lunes, 22 de febrero de 2010

Mayor precaución frente al terrorismo expansivo

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Una cadena de aciertos contra el terrorismo se registró en la semana que acaba de concluir, en el momento decisivo de la nueva estrategia contra el terror, ejecutada por Barack Obama, quien, repetidas veces, es señalado por los republicanos, de haber empleado opciones diplomáticas estériles. La ocupación de múltiples territorios afganos en manos de los talibanes y Al Qaeda ha quedado reducida, especialmente en Marjah y Nad Ali, a causa de los contundentes golpes propinados por la coalición internacional, guiada por la OTAN y los Estados Unidos de América, a través de la operación “Mushtarak” (juntos). Los reveses de los insurgentes islamitas no terminan ahí. Las rutas terrestres del comercio del opio y de la heroína, de donde nacen las fuentes de financiamiento de los Talibanes, han quedado también estropeadas.

Acompañando los esfuerzos de la coalición, Pakistán confirmó la captura del segundo jefe talibán, mulá Abdul Ghani Baradar, más las de ocho milicianos ligados a Al Qaeda, que operan en las regiones tribales paquistaníes fronterizas. Como sea, y sin extrañar el silencio de países árabes como Arabia Saudita, Egipto y Jordania, el asesinato en Dubái de Mahmud al Mahbuh, fundador del brazo armado de la terrorista organización palestina Hamás, mediante la operación secreta supuestamente del Mossad, habrá de ser una seria alarma para los palestinos extremistas y del propio Irán, este último patrocinador de las organizaciones armadas antiisraelíes, tales como Hizbullah, además de Hamás.

En dicha secuencia, a propósito del Irán. El informe reciente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha puesto en aprietos a Teherán, cuya táctica de ocultamiento de sus programas de armamento nuclear, se agotan frente a las presiones de la comunidad internacional, que habrán de desembocar en nuevas rondas de sanciones emanadas de las Naciones Unidas (ONU). Esta vez, Rusia, que se resistía a castigar a los iraníes, al parecer comienza a variar de postura, sumándose a las voces de Europa y de Washington, quienes se aprestan a imponer obstáculos a las exportaciones de petróleo, las cuales proveen el 80% de los ingresos del gobierno de los Ayatolahs, que en compañía de los Guardianes de la Revolución practican una sangrienta represión contra su propio pueblo.

Al apostar por “tortuosas negociaciones” con Irán y bloquear un ataque israelí, Obama ha prevenido, hasta ahora, que haya un caos total en Oriente Próximo, permitiendo que la oposición iraní gane tiempo (Norman Birnbaum, 2009); cuando además en el Irak tiende a disminuir ligeramente la violencia. Asimismo, la Casa Blanca le ha restado el respaldo incondicional a Israel, cuanto más se acentúa la frustración de establecer el Estado Palestino, aunque todavía sin ejercer serias advertencias al Estado judío, dado que su intransigencia constituye un factor de riesgo, al cobrar, por ello, mayor fuerza el terrorismo, engendrado por el fundamentalismo islámico chiita y sunnita.

Tampoco, América Latina está eximida de la expansión del terrorismo, de cuyas secuelas Argentina fuera una vez testigo en la década de 1990, a causa del patrocinio de dichos actos, por parte del gobierno del Irán contra intereses sionistas, asentados en Buenos Aires. Lo peligroso es la visión de Obama hacia esta región, al creer que ella puede gobernarse por sí sola. Con este supuesto “se está haciendo el distraído” de la influencia de Irán en países como Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, y también Brasil, al tiempo que Washington olvida que el terrorismo y el narcotráfico, que robustece sus ramificaciones por todo el subcontinente, pueden convertirse de repente en partes de una misma ecuación (Ezra Shabot, 2010).

Justamente, la semana pasada Cuba, Nicaragua y Venezuela defendieron al Irán frente a las acusaciones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, quien tildaba al gobierno de los Ayatolahs de reprimir, de manera drástica, las organizaciones civiles que cuestionan, por fraudulento, los comicios generales que dieron lugar la reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad. El respaldo de esa tríada latinoamericana posee su lógica, por cuanto los hermanos Castro, Ortega y Chávez se distinguen en sus naciones por agredir la democracia y las libertades fundamentales (Andrés Oppenheimer, 2010). Asimismo, se han recogido pruebas acerca de la presencia de grupos fundamentalistas islámicos proiraníes, especialmente en Venezuela. Desde luego, protegidos por Hugo Chávez.

Conforme se agudicen las protestas populares que amenazan el gobierno bolivariano, tanto las tenazas cubanas que controlan ya funciones básicas del Estado venezolano, como el mismo “terror escondido”, buscarán ser útiles a modo de “armas políticas”. Y con ello sostener, por todos los medios, un régimen autoritario, cuyos días tiene contados, sobre todo si su acosado líder persiste en construir una sola nación con Cuba. Difícilmente, la sabiduría popular se equivoca: “Dios los hace y el diablo los junta”.

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