lunes, 13 de abril de 2009

Amenazas globales y seguridad interdependiente

Por: Lic. Ronald Obaldía G.

Amenazas globales y seguridad interdependiente.

La renovada forma de abordar las nuevas amenazas contra la seguridad nacional y global, específicamente la gobernabilidad y las relaciones internacionales, es el tema central estudiado recientemente por los expertos estadounidenses Bruce Jones, Carlos Pascual y Stephen J. Stedman en el interesante ensayo: "Power and Responsibility:
Building International Order in an Era of Transnational, editado en Foreign Policy, march 16, 2009".
Los autores subrayan en su reporte un cúmulo de amenazas contemporáneas (si bien se les escapó puntualizar los ataques cibernéticos). Una de ellas es el sofisticado tráfico ilegal criminal de tecnología nuclear de carácter transnacional, destinado a favorecer regímenes inestables, localizados en regiones potenciales de conflicto mundial. A la vez el peligro se acrecienta al corroborarse que grupos terroristas entrenan con armas biológicas a fin de infligir desastres masivos.
A este mosaico de peligros inminentes brotan además la elevación del nivel de los mares, las sequías prolongadas, las furiosas tormentas, las cuales son ahora más frecuentes, por lo que forman parte de los riesgos potenciales en el ámbito internacional. Los precios de la energía al dispararse, originan incrementos desmedidos en los costos de producción de alimentos, lo cual es, asimismo, una fuente de inestabilidad en los países más pobres, que han de afrontar la insuficiencia de comestibles.
Las turbulencias económicas (que el G.20 persigue aplacar), el agotamiento del ahorro y las pérdidas de empleos en las grandes poblaciones del mundo representan, en estos días, factores críticos. Los virus letales, que se extienden por todos lados del planeta, los cuales caen como una bomba contra los seres vivos, parecieran demostrar la debilidad de la comunidad internacional que frecuentemente se muestra impotente para erradicarlos.
Estos tres académicos son categóricos al afirmar que, en desmedro del principio de la soberanía nacional, así entonces, la seguridad nacional es mayormente interdependiente con la seguridad global, pues los Estados soberanos, algunos de ellos renuentes a recibir asistencia extranjera, por sí solos se vuelven incapaces de proteger sus ciudadanos, a causa de tales amenazas transnacionales, para lo cual "desafortunadamente el mundo tampoco está preparado".
Tal percepción entre dicha vinculación de la seguridad nacional con la global ("seguridad interdependiente") es común en los propios Estados Unidos de América, donde sus ciudadanos han registrado una lista de peligros, que además de los aquí citados, son mencionados el calentamiento global, la degradación del ambiente y las pandemias, las cuales repercuten en la seguridad de todas las naciones.
La pobreza o las guerras civiles y regionales, acompañadas de éxodos humanos, están conectadas con las amenazas que enfrentan las propias potencias como los Estados Unidos de América y Europa, incluso las potencias emergentes como, China, India y Rusia. Los atentados contra las Torres Gemelas, en Gran Bretaña y España se encubaron desde las zonas en conflicto, utilizadas igualmente como "espacios ingobernables"
(Afganistán, Pakistán, Iraq) por el terrorismo transnacional, a la vez se convierten en santuarios para reclutar adeptos, juntar capital, armas y promover desde ahí la propaganda hacia la causa islámica fundamentalista y antioccidental.
El cambio climático exacerba las disputas por tierras y la posesión del recurso del agua, lo que acarrea cargas todavía más pesadas sobre los pobres. Señalan estos
analistas que la pobreza arrastra los riesgos de conflictos civiles, el auge
de "Estados fallidos" y precipita situaciones de emergencia como las enfermedades infecto-contagiosas mortales. Entre los casos patéticos más recientes ha sido Zimbabwe, donde allí el indeseable sátrapa Robert Mugabe, so pretexto de resguardar la soberanía nacional, se resiste a la cooperación internacional para combatir la epidemia del cólera que castiga a la población marginada.
En vista de la intercomunicación de las amenazas y de sus graves repercusiones globales, la salida adecuada, escogida por casi la mayoría de los Estados ha sido la celebración de acuerdos de cooperación y asistencia entre sí, lo mismo con las propias instituciones multilaterales, obligadas éstas a adaptar las acciones colectivas a estos tiempos de nuevas amenazas, bastante distintas a las suscitadas en la pasada Guerra Fría. De allí, las razones convincentes para avanzar en el Protocolo de Kyoto (y en post Kyoto 2012), vigente desde el 2005, a pesar de la férrea oposición de potencias como los Estados Unidos de América, China y la India para adoptarlo, ya que anteponen sus intereses nacionales, sacrificando responsabilidades universales de reducir las emisiones de gases que provocan el calentamiento global.
En esta misma tendencia de darle la espalda a la cooperación y la asistencia internacionales para confrontar los riesgos globales, hay que citar el caso de Corea del Norte, que alegando "soberanía irrestricta" (pero irresponsable) de usar su espacio e igualmente acusando (supuestas) "conspiraciones" en su contra, plantea un fenómeno análogo a dicho Protocolo (escabroso). Su programa de misiles balísticos es calificado por la comunidad internacional, como una amenaza explícita para las potencias del Asia Oriental, igualmente para Rusia y Washington, aparte de que viola resoluciones cruciales del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, un órgano que casi siempre se comporta timorato en la aprobación y aplicación de sanciones.
En las rabietas paranoicas norcoreanas priva más el concepto de soberanía nacional
(irresponsable) que respetar sus obligaciones internacionales de detener nuevos ensayos nucleares: una de las debilidades del concepto de la seguridad interdependiente. En esta dirección, opuesta a advertir las amenazas como interconectadas en cuanto a seguridad nacional y global, hay que recordar que Rusia se ha opuesto a supervisiones por parte de la OIEA, a fin de valorar el estado de sus plantas nucleares; el accidente de Chernóbyl (1986) puso de manifiesto la negligencia rusa en el cuidado de sus reactores nucleares, cuya condición sigue manteniéndose en secreto.
Situar una sola amenaza, como el terrorismo transnacional, en el más elevado rango de prioridad internacional, ubicando en niveles inferiores, otros como el calentamiento global, la aceleración de la pobreza y las pandemias, , representa un serio error (de método y medicina política) que obstaculiza la construcción de la estructura de seguridad global única. Jones, Pascual y Stedman explican que no necesariamente el terrorismo es una asignatura relevante para otros Estados, en cambio otras amenazas sí lo son.
Por eso los autores sugieren un tipo de emblema que se torna verídico para la realidad de un mundo que enfrenta amenazas interconectadas: "usted tiene que cooperar con los otros Estados, para que ellos cooperen con usted." Por supuesto, que en dichas interacciones y en aras de demandar transparencia, deberes y obligaciones a los Estados Nacionales, son las organizaciones internacionales (a veces ayunas de recursos económicos) las llamadas a modificar además sus roles en medio de un frágil orden global, como puede ser, aumentando sus capacidades resolutivas y la visión para predecir los peligros inminentes (antes que el panorama empeore) así como haciendo valer los compromisos y las resoluciones aprobados (estancadas en retórica e indecisión), al extremo de alcanzar que todos los pueblos le otorguen mayor fe, legitimidad y confianza al sistema internacional.
Permítanme en estos Días Santos lanzar una reflexión y escaparme de los tecnicismos de Jones, Pascual y Stedman. Pienso que la conducta instintiva (o primitiva) de algunos dirigentes mundiales y de varias colectividades nacionales, son al mismo tiempo la peor y real amenaza para la estabilidad y seguridad internacionales. Las respuestas defensivas (u ofensivas) que nos ofrecen tales actores, la "del ojo por ojo, diente por diente"; la del culto a la muerte y del odio, la mezquindad y la codicia, arraigados en no pocos individuos, subculturas y "civilizaciones", parecieran ser asignaturas pendientes en los estudios internacionales.
La fuente de las amenazas contemporáneas, a mi poco entender, tienen su raíz posiblemente en la profundidad de la mente humana: en el "id" (desenfrenado) donde están alojados los impulsos humanos, según la teoría psicoanalista de Sigmund Freud, a la cual se debería acudir para predecir a criminales como Omar Al Bashir, el Presidente de Sudán, quien inexplicamente participó, y salió ileso, de la Cumbre de Jefes de Estado de América del Sur y de los Paìses Árabes, realizada hace pocos días:
un hecho escandaloso que es un gravísimo insulto contra la Corte Penal Internacional, sino es así, pues que Dios nos proteja.

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