martes, 9 de febrero de 2010

Campañas para el olvido

No es posible que se nos tome por tontos con promesas propias de la chabacanería.
Por: Jorge E. Padilla Cordero/Internacionalista.

Nuestro país, al igual que el resto de América Latina, tiene retos ineludibles en múltiples áreas de su funcionamiento institucional, pero pese a los esfuerzos históricos aún no cuenta con mecanismos adecuados para enfrentar sus conflictos.

Para lograr las grandes tareas y reformas, ya no es suficiente tener una investidura presidencial. Se requieren mayorías populares que sean representadas de una manera articulada, para que los países de la región más desigual del planeta puedan, al menos, caminar.

Reforzar la educación. Nuestros países requieren pronto solventar todas esas deudas que tienen desde décadas atrás. Como quedó en evidencia con el caso de Honduras, la democracia es un sistema de múltiples interpretaciones, lo que nos dice que es urgente reforzar la educación para la vida, justamente, en democracia.

Y es que, según el informe 2009 de la Corporación Latinobarómetro, el perfil sociodemográfico de la democracia indica que a mayor educación, existe mayor apoyo hacia esta. Por supuesto, nuestro país es uno de los puntos altos de este y otros estudios, donde el apoyo y noción sobre la democracia apuntan en números muy altos y progresistas. Sin embargo, el reto permanente de una mayor inclusión social y de la verdadera participación de la sociedad civil en el proyecto país, es clave para que el respaldo hacia la democracia siga creciendo y robusteciéndose con el paso del tiempo.

Todo lo señalado con anterioridad nos remite, por supuesto, a una sincera reflexión cuando nos aproximamos a vivir nuestra fiesta democrática. Propuesta pobre. Ciertamente, la propuesta mediática de la mayoría de partidos políticos con sus claras excepciones, es rotundamente pobre y falta de calidad lo que es motivo de vergüenza para un país cuyo orgullo recae precisamente en la educación de su gente y en el criterio inteligente de sus profesionales.

Es bochornosa la forma en que nuestros impuestos son malgastados por medio de una deuda pública que financia a partidos políticos sin pies ni cabeza y que se abanderan en ridículas campañas de muñecos y ropas interiores, jugando de manera populista y demagógica con el criterio, inteligencia y el respeto del electorado costarricense.

La calidad de las campañas políticas que estamos siendo testigos hasta el cansancio, es tan mala que no contribuye al fortalecimiento y consolidación de una democracia deliberativa, participativa y verdaderamente representativa.

La política es un asunto serio, el rumbo del país es un asunto más serio; por eso, me niego a pensar que personajes del calibre de los señores candidatos que han desvirtuado la oportunidad por presentar propuestas, los vemos en la publicidad con el anhelo de alcanzar una posición de tan trascendental importancia en este país.

El panorama actual del manejo de la contienda política nos lleva a pensar que la apatía ya no será un asunto exclusivo de los jóvenes de la actualidad, sino que será parte de una población infantil que está creciendo con la imagen que le están vendiendo y que calza perfectamente en un viejo refrán: “mal de muchos, consuelo de tontos”, al fin y al cabo, qué importa que todos sepan que los políticos son malos.

La Costa Rica que yo, como ciudadano, quiero, no es una donde la seguridad pública sea convertida en un chiste bien actuado, una marioneta que refleja la rigidez de su candidato ni mucho menos, el orgullo por ser un político malo.

El país requiere de propuestas con alto nivel educativo, con calidad, con respuestas reales a los añejos y nuevos retos nacionales, a la visión del país y su posición hacia el mundo.
Costa Rica requiere urgentemente procesos de diálogo y una verdadera conciliación que reduzca la polarización y genere resultados concretos.

Reformas pendientes. Nuestro país tiene pendientes reformas gruesas que requieren verdaderos consensos, incorporación de sectores y organizaciones sociales claves, que se unan al trabajo de los partidos políticos, sin asumir las posiciones antagónicas ni obstruccionistas de algunos de estos.

Como la democracia más sólida de nuestro continente, debemos ser luz para el resto de la región. Somos un país de personas con valores, educadas y profesionales, que trabajamos dignamente día a día para un mejor futuro personal y colectivo.

El debate abierto de las ideas es la opción necesaria para formar el criterio del electorado, para demostrar la capacidad de liderazgo y el conocimiento real de lo que implica dirigir la administración pública. No es posible que se nos tome por tontos con tan nefastos mensajes y promesas propias de la chabacanería.

Con este panorama, no hay mucho que nuestros niños y jóvenes puedan aprender para la vida en democracia, abriendo peligrosos portillos para que personas amantes de la revuelta logren minar un sistema que, a pesar de sus errores, es la mejor fórmula para lograr el desarrollo humano.

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