lunes, 31 de agosto de 2009

Y más sobre Centroamérica

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Las naciones del istmo, como Guatemala, El Salvador y Honduras, están azotadas por la violencia, la que a su vez constituye un factor de estancamiento económico y de profundización de la pobreza. Las cifras de homicidios son dramáticas en esos países, por eso se dice que esa falta de temor a la muerte se ha transformado en una versión de guerra actualizada.

Las redes del narcotráfico han enquistado a esas tres naciones. Las organizaciones criminales han instituido, incluso, un Estado paralelo en la capital de la antigua Federación Centroamericana, acelerando las bases frágiles de su institucionalidad cuasi democrática.

Solo para poner un ligero ejemplo: los homicidios en Guatemala de tres personalidades políticas salvadoreñas dejó entrever la coordinación eficaz de las sofisticadas organizaciones que entraña dicha actividad delictiva transnacional. Por su lado, la inmunidad de algunos diputados del PARLACEN no en pocas ocasiones ha entrado en escena en el fenómeno delictivo

El tráfico ilegal de armas acompaña tal tipología de sociedad oscura, lo mismo que el lavado de dinero y las interconexiones de capitales opacos. Hace poco hubo temor de una posible infiltración de la mafia rusa particularmente en Honduras, o bien que las pandillas de “las maras” pudieran ser un terreno fértil de las organizaciones terroristas del Medio Oriente.

Lo cierto es que los cárteles mexicanos, que dominan los mercados de la droga en los Estados Unidos de América, fortalecen los tentáculos en el norte del istmo, lo que significa que se ha ampliado la sociedad criminal, emprendida en un inicio por las bandas colombianas.

La complicidad de un sector del Poder Judicial, la policía y de las Fuerzas Armadas con el negocio de la narcoactividad se ha ido repitiendo de manera alarmante, especialmente en las instituciones guatemaltecas y hondureñas. La campante impunidad ha sido la respuesta, de ahí la frustración de la sociedad civil por contener el desencadenamiento del crimen organizado. En Nicaragua la impunidad es tal que don Ortega y don Alemán (con sus camarillas), son los grandes líderes de un Estado ya descompuesto al extremo.

En otros ámbitos, la discriminación racial contra los indígenas es un fenómeno irreversible en la tierra del quetzal. Honduras adolece de ese apartheid, aunque es menos impactante en comparación con su vecino del norte. Ahora nos enteramos que las poblaciones indígenas de varias regiones guatemaltecas están sumidas en la hambruna y la desnutrición; en la zona norte de Nicaragua ocurrió lo mismo hace cinco años. Lo que denota el escaso convencimiento que se tiene de aquel postulado que expresa que “la democracia significa también comer como lo hacen los demás”.

De ahí que naciones que registren hambrunas y agua insalubre son incapaces de ser llamadas democráticas; ya que ello solo suele suceder en muchas aldeas afganas y en casi toda África (Ramón Lobo, 2009), esta última conformada por Estados fallidos. Resulta vergonzoso reconocerlo, pero en medio de la globalización, Centroamérica continúa girando en torno a la pobreza, la violencia y la exclusión.

Tanto ha sido el tiempo perdido en declaraciones políticas nacionales y regionales altisonantes, para llegar a desembocar hacia una realidad curtida de retrocesos sociales, a la que se añaden las vendettas de los politicastros hondureños, como un hecho súbito, las que han puesto a renquear, mayormente, la integración centroamericana.

1 comentario:

  1. La verdad es que al tener estos tipos de problemas en Centroamerica solo generan perdidas humanas y choques o desconfianza con los lideres politicos porque no ayudan a que se frene dichos problemas.

    Un pais sin democracia y libertad es tener a Daniel Ortega Saavedra de presidente.

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