martes, 2 de marzo de 2010

El interamericanismo, en lugar de otros mecanismos infructuosos

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La Cumbre de Río realizada esta semana en Cancún, México, hubiera sido irrelevante. La rescataron el extraordinario mensaje de denuncia del lúcido y virtuoso Presidente Oscar Arias Sánchez contra las tendencias autoritarias y el excesivo gasto militar en América Latina; la atinada tesis de la inteligente Presidenta chilena Michelle Bachelet de defender la existencia de la Organización de los Estados Americanos (OEA) ante la propuesta de crear un nuevo ente regional (con la Comunidad de América Latina y el Caribe), que excluya a Canadá y los Estados Unidos de América; así como el “ambiente de show” que rodeó la controversia entre el “paranoico” (Sáez-Llorens y Arguedas Mohs, 2010) mandatario venezolano Hugo Chávez y el líder colombiano Álvaro Uribe. Ambos se necesitan mutuamente en su afán de elevar su credibilidad y popularidad nacionales; a Uribe el show de poco le servirá, dado que los Tribunales colombianos le negaron la tercera reelección consecutiva.

El mandatario Felipe Calderón, quien desea proyectar ahora su imagen personal y la de México, de liderazgo latinoamericano, cuya violenta realidad de su país le desfavorece, en la Cumbre propuso la creación de una nueva instancia de concertación de América Latina y el Caribe (Olga Pellicer, 2010), así captado por los medios, como la alternativa de la OEA; iniciativa que es respaldada por las naciones del ALBA y el Brasil. Esta vez, hubo participación de Cuba, cuyo régimen sucio y cobarde que desprecia la vida humana, portaba el monumento de la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata, disidente y prisionero político, posiblemente seguirán las de otros cinco prisioneros. Y hasta ahora ninguna cancillería de la región se ha pronunciado contra ese crimen de lesa humanidad (La Nación, Editorial del 28 de febrero del 2010).

Todo lo contrario, Lula da Silva, el líder brasileño, obsesionado por igualar la fama mundial de la selección de fútbol de su país y la de Pelé, “el rey del fútbol”, le rinde pleitesía “al fetichismo cubano”, incluido el trasfondo de sus crímenes; lo mismo había hecho ya con los programas nucleares del Irán, a los que calificó de “pacíficos”. Con este peregrino comportamiento de ciertos líderes, qué se puede esperar de entes regionales de tal naturaleza, que además de redundantes y asfixiados de retóricos manifiestos diplomáticos, son incapaces de generar beneficios, menos de funcionar adecuadamente o tener un mínimo de trascendencia, llámense la Asociación de Estados Caribeños, UNASUR, MERCOSUR y el propio Grupo de Río.

Incapacitar los principios del interamericanismo, inherentes en la OEA, pareciera que resultó ser el despropósito de algunos gobernantes en esa Cumbre, en lo cual hicieron gala de la corriente del latinoamericanismo ideológico y demagógico, que parte de la falacia de liberar la región del imperio estadounidense (Pellicer, ibídem), lo mismo que de “su coloniaje”. Sin embargo, tal desviacionismo oculta el ambiente de polarización y las tensiones políticas que afloran entre los propios Estados, actores de desencuentros y rivalidades, entre las que están en medio las disputas económicas y comerciales o más recientemente la carrera armamentista condenada por el Presidente costarricense en Cancún.

Con dicho panorama conflictivo, más la desintegración doméstica (étnica y cultural) que golpea a otras naciones latinoamericanas , ningún beneficio simultáneo puede aportar un bloque como el ALBA, compuesto por países con economías destrozadas, que han encontrado en el autoritarismo político la mejor fórmula para silenciar la oposición. Asimismo, Evo Morales y su gobierno racista en Bolivia, quien aleja cada vez más a los habitantes de Santa Cruz de la Sierra de sus aberraciones chavistas, desintegrando al país en varias “Bolivias”. Igual de interesante es mencionar a Argentina, cuyo gobierno desacreditado por las denuncias de corrupción y sus pésimas calificaciones en cuanto a gestión económica, encuentra bastante fácil revivir el conflicto de las Malvinas, a efecto de desviar la atención del malestar de los ciudadanos contra el matrimonio gobernante de los Kirchner y su ola de desaciertos.

Aquí no acaba el cuento. A ello se suma la vileza de Hugo Chávez al responder a las acusaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), órgano autónomo de la Organización de los Estados Americanos, el que hizo anotaciones acerca de los abusos y desviaciones en dicha asignatura, antes de la celebración del encuentro de Cancún, lo que viene a ser una señal adicional sobre las dudas que sobre el buen juicio arrastra la conformación de un bloque regional, sin Estados Unidos de América y el Canadá.

En cambio, Chile, Costa Rica y el Uruguay, como Colombia y Perú demuestran tener una inquebrantable vocación interamericana, anexo de los valores de la civilización occidental. Por esa razón, son las que conforman el grupo de las naciones exitosas, en prosperidad y seguridad humana. Sus Estados y sociedades civiles se han lanzado a la aventura de tener acceso a los mercados globales, al tener certeza de las capacidades de sus instituciones republicanas y el espíritu emprendedor de sus ciudadanos.

Así entonces, en Costa Rica sigamos recibiendo con los brazos abiertos a Joe Biden, Hillary Clinton, a la Gobernadora General del Canadá, Señora Michaelle Jean, porque son genuinos portadores del mensaje de los valores de la libertad, la prosperidad y del respeto a los derechos humanos en el Hemisferio, la ética en la que descansa nuestro destino. Aprovechemos cada estancia de ellos para honrar el interamericanismo, de cuya construcción el pueblo costarricense es pionero.

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