lunes, 26 de abril de 2010

Fronteras nacionales para la integración y el desarrollo

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

El desigual desarrollo geográfico (humano y físico) al interior de casi la totalidad de las naciones tercermundistas, quedó condicionado por consecuencia de la estructura centro - urbano y rural – periferia. Desde las independencias nacionales, tal modalidad de “antidesarrollo” produjo desequilibrios y postergación social a las poblaciones humanas, aledañas a las principales ciudades.

A diferencia de Europa, las áreas fronterizas de los restantes continentes, por lo general, se localizan en los territorios periféricos rezagados, los cuales a su vez incuban tanto los actuales y futuros conflictos domésticos, o como en el caso particular de las zonas fronterizas, que son siempre la fuente de justificación de las tensiones políticas y militares entre naciones vecinas. Concentrémonos en adelante en los últimos espacios limítrofes, los cuales arrastran los fenómenos antes citados, en lugar de llegar a ser zonas de paz, seguridad y de desarrollo humano.

Distribuido por los cinco continentes, se calcula que hay 46 conflictos fronterizos a nivel global que, sin culminar siempre en guerra, sí suponen una fricción (El Mundo. Es). La mayoría los albergan las naciones meridionales, en parte, provocadas por los abusos de los imperios coloniales de la Era Moderna. Echemos un vistazo a algunos de ellos.

Los desacuerdos fronterizos que entre India y China persisten, a causa de las cumbres (de pobreza) de los Himalayas, disputa que encuentra su origen en las rivalidades de las potencias imperiales británica, china y rusa, nacidas en el siglo XIX. Más arriba, Rusia y China firmaron hace apenas seis años el Acuerdo Suplementario sobre el sector este de la atrasada frontera Chino-Rusa, a efecto de alinear la frontera chino- rusa que mide más de 4300 kilómetros. En tiempos de la Rusia comunista hubo varias reyertas entre los ejércitos de los dos países, basadas en acusaciones mutuas sobre violaciones territoriales.

En el sur del Asia, donde los ingleses cometieron estragos, tanto India como Pakistán (potencias nucleares) reconocen en Cachemira, precaria zona de inestabilidad, una cuestión vital de la que dependería la identidad política y nacional de ambos países, cuya enemistad ha dado origen a cuatro guerras. Luego sigue la tolerancia de los pakistaníes hacia el activismo extremista islámico en las frontera común con Afganistán, donde yace la red de Al Qaeda de Bin Laden (Ignacio Ramonet).

Al disputarse la posesión de varias pequeñas islas en el Golfo Pérsico y una franja de tierra, de 120 millas de extensión, limítrofe a ambas naciones en la frontera sureste y noroeste, respectivamente, Irak e Irán deciden entrar en guerra (1980 – 1988); las secuelas de desconfianza siguen vivas, lo confirman las recientes controversias por la posesión de pozos petroleros en las zonas desérticas, ubicadas supuestamente en el territorio iraquí, incapacitado de protección.

Pasando a otro continente meridional. El Cuerno de África, conformado por Yibuti, Etiopía, Eritrea, Kenia, Somalia, Sudán y Uganda, figura entre las regiones más pobres del mundo y más amenazadas por los conflagraciones de la más diversa índole. El Cuerno de África se enfrenta a un sistema de inseguridad regional en el que los conflictos y las crisis políticas se alimentan de manera recíproca. La crisis en la frontera entre Eritrea y Etiopía, en Somalia, los conflictos en Sudán y en el norte de Uganda, generan una situación de inestabilidad e inseguridad en la región. Además, las complicaciones se ven reforzadas por las migraciones, activismo de milicias, el tráfico de armas y droga, así como los flujos de refugiados (Unión Europea, un informe del 2006).

Tampoco, América Latina se ha escapado de tales hechos que ocasionan tensiones en las líneas divisorias territoriales. Varios de ellos alcanzaron la Corte Internacional de Justicia, o también hubo de recurrirse a tratados especiales o mediaciones internacionales de buenos oficios a fin de ponerles coto.

A manera de lección, Perú y el Ecuador mantuvieron, desde su independencia a principios del siglo XIX y hasta 1998, confrontaciones territoriales sobre regiones Amazónicas y de los Andes, siendo uno de los largos conflictos fronterizos en el hemisferio occidental. Su existencia provocó continuas guerras, generalmente cortas, la última sería en 1995, lo que resquebrajó las relaciones de los países andinos en todos los aspectos.

En marzo del 2008, en la misma región andina ocurrió el ataque de la fuerza aérea de Colombia contra la frontera ecuatoriana, el que acabó con la vida del 'número dos' de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Raúl Reyes, y de otros 25 guerrilleros terroristas. Se repite el cuento. Hugo Chávez, el presidente venezolano, instaló sus tropas en la franja limítrofe, a fin de vengar la muerte de Reyes, cerró las comunicaciones interfronterizas con Colombia, en detrimento del comercio y turismo binacionales.

La insoluble mediterraneidad de Bolivia, entorpecida por Chile, un tiempo acá por Perú, es una aguda contradicción de índole diplomática y fronteriza entre dichas naciones, todo se refiere al hecho de que Bolivia se encuentra en medio de la tierra, es decir, sin salida al mar. Los propios mecanismos interamericanos han demostrado su ineficacia en conseguir un arreglo definitivo a otra añeja disputa que se remonta desde finales del siglo XlX.

Después se tiene a la mano la Triple Frontera, constituye la denominación usada en regiones del MERCOSUR, donde las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay se encuentran. Esa desprotegida área tiene como actores principales a capos y contrabandistas de armas, drogas y mercancías; allí hay cabida para cualquier tipo de negocios oscuros e inimaginables. Por eso el temor de que puedan asentarse terroristas islámicos en fuga.

La más reciente controversia la protagonizaron los gobiernos de Argentina y de Uruguay, cuyos presidentes se reunirán en estos días tras el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que dio la razón a los dos, sobre una planta de celulosa instalada sobre el río Uruguay. La querella mantuvo por siete años tensos los lazos entre ambas naciones. Lástima tiempo y recursos desperdiciados.

Los Estados Unidos de América ofrecen gestos negativos. Decidió construir largos y costosos muros de acero en su frontera sur, con el propósito de contener las oleadas de migrantes latinoamericanos: algo similar a la fotocopia del Muro de Berlín.

El panorama de las zonas limítrofes ha sido igual de lamentable en Centroamérica. Para los efectos prácticos, mencionemos solamente “la famosa guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras, la cual recoge las ideas elaboradas al principio de este comentario. A través de la reyerta militar se trató de ocultar la alta concentración de tierras en manos de latifundistas en el área de guerra. Esto causó los desplazamientos de salvadoreños hacia el territorio hondureño, donde llegaron a poseer minifundios, cuestión que sería inaceptable a las fuerzas armadas catrachas.

Asimismo, el golfo de Fonseca es un área de controversia entre esos dos países, allí se mueven los intereses de Nicaragua. Después, los desacuerdos por los trazados marítimos han cobrado auge, representando el nuevo componente de las desavenencias entre las naciones del istmo, en las cuales intervienen pequeñas potencias extrarregionales como Colombia. Lo propio está haciendo México, que en su afán de controlar el narcotráfico, presiona al gobierno de Guatemala a que refuerce la vigilancia por su territorio y mares comunes.

Valga repasar, que en la pasada guerra civil centroamericana, las fronteras de las naciones centroamericanas se transformaron en sitios estratégicos de las fuerzas armadas y de la insurgencia, como tales hubieron de generar riesgos de cara a la internacionalización de las operaciones militares. Superados estos capítulos, salen a relucir hoy nuevas amenazas (regionales) en dichos confines: el narcotráfico, las actividades del crimen organizado, la degradación del ambiente y la pobreza extrema, etcétera, tal como bien lo apuntaba Laura Chinchilla, la Presidenta electa costarricense.

A pesar de este recuento desalentador, al menos en Centroamérica, lo importante es recobrar el espíritu de unidad regional, así como poner en marcha las instituciones del sistema de integración, reconociendo, en primer lugar, que la fijación de políticas públicas efectivas es una buena política de desarrollo fronterizo para el istmo, en particular para cada país. Sobre este respecto hubo intentos fallidos en su momento, susceptibles de reactivarse, entre ellos el proyecto SIAPAZ, el mecanismo de coordinación y cooperación de los Vicepresidentes de los países centroamericanos, la Comisión de Seguridad sin militares que la controlen, la construcción de polos de desarrollo, entre otras cosas.

Costa Rica fijó pauta en este sentido, ya que en el Plan Nacional de Desarrollo (2006 -2010) se introdujo por primera vez el planteamiento de las fronteras como parte de sus objetivos estratégicos. Esto lo pueden imitar el resto de las naciones centroamericanas. Tal vez no faltará uno de esos personajes mezquinos que suelen aterrizar en las instituciones públicas. Recuerdo a uno de ellos, quien hizo “un reporte” en el que excluía la asignatura de las fronteras, como parte del programa operativo de la unidad que dirigía. Dada su escasa predilección por la lectura, esa vez omitió estudiar el Plan de Desarrollo en mención. Con todo y esto, “adelante con los faroles”.

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