahs, como también por los ortodoxos judíos, todos ellos responsables de minar cualquier tratativa de paz, que al final desacreditan a Israel y los sectores árabes moderados.

La real afinidad entre las culturas judías y latinoamericanas, además de los vínculos indisolubles, compromete a los habitantes del Nuevo Mundo a multiplicar nuestros deseos y esfuerzos por que dos milenarias civilizaciones puedan cohabitar en paz. Si los fanáticos demenciales como Ahmadinejad, vienen a esta región a fomentar el odio y la intolerancia, entonces frente a tal aberraciòn, el mejor antídoto es estar presente en Tierra Santa para inculcar lo mejor de los valores de la convivencia, como es el sentido de la protección de la vida y el de la fraternidad humanas.

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