lunes, 3 de mayo de 2010

Grecia, en situación de alto riesgo

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Para asentarse como civilización, el mundo occidental moderno se alimentó del arte, la literatura, la filosofía y de las ideas sobre la democracia “en la polis”, un patrimonio y herencia cultural únicos de la otrora Grecia grande, llamada en esta era la República Helénica. Paradójicamente, en el siglo veinte su devenir estuvo lleno de quebrantos políticos, entre lo cual se distingue la monarquía que pretendía sobrevivir, solo que en 1973 la abolió la férrea dictadura militar, quien a su vez había gobernado ese país con mano dura desde 1967.

El comportamiento ambiguo de los griegos en la Primera Guerra Mundial los colocó en el vaivén de los intereses de las potencias en pugna. Luego la ocupación nazi, dio fuerza a los movimientos de resistencia antifascistas, así como al activismo de la izquierda radical y los anarquistas, que siguen vigentes. Lo mismo que su propia ubicación geográfica: al sur de Europa, ha determinado en parte la historia de los helénicos en los últimos cien años, que junto con España y Portugal, no dejan de ser considerados como el grupo de países rezagados del bloque comunitario, tanto en desarrollo económico como en institucionalidad democrática, ya que por la década de 1970, esas tres naciones fueron regidas por dictaduras militares.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la economía helénica experimentó un creciente desarrollo, gracias a la pujante industria de la construcción de barcos y el dinamismo del turismo, los cuales son las dos principales fuentes de ingresos. A principios de la década de 1980 el país helénico ingresó a la Comunidad Económica Europea. Un positivo repunte en cuanto a infraestructura, le ayudó a la organización de los Juegos Olímpicos Internacionales en el 2004.

Sin embargo, Grecia viene arrastrando complicaciones como la recesión (4% de reducción anual del PIB), 10% de desempleo, así como por años carga una pesada deuda pública (equivalente al 115% del PIB), sofocadas por el agudo déficit presupuestario (13%), el pésimo desempeño en la recaudación de impuestos (principalmente por la evasión y corrupción), la contabilidad nacional engañosa, además de la crisis financiera posterior al 2000 que golpeó su producción. En todo lo cual los gobiernos, sean de derecha o bien los socialistas, han sido responsables directos, así como las propias organizaciones sindicales que presionaron por un Estado benefactor insostenible, para un país de desarrollo medio, periférico, dependiente del crédito internacional, donde la dinastía (socialista e ilustrada) de los Papandreou ha sido un factor clave.

Desde octubre pasado, el gobierno de George Papandreou enfrenta la tentación de suspender el pago de la deuda nacional, lo que supondría un caos para la zona euro, en especial para los mercados de deuda soberana europea y de las acciones de las compañías en las naciones en condición de riesgo, en cuenta la caída del euro a niveles más bajos frente al dólar (The Economist, 2010). Un panorama como éste “espanta a los inversionistas”. Además, contagiaría las economías débiles como España y Portugal, a la también endeudada Italia, toda vez que paralizaría el mercado interbancario de la eurozona ante la inseguridad por moras soberanas (The Economist, idem).

Finalmente, en aras de estabilizar sus deudas, Grecia ha optado por negociar un paquete de rescate con la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que puede llegar hasta $150.000 millones durante los siguientes tres años; dos tercios los financiaría la UE, el restante lo cubriría el FMI. Aunque el primer ministro Papandreou se verá obligado a la aplicación de reformas severas e impopulares, tales como, reducir el déficit fiscal hasta el 5% del PIB o menos, el aumento de los ingresos fiscales a través de impuestos, lo mismo que a la disminución del coeficiente deuda – PIB al nivel del 60%, tal como lo dispone el Tratado de Maastricht (Martín Feldstein, 2010). En las medidas de austeridad se contempla elcongelamiento de salarios y de los servicios públicos. Por ahora, Atenas requiere 9.000 millones de euros, a fin de cumplir con reembolsos inmediatos.

Alemania, la principal potencia económica europea, acicateada por la euromoneda, la mayor contribuyente del plan de rescate, mantiene serias reservas frente a la debacle griega, a pesar de que en parte las causas de la quiebra obedecieron al carácter especulativo de ciertos bancos alemanes y de sus ciudadanos, quienes le prestaron a un país vulnerable, por lo que todos ellos igualmente están corriendo el peligro de perder dinero.

Críticos nacionalistas griegos señalan la pertenencia de su país a la Unión Monetaria Europea como la causa determinante de la debacle e insolvencia, ya que perdió independencia y control sobre su política económica y monetaria, sin tomar en cuenta que la economía griega, apenas, representa menos de un 3% del PIB de la zona euro, la cual está incapacitada de influir en la economía y el medio circulante comunitarios.

Grecia había perdido su propia moneda, razón por la cual, estuvo completamente, entre otras cosas, inhibida de devaluar en medio de la quiebra, lo que le hubiera permitido aumentar sus exportaciones de productos y detener las importaciones, factor que pudo haber contribuido a una política fiscal menos dolorosa (Feldstein, idem).

Las acusaciones tampoco se detienen allí, ya que el aparato de decisiones comunitarias demostró lentitud e ineficacia. Similar al colapso de Lehman Brother del año antepasado, el FMI, el Banco Central Europeo (BCE), las calificadoras de riesgo son criticadas por su ineptitud al soslayar anticiparse a la crisis, como también negarse a idear barreras proteccionistas entre Grecia y las otras economías débiles del viejo continente (The Economist), lo que hubiera evitado el inicio del contagio financiero.

Por eso, en la problemática de la insolvencia de Grecia, mezclada con la grave situación de la deuda soberana europea, cobra auge la necesidad de regresar a las regulaciones de inversiones libres, captadoras de rendimientos especulativos.

El fenómeno de insolvencia de Grecia trae enseñanzas a América Central, particularmente a su proceso de integración. En primer lugar, el esfuerzo que deben seguir haciendo estas pequeñas economías por mantener los equilibrios macroeconómicos, lo que conlleva la coordinación de políticas regionales en esta asignatura. Aquí cabe recordar bien la insistencia del Presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría en torno a esta tesitura. Probablemente, su mensaje en los foros de la integración llegó a crear consciencia, pues el istmo superó bien las crisis de morosidad de deuda, lejos está de los traumas financieros que Grecia experimenta.

Asimismo, el control regional del ingreso por la fascinación de los capitales internacionales especulativos (capitales golondrinas) viene a representar un riesgo a la estabilidad de los sistemas monetarios de cada país, cuestión en lo que vale la pena seguir reforzando los mecanismos preventivosy reguladores, a fin de evitar inversiones dudosas, que eran propias del mundo subdesarrollado, pero que sorprenden hoy a Europa.

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