martes, 13 de julio de 2010

Ingredientes adicionales en la política costarricense.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

El gobierno de Laura Chinchilla ha ido conquistando su propia identidad. Lejos de los pavoneos y de las posturas sectáreas, mas apoyada en un magnífico equipo de gobierno, así como en una fracción legislativa remozada, la Presidenta ratifica su apuesta por el diálogo con los diferentes sectores, demostrando que este valor es su principal fortaleza.

El encuentro con los porteadores, la sensibilidad del proyecto de Ley General de
Electricidad, el enfoque civilista de la seguridad ciudadana, como también la
definición de sus prioridades en el Congreso, sus acercamientos con Centroamérica, son, entre otros eventos, una manera de convencer al pueblo que el consenso y la búsqueda de coincidencias, con todo y lo espinoso que resultan dichas vías, son componentes consustanciales del sistema democrático de derecho.

Tampoco se trata que sobre tal estilo de gobierno se eludan o posterguen las decisiones, o que el camino escogido de la “política grande”, corra el riesgo de desembocar en el inmovilismo institucional. Mientras sea comunicación que se sustenta en la verdad y la humildad, se tenga presente el respeto por la dignidad de los ciudadanos; la tolerancia al pensamiento de cada partido político y de los propios grupos de presión; sea apreciado el esfuerzo de los sectores de la sociedad civil que abogan también por el desarrollo nacional, nadie estará dispuesto a sacrificar el ejercicio del diálogo como principio y valor permanente.

La concertación ha sido parte del diccionario democrático de los costarricenses, una
virtud cívica que nos ha hecho muy particulares. En “la política grande” los césares
y únicos salvadores de las sociedades quedan descalificados. En cambio el disenso, el encuentro de ideas diversas, y después la aparición de las soluciones de los eventos, son las fibras de la nación abierta y pluralista. Los múltiples actores se disciplinan en ese modelo de cultura política, porque se convencerán que es la mejor fórmula para dar respuesta a las complejidades de la realidad nacional.

Esa misma disciplina evita los debates interminables como el ocurrido en torno al famoso Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América, que, sin necesidad, hubo de polarizar a Costa Rica, al igual que puso frenos a las decisiones basadas en el legítimo ejercicio del poder; agravado dicho fenómeno por la falta de competencia y autoridad de las ramas ejecutiva y legislativa, sea para votar a favor o en contra de ese instrumento jurídico.

Esa experiencia levantó un expediente histórico, el cual es de suponer que el
Gobierno de la Presidenta Laura Chinchilla busca archivar, dado que es preferible
economizar tiempo en pro de la democracia y la eficacia, buscando el acuerdo entre los sectores representativos de la voluntad popular, especialmente en tiempos en que es imprescindible avanzar en el mejor desempeño de la burocracia estatal, sin copiar,
por supuesto, el estilo de Ricardo Martinelli en Panamá. Lo anterior, por cuanto
la economía costarricense repunta, consiguiendo calificaciones positivas en la
inversión extranjera y en el ahorro nacional, la reactivación del consumo
doméstico, así como el dinamismo de las exportaciones de los productos y el turismo que experimentan también plena mejoría.

Demasiado se enfatiza en el tecnicismo político de la gobernabilidad, así como en el de la cohesión social, como factores determinantes del desarrollo de las naciones. En lo personal, ambos los complementaría con el término “rapport”, usado a menudo por la psicología estadounidense . En nuestro idioma éste significaría lo hecho por
la gente para construir entre sí relaciones armoniosas y entendimientos precisos;
comportamiento provechoso en la acción política, pues es revelador en la generación de confianza y simpatía.

Justamente, en estos dos meses es lo que ha probado ser este gobierno:
tiene “rapport”, que en la versión de “la gran política”, quiere decir, que los costarricenses tenemos un gobierno con elevada calidad humana.

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