lunes, 15 de junio de 2009

COREA DEL NORTE, QUÉ HACER.

Por: Lic. Ronald Obaldía González/Politólogo.

Corea del Norte manifiesta tener una fuerte inclinación a transformarse en un conflicto mundial permanente. La resolución del pasado viernes, derivada mediante acuerdo unánime de los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por la cual le serán endurecidas las sanciones contra Pyongyang, viene otra vez a confirmar sus contenidos redundantes e inherente debilidad, como todas aquellas que todavía han fracasado en persuadir a Corea del Norte de abstenerse de avanzar en su programa nuclear y en los disparos de cohetes.

Obsérvese no más que luego de dictada dicha resolución, el gobierno norcoreano anunció su disposición de continuar con los proyectos armamentistas, ya que el reciente bloqueo, acordado por la ONU representará, según él, “un acto de guerra”.

Asimismo, han fallado las rondas de las seis Partes que involucran a los Estados Unidos de América, China Popular, Rusia, Japón, y las dos Coreas. El régimen demencial de Kim Jong Il se ha burlado de tales negociaciones; en cambio, utiliza sus ensayos nucleares como medida de chantaje y provocación, especialmente contra los Estados Unidos de América, a fin de adquirir algunos beneficios de la cooperación, los que por cierto, menos se destinan a aliviar las hambrunas y penurias de la población, castigada además por frecuentes desastres naturales.

El peligro y la irresponsabilidad diplomática norcoreanos está íntimamente asociado a su propósito exclusivo de lograr su sobrevivencia a toda costa, una conducta similar a la de los Ayatollahs del Irán, que patrocinaron el fraude de esta semana, del que salió favorecido el presidente Mahmud Ahmadóinejad con la reelección. Por esa razón y emulando lo hecho por su padre Kim Il Sung, el actual Jefe de Estado, a causa de su salud deteriorada, se apresta a nombrar a su joven hijo como su sucesor, prolongando de este modo la dinastía comunista (y la disconformidad).

A la par de ello sobresale la propaganda que le confiere a la dinastía totalitaria una especie de valor místico, proveniente del vigor de los antepasados de Kim Il Sung, pues se le inculca a la gente, que aquellos fueron los que inspiraron la verdadera identidad y el nacionalismo, esto es, la confianza en sí mismo que se tiene el pueblo norcoreano, el apego a la economía planificada y centralizada en el Estado, valores que mezclados con el marxismo leninismo, dieron origen a la alucinante doctrina de la idea Zuche, llámese “la Revolución Cultural”, parecida al proyecto genocida impuesto por Mao Zedong en la China Roja.

Lo acontecido en la península de Corea es de los últimos eslabones de la Guerra Fría. Dos sociedades divididas comparten dicho territorio; dicho sea de paso y guardando las particularidades, la otra se localiza en América, donde hay una nación dividida a la vez, por el mismo motivo: la micro nación cubana establecida en Miami, Florida, como también la Cuba comunista, asentada en la isla.

En esto cabe resaltar las diferencias, por cuanto, Corea del Sur está entre las 15 economías poderosas del planeta, sin ignorar el hecho de que los Estados Unidos de América mantienen 45000 efectivos suyos en la zona fronteriza, en cuyo subsuelo hay enterradas bombas nucleares a control remoto, así como se han situado tipos diferentes de armamento nuclear. Por su lado, la aislada Corea del Norte, había sido apoyada por la extinta Unión Soviética, ahora solo por China; posee una economía precaria e insolvente, aunque está armada hasta los dientes, con aparatos de alto poder destructivo, que superan la capacidad surcoreana.

Los intentos por alcanzar la reunificación de las Coreas se han visto torpedeados por varios actores, a pesar de conformar una común identidad étnica, cultural y lingüística. Lo inesperado ha sido la reacción del actual gobierno surcoreano, el que se ha puesto díscolo en lo tocante a asumir mayores responsabilidades en el área de la cooperación y asistencia a favor de la tiranía.

En el fondo, Seúl reclama la ausencia de progresos por parte de su vecino, a fin de frenar sus proyectos nucleares, lo que incluye el enriquecimiento de más uranio, toda vez que representa una seria amenaza para la seguridad doméstica. Corea del Sur se ha convencido en que sus significativos aportes cooperativos, igual el de los japoneses, son despojados a la población hambrienta norcoreana.

No son pocos los sectores políticos de ese país que temen que la reunificación les signifique una excesiva carga económica, algo semejante al costo que implica para Alemania Occidental el haber asumido el pago de las facturas políticas y sociales de la reunificación con la atrasada Alemania Oriental, en la que los habitantes estuvieron acostumbrados a que el Estado supliera las necesidades básicas y a producir lo socialmente necesario, es decir, se ignoraban las reglas esenciales de la economía de mercado.

Lo que pareciera inminente es el descalabro del régimen dinástico comunista; el matonismo y sus actos de provocación de estos días son apenas una cortina de humo. Han salido a relucir informes de inteligencia que hacen presumir hondas fisuras al interno del régimen, especialmente el malestar por la prolongación de la dinastía y el extremo empobrecimiento de los habitantes. El régimen todavía mantiene un fuerte control sobre el Estado y la sociedad con base en el terror y la represión, pero estas armas aparentemente son insuficientes para sobrevivir.

El bloqueo económico al que ha estado supeditado, el gobierno norcoreano lo suple con sus exportaciones de armamentos, particularmente al Irán y a otras zonas de conflicto regional. Con la nueva resolución, podría ser que la inspección de ese comercio acabe asfixiando mayormente al régimen norcoreano. Sin embargo, el rol de la China comunista (un tanto Rusia) sigue siendo difuso, lo que le da a aquel aire artificial.

Aliada de Corea del Norte desde la guerra del paralelo 38 en 1950-1953, cuando se originó la partición, Pekín se había venido oponiendo a la ampliación y el endurecimiento de las sanciones, esta vez cambió de postura. Incluso, se ha sospechado, al igual que de Rusia, de su solapada tolerancia en los límites fronterizos, permitiendo los contrabandos de armas y de otros bienes, que beneficia al poder norcoreano. Mientras tanto, los férreos controles policiales de la China sí han sido eficaces en reprimir los flujos de personas que huyen de la tiranía de Kim Jong Il.

Un ataque contra Norcorea ha estado dentro de los planes de los Estados Unidos de América y de sus aliados Corea del Sur y Japón. Los factores que se han interpuesto a ello, han sido la incertidumbre que despierta el resguardo de la maquinaria y materiales nucleares, cuyo control perdería presumiblemente el gobierno durante y después de una incursión estadounidense (Michael E. O´Hanion en: “North Corea Collapse Scenario”, 2009). El corolario de la anarquía que se sobrevendría ante la caída del régimen pesa dentro de la valoración de los cálculos y los riesgos. Un contraataque norcoreano contra Seúl vendría a ser uno de los peligros considerados, ni que decir del incremento del drama humano, ya de por sí ser insostenible.

De igual manera, el epílogo de esa guerra de 1950 – 1953, que enfrentó a Estados Unidos de América con la China Roja podría revivir viejos fantasmas, dado que la China Comunista vería con malos ojos tener fuerzas militares estadounidense, japonesas y surcoreanas tan cerca de su territorio (O´Hanion, ibídem), a fin de derribar, si bien es cierto, a un aliado incómodo, que le causa problemas al Asia Oriental, donde descansa parte del poderío económico chino, una región a la que le desea estabilidad y seguridad. Confiemos mejor en la doctrina del “poder inteligente” de la Administración de Barack Obama, pero que supere la costumbre de producir resoluciones dribladas.

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