lunes, 27 de abril de 2009

Israel y Occidente en la Conferencia sobre el Racismo (Ginebra, abril 2009)

Por: Lic. Ronald Obaldía G./Politólogo

Indistintamente del credo profesado por cada uno o de la visión espiritual y moral que se asuma frente al cosmos-universo y la comunidad humana, resulta innegable que Israel no ha existido sólo para sí mismo: su elección es el camino por el que Dios llegó a los seres humanos. Por ese pueblo escogido, se anunció por primera vez la misión y acción de Dios (Jehová) en la historia, cuando Él hubo de coexistir con prácticas culturales politeístas, de adivinos, magos y hechiceros (Joseph Ratzinger, Benedicto XVl, 2007).

El pueblo de Israel le hace recordar a la civilización los cuarenta años en que pasó en el desierto, los que significaron tanto los años de su tentación y rebeldía contra Moisés, su propio liberador del imperio esclavista de Egipto, como los años de una especial cercanía de Dios, específicamente los cuarenta días en que el mismo Moisés se recogió en el monte Sinaí, donde recibió los Diez Mandamientos, las Tablas sagradas de la Alianza (Joseph Ratzinger), el prototipo normativo de una nueva era civilizatoria.

Junto con las tradiciones del pensamiento filosófico greco y romano, la doctrina mística judía representa las fuentes originales de la cultura occidental. Del mismo Israel , nace el segundo Moisés (Ratzinger, idem), quiere decir: Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, cuyo magisterio universal está inspirado en buena parte del Antiguo Testamento.

Por eso, causa total repugnancia cada intervención repleta de odio y de distorsión de la verdad por parte del presidente del Irán, Mahmud Ahmadinejad, precisamente en cada ocasión en que se dirige a atacar Israel. Antes había negado el Holocausto judío en tiempos del nazismo alemán y la solución de dos Estados nacionales (el Judío y el Palestino), al mismo tiempo que abogó por la extinción del Estado de Israel.

En la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Racismo, celebrada esta semana en Ginebra, de nuevo el barbudo demencial se salió con las suyas al calificar de "totalmente racista al gobierno de Israel", que dicho sea verdad, es el único realmente democrático en la región del Medio Oriente, dominada en su conjunto por regímenes oprobiosos, debilitados, sino por las brechas abiertas entre países islámicos opulentos y países islámicos pobres, también por la creciente falta de legitimidad de las élites (en su mayoría monárquicas) frente a sus respectivas sociedades, en cuenta el espurio gobierno teocrático del Irán.

Hicieron perfectamente bien los delegados de los países europeos el abandonar dicha Conferencia apenas no más Ahmadinejad comenzó con sus diatribas en contra de la sociedad israelí. Al menos, hubo un sector que se rehusó a rendirle tributo al retorno del Adolfo Hitler del siglo veintiuno, como así lo tildó Reuven Rivlin, el presidente del Parlamento judío.

La indignación europea comporta un mensaje alentador para la comunidad mundial, que viene a borrar parcialmente la vergonzosa cumbre del mes pasado, cuando Omar Al Bashir, el presidente de Sudán (condenado por genocidio por la valerosa Corte Penal Internacional), tuvo en ella participación decidida, porque deviene como parte de "una lógica" cooperación económica y social interregional "Sur – Sur". Cabe reflexionar: ¿adónde se dirigen algunos pilotos latinoamericanos?

Resulta risible creer que los israelitas promuevan "un imperialismo expansionista" en el Levante. En cuanto a esto tiene razón el ilustre excanciller costarricense Gonzalo Facio Segreda, ya que en una de sus tesis sobre el conflicto del Medio Oriente, pone en evidencia los sacrificios del pueblo judío en defenderse de la mayoría de los Estados vecinos que rechazan reconocer su existencia soberana, por lo que a su vez proclaman sus propósitos de eliminarlo.

Los Estados árabes han sido casi siempre los que han iniciado los actos de agresión, sino en lugar de ellos, son más recientemente los grupos terroristas de Hezbollah y Hamas, financiados por los gobiernos de Irán y Siria, enemigos de un ambiente de paz, los que han cometido los actos de agresión, hasta incluso impiden los tratativas de pacificación, que hubieran de facilitar la coexistencia de los dos Estados en el Levante.

El fracaso militar de los árabes los ha inducido a utilizar las esferas diplomáticas para que Israel sea repudiado y aislado; pareciera que dicha Conferencia sobre el Racismo iba con esas intenciones, sin embargo la honesta actitud de los europeos dio al traste con las rabiosas agresiones del oscuro Presidente Ahmadinejad, que al parecer hizo esta vez pésimos cálculos en sus acostumbrados juegos de suma cero, pues la comunidad internacional comienza a perder la paciencia ante el empecinamiento iraní de avanzar en sus programas nucleares, los cuales hasta los árabes perciben como una amenaza para la propia estabilidad y seguridad de la región.

El régimen de los Ayatolás irrespeta la autoridad y la misión de inspección de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), al igual que las negociaciones diplomáticas; como también menosprecia las advertencias y las sanciones internacionales, las cuales tampoco han prosperado, en lo referido a disuadir al Irán a que desista de sus proyectos atómicos y de los hilos que tiene en sus manos para exportar su violento fanatismo.

Los actores intelectuales del ataque terrorista en Argentina contra intereses judíos fueron justamente los Ayatolás, precisamente cuando gobernaba el sibilino Carlos Menen, lo que explica mejor sus ramificaciones terroristas en el extranjero, lo cual no deja de contener a Occidente y a Israel de abstenerse de alguna represalia militar.

Las sensatas declaraciones del Presidente Barack Obama en las que planteó el acercamiento directo hacia Irán, a fin de disminuir las tensiones bilaterales, así como la posibilidad del uso de los instrumentos militares, podrían sufrir un serio revés por la escasa credibilidad atribuida al interlocutor persa. Obama expresó también su repudio en torno a las declaraciones de Ahmadinejad en la pasada Conferencia de Ginebra, lo que puede convencerlo de que, con un socio de tal estirpe, será espinoso cualquier entendimiento o cooperación, principalmente en los objetivos desafiantes de promover la seguridad y el desarrollo en la región interfronteriza de Afganistán y Pakistán y, asimismo, en Irak.

De todo este hecho protagonizado por el jefe del gobierno teocrático, puede que el Presidente estadounidense termine cerciorándose además de la fragilidad que manifiestan tener en el Medio Oriente y en Asia del Sur las lealtades y las alianzas, la mejor prueba es que mantenga en observación el avance de los Talibanes durante esta semana, porque lograron incursionar en Pakistán, situándose a una distancia de 100 kilómetros de la capital Islamabad.

Mientras tanto, nos consuela por ahora retomar aquel pasaje bíblico del Antiguo Testamento (cf. Números 22, 23, 24) en el que Balaam hace hincapié a Balac, acerca de que Jehová nunca permitirá las maldiciones contra Israel.

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