lunes, 27 de julio de 2009

Temas emergentes en la comunidad internacional

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Completada casi la primera década siglo XXl, un número interesante de asignaturas han ido alcanzando un lugar interesante en el ámbito de la política global, diferenciándose en su esencia de las materias tradicionales con creciente conflictividad, que en el camino arrastran grave riesgo. Es decir, las emergentes se apartan relativamente de las que comúnmente siguen de manera permanente ocupando la máxima atención de los foros globales y regionales, dígase, entre otras, la proliferación de las armas atómicas, las contradicciones ideológicas, religiosas y culturales, la cuestión del desarrollo desigual entre el norte y el sur, las barreras que interrumpen el libre comercio, así como el deterioro del medio ambiente.

En cambio y en el orden de los asuntos emergentes, la ética y la formulación de nuevos principios dentro la sociedad, dominios de la antropología filosófica, parecieran ser los llamados a ayudarle a las civilizaciones, las que tienen su origen en los valores de la libertad y el humanismo, a proporcionarle respuestas actualizadas y apropiadas frente a temáticas que fueron antes tabúes, porque estuvieron empañadas de maniqueísmos y prejuicios. Lo que menos tuvo lugar en épocas pasadas, fue el diálogo racional en su abordaje. Al haber sido de este modo, se evitó el conocimiento del pensamiento opuesto, coincidente frecuentemente con los cambios de consciencia de la familia humana.

Comencemos por subrayar algunos casos. El enfoque contemporáneo en torno al rol de la mujer en la sociedad política y la sociedad civil ha revolucionado increíblemente, aunque en “la praxis” global falta demasiado camino que recorrer, particularmente en sociedades postergadas, condicionadas por “determinantes sociales críticos”, sean buena parte de las nacionalidades africanas, asiáticas y no pocas latinoamericanas, subordinadas a negativos patrones religiosos y culturales, casi invariables a través del tiempo, por lo que continúan provocando destrucción y humillación contra el género femenino. Sin embargo, hay lecciones que pueden extraerse, a pesar de los hechos dramáticos, cual es el pleno convencimiento (ético) que manifiestan tener varias sociedades nacionales por avanzar en pos de la legítima igualdad de géneros.

La tesis del “secularismo positivo” trabajada por el Papa Benedicto XVl y Nicolás Sarkozi, el presidente de Francia, repuntada en la extraordinaria encíclica “Caritas in Veritate” del propio Joseph Ratzinger, vienen a introducir a la comunidad internacional en la profunda reflexión sobre múltiples antivalores políticos y económicos predominantes, contrapuestos a los principios de la paz, la solidaridad y de la justicia social, al tiempo que tal desviación ha modelado el proceso de globalización, en la cual la lógica “utilitaria” del mercado se distancia de manera alarmante de la “ética social” del bien común y del desarrollo integral de la persona.

Como trasfondo, el mensaje del Santo Padre se dirige a denunciar la total ausencia de “caridad” en un sinnúmero de decisiones económicas y financieras, sino entonces mírese la avaricia y ambición de los poderosos señores de Wall Street, que desequilibraron al planeta, aunque lo éticamente correcto de ello fue que sembró la necesidad de regular el capitalismo desenfrenado, toda vez que se transformó en debate crucial de la cooperación supranacional.

El matrimonio entre las personas del mismo sexo se insertó en el temario de la política internacional. Las decisiones de algunos Estados en torno al comportamiento homosexual ha influido gradualmente en diferentes resoluciones de las organizaciones internacionales, lo que significa a la vez la construcción de la “ética de máximos” que, innegablemente, ha de contribuir hacia el respeto y tolerancia de otros patrones de convivencia, los cuales inevitablemente el sistema internacional de los derechos humanos está imposibilitado a discriminar.

Igual de necesario resulta el acceso de toda la población mundial a las medicinas y las vacunas contra las pandemias tales como el SIDA y el AH1N1, una cuestión que además de constituir un desafío contra las patentes mercantilistas, es imprescindible prever desde ya, tal que las compañías farmacéuticas sean demandadas por la comunidad mundial a comportarse con sentido ético y responsabilidad social en lo referido a medidas preventivas y clinicas, cooperando solidariamente con la Organización Mundial de la Salud y los Estados en lo tocante a contrarrestar los contagios a causa de virus y bacterias mortales.

Igualmente, la propia realidad social se encargó de poner en ridículo a obscenos despropósitos de la burocracia internacional, como lo fue el control de la natalidad, a veces inspirada en la doctrina de la seguridad nacional, y a los que felizmente la globalización les cortó las alas. Ahora el envejecimiento de la población especialmente en los países desarrollados ha resultado ser foco de inquietud en el ámbito doméstico y de las relaciones internacionales, a causa de la escasez del factor trabajo, contraproducente al desarrollo de los sistemas productivos. Incluso grandes economías como el Japón están pagando las consecuencias, por lo que se han dedicado a estimular la inmigración. Estados Unidos de América y Europa se ocupan en este momento de atraer cerebros del Tercer Mundo, pues tienen insuficiente gente para multiplicar los programas científicos y tecnológicos.

Puedo permitirme imaginar que este último fenómeno sería el antídoto contra el racismo y los ultranacionalismos, así como contra las políticas alocadas, que aparecen de vez en cuando, que, según sus gestores, habrán de combatir los incontenibles deseos de demasiados grupos humanos que buscan prosperidad y bienestar lejos de su patria, la que les ha negado este deber ser.

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