lunes, 13 de julio de 2009

Vientos desfavorables contra el ALBA.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Así como el ALBA de Hugo Chávez evolucionó hasta transformarse hoy en la principal área de riesgo de los procesos democráticos latinoamericanos, hay que reconocer que tal corriente populista nacionalista de perfil autoritario ha sido también objeto de serios reveses a partir del pasado año.

El primer percance lo experimentó a raíz del ataque militar de las Fuerzas Armadas de Colombia contra la guerrilla de las FARC´s, (Joaquín Villalobos, 2009), que se avituallaba en el territorio interfronterizo del Ecuador. En esa embestida perdió la vida uno de los líderes más prominentes de la insurgencia, allegado además del Presidente Chávez, lo que significó que quedara descabezada, ya que días después murió “Tirofijo”.

Un inminente enfrentamiento militar entre el Ecuador y Colombia se asomaba, aunque se ponía al descubierto la complicidad del Presidente Rafael Correa a favor de las FARC´s, pues había tolerado su estancia en el lado ecuatoriano, colindante con la frontera del territorio colombiano. Prosiguieron los frenéticos y desmesurados discursos de Chávez y Correa, eran evidentemente actos de hostilidad que en realidad se volvieron contra ellos.

De la Organización de los Estados Americanos (OEA) consiguieron apenas un gesto simbólico, ya que el organismo estuvo distante de condenar al gobierno del Presidente Álvaro Uribe, a pesar de haberse comprobado que los militares colombianos penetraron al territorio de su vecino, provocando bajas a la narcoguerrilla, la cual acostumbraba allí a tomar aire y golpear luego bases de sus enemigos. Mientras tanto, un mal olor se escapó en el ámbito internacional, dejando la sospecha de los propósitos del ALBA por desestabilizar a su adversario, el Presidente Uribe.

El veloz ascenso del Brasil como potencia regional ha ido reduciendo los impactos del protagonismo de Hugo Chávez y del ALBA. Múltiples factores han contribuido a intensificar la ofensiva de la diplomacia brasileña. El Presidente Barack Obama, con sus posturas puestas a prueba en provecho del consenso interamericano y del multilateralismo, calificó al gigante latinoamericano como uno de los socios privilegiados de los Estados Unidos de América en el hemisferio, junto con México y Chile, todo lo cual eleva la credibilidad, particularmente del Presidente Luis Ignacio “Lula” da Silva.

El buen desempeño de la economía del Brasil y, de modo especial, los hallazgos de yacimientos petroleros en su océano; el éxito en los proyectos energéticos alternativos, a través de la aplicación y promoción del etanol - en contraposición a los vaivenes en los precios del petróleo y el gas que reducen la chequera venezolana de cara a las ayudas financieras a sus aliados - ha hecho que esta sea de las mejores cartas de presentación de la política exterior de Lula, en lo que respecta a conquistar nuevas áreas de influencia, que trascienden, incluso, la esfera latinoamericana.

Haciendo valer su posición como economía emergente, las tesis brasileñas han logrado colocarse en el temario multilateral, sobre todo las que propugnan por evitar la sequedad de los flujos crediticios en medio de la recesión económica global. Aunadas a su oposición contra las prácticas proteccionistas comerciales, correlato de “la conclusión ambiciosa y equilibrada” de la Ronda de Doha. El punto de vista de Lula tendiente a que sean cedidos espacios de poder a las naciones en desarrollo en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Banco Mundial, ciertamente ha calado de manera insuficiente, dada la resistencia de las naciones poderosas del G-8, con todo y ello, la diplomacia brasileña continúa introduciéndolo en los principales foros, por lo que cada vez suma adeptos a favor de dicha causa.

En cambio, la Venezuela de Hugo Chávez, construyendo, según él, coaliciones anticapitalistas, estrecha las interconexiones con sujetos oscuros tales como el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad, quien reprime, en compañía de los Ayatollahs, las protestas populares contra el fraude que le facilitó la reelección. En este objetivo de recrear bloques extrarregionales, lo acompañan el propio ALBA, los hermanos Castro en Cuba y el vasallo Daniel Ortega; por eso Chávez sale en defensa de las atrocidades de Robert Mugabe en Zimbabwe y de Hassan al-Bashir en la República de Sudán, lo que deja desconcertados a los Estados Unidos de América, Europa y las naciones democráticas.

Las ambiciones de la mayoría de los mandatarios del ALBA por perpetuarse en el poder son conductas “iliberales” que, como sea, los desacredita, por más habida justificación, en cuanto al uso de los mecanismos democráticos, los cuales son deformados, a efecto de satisfacer la voluntad caudillista. Asimismo, se pone de manifiesto la imagen de una alianza sesgada en afianzar el control del Estado y la sociedad, menos proclive a poner en marcha un proyecto social trasnochado, responsable de paralizar los sistemas productivos, ahuyentar la inversión nacional y foránea, como también acrecentar la pobreza de la gente.

No sobra mantener en observación las esquivas reacciones del presidente salvadoreño, Mauricio Funes, por acercarse a los planes bolivarianos de Chávez, guardando cierta distancia del eje La Habana – Caracas. Las desavenencias con su partido el FMLN, pro chavista, han salido a relucir; la designación de los Ministros del gobierno resultó una tarea complicada para el presidente, cuya simpatía por el presidente Lula es más que manifiesta.

Con Funes adherido a las tesis de Lula, podría ser que le fallaran los cálculos al presidente venezolano, por eso tiene lógica pensar en que pronto estuviera alentando en las sombras la escisión del partido oficialista, obligando al mandatario moderado al alineamiento con los líderes radicales. Lo cierto es que Chávez no las tiene todas consigo en El Salvador, su alternativa belicista en el caso del golpe de Estado en Honduras, dejó con la boca abierta a varios dirigentes izquierdistas.

Resulta un mal negocio al ALBA, el que las encuestas favorezcan a los candidatos que giran a la derecha en los próximos comicios de Chile y Uruguay, gobernados actualmente por formaciones políticas de tendencia (neo) izquierdista, con las cuales ha conformado frentes comunes en múltiples oportunidades. Tal convergencia desaparecería del mapa político regional, a causa de que existen enormes probabilidades de que el empresario Sebastián Piñera pueda vencer esta vez a la fragmentada Concertación de Partidos para la Democracia. Y en el Uruguay, el expediente con mancha roja del antiguo guerrillero Tupamaro, José Mujica, resucita historias amargas en la población, lo cual hace difícil la continuidad en el poder del Frente Amplio. Asimismo, el fracaso inobjetable de los Kirchner en las elecciones legislativas de la Argentina presupone un panorama negativo a ambas corrientes ideológicas.

Mucho menos radicalizada, la izquierda gobernante tanto en Chile como en el Uruguay que respetan plenamente el Estado de Derecho, plantean diferencias sustanciales con el bloque del ALBA, particularmente en la visión del funcionamiento del mercado y en el enfoque asignado a las relaciones políticas y económicas con Washington, con quien guarda relaciones dinámicas y escasamente conflictivas.

En lo que sí han coincidido absolutamente el ALBA y la (neo) izquierda latinoamericana, entre otras cuestiones, lo fue en su rotunda oposición a ciertas concepciones sobre democracia hemisférica de la Administración de George W. Bush, especialmente por su relativa intolerancia contra los regímenes democráticos “iliberales”, en la desactivación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en cuanto al fondo y forma de combatir el crimen organizado transnacional, así como el reingreso de Cuba a la OEA, lo que conlleva el rechazo al embargo comercial que le ha sido impuesto por casi 50 años.

Ricardo Martinelli, el nuevo Presidente de Panamá, le transmitió un mensaje categórico a los líderes populistas aliados a Chávez. Les espetó su rechazo contra la proliferación en América Latina de gobiernos que se resisten al libre comercio y ponen obstáculos a la libertad empresarial y a la atracción de inversiones, dando a entender que su gobierno correrá en vía opuesta a lo proclamado por Venezuela y sus socios en lo concerniente a las relaciones con los Estados Unidos de América, al que prácticamente le confirmó su alianza.

Pareciera que se vislumbra en México un regreso del PRI (Partido Revolucionario Institucional) al poder, tal como lo indican las recientes elecciones legislativas y las celebradas en algunos Estados, en las cuales salió airosa dicha formación, que gobernó por siete décadas, bajo el estilo “de dictadura perfecta” y con la aplicación de una pendular política exterior llena de conceptos profundos, toda vez que le atribuyó prestigio a la nación mexicana en pos de un liderazgo regional y hasta global. Lo contrario a lo que ofrece la chapucería derivada del ALBA.

El ambicioso PRI trabaja solo para sí mismo, se cuida las espaldas, por eso es voluble en las interacciones con formaciones extranjeras. Este partido además de haber contado en sus filas con dirigentes corruptos, otros astutos y diestros en la competencia por el poder, se distinguió por producir pensamiento inteligente y consolidó una estructura de cuadros vertical, hermética y disciplinada, superada tal vez por lo que quedó del Partido Comunista de la desaparecida Unión Soviética. Para mantener su poderío, a México lo condujo a su antojo, pero no cejaba en proyectarlo de una manera acuciosa en las esferas internacionales, así como lo está haciendo Lula con Brasil.

De llegar el PRI al poder, lo más seguro que el ALBA pensará tres veces sus planes expansionistas por América Latina, porque habrá al frente un adversario celoso y difuso, conocedor de estas lides.

Definitivamente que el golpe de Estado en Honduras significa un golpe a la yugular contra el proyecto subimperialista de Hugo Chávez, frenado momentáneamente en el istmo. Al reconocer la pérdida de un peón que lo saca del tablero, pues el sandinista le “embarriala la cancha”, cabe comprender entonces sus incontenibles rabietas contra la afortunada mediación del Presidente Oscar Arias en la solución del conflicto, además del consecuente comportamiento de la Administración Obama de deslegitimar interrupciones por parte de los militares contra los procesos democráticos. Al observar estos hechos positivos, suponemos que el ALBA estaría ingresando, en cualquier momento, a la sala de cuidados intensivos.

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