lunes, 10 de mayo de 2010

El contexto costarricense de ahora

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

La real transformación de la economía del café, sustituida por la industria del conocimiento, la alta tecnología y los servicios, a saber, la Banca y el turismo, se ha constituido en factor de cambio del comportamiento psicosocial y político de Costa Rica, cuyo auge se viene vislumbrando desde mediados de la década de 1990.

El fenómeno de la apertura comercial, lo cual es la base de dicho esquema de producción, contribuyó al apogeo de otras actividades concurrentes, entre ellas, los programas nacionales de televisión, el arte, la música y el deporte, lo mismo que el turismo de salud, que en el último lustro comienza a experimentar un extraordinario auge. Al cabo que el mercado manifiesta contrastes, al alentar la convivencia entre grandes complejos comerciales y las microempresas tradicionales y familiares.

En tiempos de la economía del café hubo un mercado reducido, en el que sobrevivía una industria poco desarrollaba, la cual crecía a expensas del monocultivo, sin ocultarse las contradicciones habidas en el manejo del tipo de cambio, así como en la administración del crédito bancario, lo que en parte determinó la estructura ideológica de los partidos políticos rectores.

El proceso de diversificación de la economía, acompañado de la apertura comercial, la atracción de los inversiones, representan hoy los factores dominantes que impulsan el pluripartidismo, que ha puesto bajo amenaza al bipartidismo. Este hecho es el que ha distinguido los últimos procesos electorales, en el que uno de los partidos emergentes busca acelerar la liberalización económica, otros de ponerle límites.

Actores no estatales como las organizaciones no gubernamentales, grupos ambientalistas y los sindicatos, han acrecentado el activismo, corren paralelo a los partidos de oposición, aunque difieren en sus tesis y métodos políticos. Sin embargo, las movilizaciones sociales como tales: el famoso “combo eléctrico”, después el debate sobre el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América (CAFTA-RD) y su posterior aprobación, acabó por otorgarle lugar a un nuevo discurso en contra de la apertura económica, este último, incapaz de lograr permanente disidencia interna, o bien una recomposición económica y política, menos de poner en riesgo la ideología y la institucionalidad liberales, lo que garantiza la estabilidad y seguridad de la nación.

La mejor comprobación de la hipótesis antes dicha, lo es la continuación del bipartidismo en el cuatrienio 2002 – 2006, disminuido en los dos siguientes, al levantarse otras formaciones partidistas. En décadas pasadas estuvo presente la incógnita del rol asignado al Estado, principalmente, en materia de política distributiva de la riqueza. En los comicios recientes, casi todas las formaciones políticas transaron en evitar el desmantelamiento total del Estado; en adelante, es de suponer que se confirme que el aparato estatal continuará la tarea de profundizar la política social, aspecto que tampoco es cuestionado en el pacto firmado por el gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla y el Movimiento Libertario.

Asimismo, el Plan Escudo con que la Administración de Arias Sánchez enfrentó la crisis financiera internacional, que estalló a finales del 2008, atenuó el impacto interno y ha permitido una recuperación veloz de la producción y el empleo (Constantino Urcuyo,2010), incluida la reconciliación entre las ideas del libre mercado con el liderazgo del Estado, ya que renace la consciencia de la necesidad de él como actor regulador de la economía.

Mientras tanto la sociedad civil crece aceleradamente. Aquella adhesión al Estado intervencionista, desarrollador de infraestructura, financista y empresario, propuesta por la CEPAL, desaparece progresivamente. En cambio ahora la burocracia estatal registra ligeras mutaciones, ya que se deja entrever la subordinación suya a las instituciones de la sociedad civil, cuyos efectos se expanden por la totalidad del territorio nacional, a modo de democracia de base.

Esa subordinación que mencionamos, se ha responsabilizado de construir un paisaje diferente, impactando la psicología nacional, la estructura de clases y del empleo, modificados, en particular, por la clase media educada y en ascenso, que se desplaza de las organizaciones burocráticas hacia las esferas económicas privadas, hasta trascender a la creación de micros y medianas empresas de servicios. Igualmente, la clase media ilustrada ha ido acaparando los puestos de elección popular y no pocas posiciones directivas en el sector público.

Ante mayor movilidad social, la cúpula dirigente tradicional, antes dominada por la clase cafetalera, ha ido cediendo el poder, a causa del empuje de la moderna clase social conformada por gerentes, consultores, tecnócratas, banqueros, profesionales, técnicos, formadores de opinión pública, etcétera, nacidos de la clase media, quienes lograron colocarse después en las actividades económicas motoras del siglo XXl. Cabe destacar, las políticas de igualdad de género, las cuales han surtido efectos prácticos en dicha sociedad civil evolucionada, al tiempo que se ha originado un pensamiento constructivo sobre el protagonismo de la mujer dentro de la familia, así como en la estructura económica, lo mismo que en las esferas superiores del Estado.

La expansión por todo el país de las universidades públicas, la proliferación de universidades privadas, como también las distintas modalidades de educación técnica, ha ido modificando paulatinamente la cohesión e integración física de las comunidades rurales, un panorama singular que difiere de la auténtica estructura rural que comenzó a agonizar hace aproximadamente quince años. La aplicación de la ley de zonas francas, la cual toma en cuenta el desarrollo de las regiones rurales postergadas, habrá de transformar su ambiente psicológico y físico. Es de confiar que ello sea parte de las políticas públicas que incidan en la disminución de los índices de pobreza.

La ampliación de la estructura vial hacia las regiones costeras profundiza dicha nueva economía, sustentada en el conocimiento y la alta tecnología, arraigada, de manera transitoria en las ciudades centrales de este país. Significa que la carretera a Guápiles le permite al Valle Central influir de manera gradual en el Caribe; las nuevas vías en la zona norte facilitarán la inserción de dicha corriente de producción en Ciudad Quesada, el principal polo de desarrollo de allí, predispuesto a ello por su potencial agroindustrial, el auge acelerado de los servicios (el turismo), así como la diversidad de recursos naturales, que subyacen como reservas de capital. También se puede considerar que Pérez Zeledón reúne todas las condiciones de infraestructura para albergar industrias de tal magnitud. Caso contrario, es Talamanca en el Caribe, que a pesar de su riqueza ecológica, pareciera estar condenada al rezago, debido a sus condiciones geográficas hostiles.

Dejamos para el final, un componente positivo que aporta valor al desarrollo costarricense, imposible de ser negado. La asimilación cultural de los inmigrantes, tiene ahora mejor receptividad que años atrás. La amarga experiencia a raíz del caso de Natividad Canda amainó los tufos de xenofobia. Las migraciones económicas y no económicas son un fenómeno creciente, todo lo cual enriquece la identidad nacional fundamentada en el pluriculturalismo étnico. Incluso la ampliación de las fronteras urbanas y rurales, como también el fomento de la educación bilingüe obedece a las contribuciones de las migraciones actuales - no solo a las exigencias de la economía global - toda vez que agregan mayor rédito a la identidad y cultura nacionales.

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