martes, 2 de febrero de 2010

En Costa Rica hay energía política

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Contrario a lo publicado por algunos agoreros, pienso que la democracia costarricense se robustece constantemente. Muchos de ellos lanzan con mayor ímpetu falsas suposiciones acerca de la apatía o falta de dinamismo que encierra el proceso de elecciones que concluye este 7 de febrero. Plantean que los ciudadanos se han desilusionado del sistema político, por lo que es palpable ahora “un déficit de ciudadanía”.

El bipartidismo, según ellos, vino a ser el responsable de dicho fenómeno, ya que originó una madeja de contubernios que erosionó la institucionalidad democrática. Nada más errado que tal interpretación, ya que, con todo, las formaciones políticas que activaron tal esquema reunieron consensos, que a la postre forjaron una nación democrática, pluralista, un avanzado régimen social de derecho, más acá, la conformación de partidos emergentes.

Los profetas de las calamidades han querido apoderarse de la opinión pública; son voces dedicadas a magnificar las áreas débiles de la sociedad política, al pregonar pronósticos insidiosos que la propia realidad se ha ido encargando de desmentir. Ellos no reconocen que esa misma estructura llegó a incentivar modalidades diferentes de distribución del poder.

Tómese en cuenta como las tendencias del voluntariado y las conductas filantrópicas que comporta la sociedad civil han compensado las debilidades de la sociedad política, en especial, la de los partidos políticos, a través de la cultura de la innovación y de los emprendimientos de las empresas privadas, los desarrolladores de iniciativas, las asociaciones de empresarios, los cooperativistas, los solidaristas, las corporaciones de profesionales, las agrupaciones de mujeres, asociaciones de desarrollo, los líderes de las comunidades urbanas y rurales, los académicos en las universidades públicas y privadas, en fin múltiples entidades.

Precisamente, este talante se ve reflejado en los laboratorios científicos, en las organizaciones religiosas, culturales y deportivas, así como en instituciones públicas altamente especializadas como el Ministerio de Comercio Exterior, cuyos funcionarios acumulan un bagaje de conocimientos y habilidades, de manera tal que han logrado alinear a los intereses y necesidades nacionales los contenidos de los tratados de libre comercio negociados con diversas naciones desarrolladas.

Los nuevos sujetos de la democracia nacional están lejos de concentrarse solamente en organizaciones mediadoras como los partidos políticos, en la administración pública o en los niveles de la dirección superior del Gobierno. El auge de otros operadores está coadyuvando al mejoramiento del sistema democrático. Es aquel ejército de protagonistas que han creado prosperidad en regiones como San Carlos, Grecia, Palmares, San Ramón, Turrialba, Pérez Zeledón, Los Santos, Liberia, Barva, Santo Domingo, Garabito, en las localidades fronterizas, las cuales crecen por sí solas, por su ambición de progreso prescinden con frecuencia de la burocracia estatal.

Las redes sociales internas que lograr instituir estos actores tienden a ser más efectivas que las prácticas administrativas de las organizaciones públicas y los gobiernos locales, rezagados ante el ímpetu y laboriosidad de dichos animadores en la sociedad civil. Dentro de este paisaje, citemos además a la mayoría de los padres de familia que sacan adelante a sus hijos, formando excelentes ciudadanos.

Todo ello es el resultado de los valores nacionales, que todavía permanecen incólumes, fortalecen la identidad nacional y contribuyen a prevenir cualquier desunión o profundas divisiones, que amenacen la estabilidad social. Por esto mismo, el concepto convencional de descentralización del Estado pareciera superado, dado que en la sociedad civil funcionan relaciones de poder regional, menos formales que el aparato burocrático y el gobierno local, pero que al final se transforman en centros de poder o en grupos de presión que inciden de manera favorable en el proceso institucional de toma de decisiones, así como en la promoción del desarrollo económico.

Desde hace tres décadas el modelo de organización de “democracia de base” que evoluciona en Costa Rica con gran movilidad, suple los vacíos de la burocracia estatal, quien en determinadas circunstancias es poco diligente en dar respuesta a las demandas de las comunidades. Desde luego, que este fenómeno puede acarrear el riesgo (controlable) de lo que denominan los psicólogos sociales como “egofilia” (Dr. Enrique Umaña Montero), es decir que las personas se empeñan en perfeccionar y proteger su grupo primario, al crecer por sí solas, que es su entorno inmediato, esto en detrimento (relativo) del bien común general, o desconectada de la misión y la visión nacionales, que hubieran de funcionar siempre como un todo, donde sus componentes esenciales son interdependientes.

Dicho lo anterior, constituye entonces una equivocación desacreditar al sistema político como tal, en la presente coyuntura electoral. Todo lo contrario, el ciudadano costarricense es más “politizado” que antes, con la salvedad en que tal comportamiento suyo lo expresa de modo beligerante en instancias socioculturales primarias y secundarias (inexistentes décadas atrás), pero que dependen de la sociedad política. Cierto que en ellas encuentra mayor gozo y felicidad, por ser menos complicadas que las esferas superiores de la sociedad nacional, comprometidas a enfrentar desafíos globales, casi incomprensibles e imprevisibles.

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