lunes, 10 de agosto de 2009

Estados Unidos de América: cooperación entre culturas

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

En contra de la voluntad de los republicanos y de los sectores conservadores, Sonia Sotomayor se convirtió en la primera juez vitalicia latina en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América, al jurar al cargo este fin de semana. Así lo informa la prensa mundial. Por su parte, la página de Internet “el.mundo.es” apunta que los hispanos confirman su ascensión política en la Unión Americana, tras ser esta mujer tenaz nombrada como magistrada.

Más allá de esta ascensión, resta solo confirmar que la comunidad latina, en efecto, prospera en la máxima potencia mundial. En cambio, a estas personas y a sus hijos se les negaron las oportunidades en sus propios países de origen; pero en el coloso del norte, incluso, han logrado conquistar posiciones en el Senado y en la Cámara de Representantes. La mayoría proviene de humilde extracción social, como el caso particular de la juez Sotomayor, una mestiza puertorriqueña.

Como la madre de la nueva magistrada y otros latinos exitosos, posiblemente, en las naciones donde dejaron su ombligo, hubieron de tener un limitado destino, desde antes marcado, pues, dicho sea verdad, la precaria cohesión interna, la angosta movilidad social, la prolongación de las élites políticas y económicas (hasta raciales), así como la persistencia de patrones de conducta social viciosos tales como la demagogia, la corrupción, el populismo, el clientelismo, el imperio de la venganza y la mediocridad, han sido, todos ellos, los antivalores y el denominador común en la mayoría de las sociedades políticas latinoamericanas.

El monto voluminoso de las remesas en dólares enviadas por los emigrantes a sus familiares, habla por sí solo, ya que constituye parte de la proverbial realidad y de la fortaleza de la comunidad latina residente en los Estados Unidos de América. Los ingresos por remesas cubren un apreciable porcentaje del producto interno bruto de naciones como México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Ecuador y del mismo Colombia. De no ser por la entrada de esos recursos, quizás esos países estarían lidiando con niveles superiores de desigualdad y pobreza.

Dentro de esto mismo, los gobiernos de esos países parecieran ser indiferentes en lo que respecta a la desintegración de los grupos primarios como la familia, a causa de las emigraciones, sin embargo, luego se lamentan del fenómeno de la proliferación de bandas criminales, quienes erosionan de forma dramática el entorno y los lazos de convivencia sociales, cuyo factor de riesgo descansa precisamente en la falta de compromiso y responsabilidad estatales de garantizar a sus ciudadanos mejor calidad de vida y acceso a las estructuras de decisión. Lo que en otro lenguaje significaría nada menos que la protección de la dignidad e integridad de sus habitantes, así como del derecho inherente a no emigrar.

He aquí el triunfo de la esperanza. Los ciudadanos norteamericanos de origen hispano son ahora como un "gigante político dormido" (Ricard González Washington), la política les ha comenzado a interesar en mayor grado, lograron mejorar sus vidas, de ahí que fueron determinantes en el triunfo del líder afroamericano Barack Obama. Por eso se comenta que la elección de la señora Sotomayor en el Supremo Tribunal acarreará a la comunidad hispana mayores oportunidades de acumulación de influencia en la política estadounidense. Ya ha ido conquistando terreno en las instancias culturales. Miles de estadounidenses demuestran enorme entusiasmo por aprender el idioma castellano. La literatura, las artes plásticas, la música, la cocina, la moda latinoamericanas han ido acaparando espacios dentro de las preferencias del público anglosajón.

La sociedad pluralista estadounidense apuesta de forma inteligente por “los Sotomayores”, los asimila y los integra. Mientras que las minorías étnicas de los países latinoamericanos sufren las consecuencias de enfrentar a sus gobiernos mediante la violencia, porque estos les irrespetan sus tierras ancestrales o bien padecen de completa exclusión del disfrute de la riqueza nacional.

En el venturoso Chile, el que encabeza la carrera armamentista en la región, los indígenas mapuches libran fuertes protestas contra la administración socialista de Michelle Bachelet, por cuanto se sienten marginados de los beneficios del crecimiento económico; un complicado dilema que le puede costar bastante caro al partido oficial de la Concertación en las elecciones generales de este año. Alan García en el Perú tilda de terroristas a los indígenas, solo porque se defienden del ejército, para evitar el saqueo de sus territorios.

En la política de los Estados Unidos de América acontece todo lo contrario con las minorías: un afroamericano y una latina, hoy son rectores de una sociedad libre y democrática, por cierto atacada constantemente, aquí cerca, por algunas “rémoras (petroleras) que viven de la Guerra Fría”, éstas incapaces a la vez de mirarse en un espejo.

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