lunes, 19 de abril de 2010

Caminemos juntos con Centro América

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La semana pasada, Laura Chinchilla, Presidenta electa de Costa Rica, hizo un recorrido por los países centroamericanos, con el propósito de informar el interés del futuro gobierno de integrarse todavía más a la región, sobre la base de la agenda económica, comercial, además de regresar a los mecanismos de cooperación relacionados con la seguridad. Dada esta circunstancia, cabe retomar el concepto de “gradualismo” que expuso en vida don Carlos Manuel Castillo Morales, el brillante político y economista costarricense, el cual ha de ser útil ante las aproximaciones de colocar la integración regional en la primera fila de la política exterior.

Según Castillo Morales, Costa Rica debía de buscar la plena integración con sus vecinos de manera progresiva. Explicaba que por sí solos y en su afán de defender sus intereses nacionales, cada uno de los seis países ve reducida su capacidad de influencia frente a las metrópolis que dirigen el proceso de internacionalización de la economía, como también en los organismos internacionales y los diferentes bloques del poder global. Como Estados pequeños en territorio, al igual que en población, sin materias primas estratégicas, la integración parte por parte sería la alternativa por seguir.

El Mercado Común Centroamericano sería la principal carta de presentación de ese gradualismo, pues con todo y sus imperfecciones seguía siendo un destino atractivo para la producción exportable de las seis pequeñas naciones. En el caso particular de Costa Rica, casi el 20% de sus exportaciones son captadas por este mercado; de tales intercambios se benefician sobre todo las pequeñas y medianas empresas nacionales.

A pesar de las diferencias notables entre cada uno de ellos, especialmente en cuanto a desarrollo económico, gobernabilidad y cohesión social, éstos deben de homologarse en pro de la efectiva integración, ya que hay países más rezagados que otros. El golpe de Estado en Honduras y el último fraude electoral a manos de Daniel Ortega en Nicaragua agravan dicho desequilibrio. Sin embargo, resulta ilógico negar las raíces históricas y culturales comunes a estos pueblos. “En realidad somos los mismos”.

Asimismo, nuevas amenazas los acechan en el nuevo milenio: el narcotráfico, la criminalidad transnacional, las pandemias, los efectos del cambio climático y la persistencia estructural de los problemas del desarrollo, tales como la pobreza, la desinversión, el desempleo, así como las limitaciones respecto a elevar la calidad de los factores que generan competitividad. Así entonces, el fortalecimiento de los principios de la interdependencia y de la cooperación solidaria constituye la mejor respuesta regional frente a tales riesgos.

Tras el éxito del Plan de Paz de la década de 1990, se han registrado progresos en determinadas áreas de la institucionalidad de la integración. Desafortunadamente, la burocracia, los abusos y los protagonismos nacionales se han ido apoderando de ella, sin descontar la aversión contra Costa Rica; razón por la cual el sistema ha caído en el inmovilismo y la ausencia de logro.

Ante ello, mal haría el gobierno costarricense de disminuir su perfil en Centro América o de abandonar su misión de transmitir su experiencia democrática y civilista, que aunque algunos sectores autoritarios lo traten de desmentir, sigue sirviendo de modelo y aspiración de esos pueblos hermanos. En esta propuesta entra la eliminación de las Fuerzas Armadas, “chunches” de muerte que no tienen razón de existir.

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